“Si quieres, guardarás los mandatos del Señor, porque es prudencia cumplir su voluntad” (Eclo 15,16). Estas palabras del libro del Eclesiástico recordaban al pueblo judío que podía elegir en libertad, en contra de lo que se pensaba en el mundo griego.
En aquella cultura, aparentemente tan libre, las personas se consideraban dirigidas por el destino. Pero el texto bíblico subraya el valor de la voluntad humana. De hecho, afirma a continuación: “Ante ti están puestos el fuego y el agua, echa mano a lo que quieras. Delante del hombre están la muerte y la vida: le darán lo que él escoja”.
El salmo responsorial pregona que es feliz quien ajusta su voluntad a la voluntad de Dios: “Dichoso el que con vida intachable camina en la voluntad del Señor; dichoso el que guardando sus preceptos lo busca de todo corazón” (Sal 118,1-2).
Por su parte, san Pablo escribe a los corintios que, por medio del Espíritu, Dios ha revelado su voluntad a los que le aman” (1 Cor 2,6-10).
LO NEGATIVO Y LO POSITIVO
Jesús no vino a abolir los mandamientos de la Ley, sino a ayudarnos a descubrir su sentido más profundo (Mt 5,17-37). Por los tres ejemplos que presenta el texto que hoy se lee, vemos que los mandamientos desvelan la importancia de los valores humanos:
• No basta con “no matar”. Hay que descubrir el valor de la vida. Es preciso respetar la vida de los demás, pero también su honor. Eso nos exige estar dispuestos a perdonar al hermano y a fomentar la fraternidad y la concordia.
• No basta con “no cometer adulterio”. Además, hay que fomentar el valor de la fidelidad en el amor y la amistad. Para eso hemos de vivir unas relaciones interpersonales que reflejen la limpieza del corazón y promuevan el respeto mutuo.
• No basta con “no jurar en falso”. Hay que amar y promover el valor de la verdad. Y vivir de forma tan coherente que baste con decir “sí” y “no” para ser creídos por los demás. Hay que mantener las promesas y creer en la seriedad de la palabra dada.
LA VERDADERA GRANDEZA
Este texto se sitúa en el marco del Sermón de la Montaña, que se abre con las bienaventuranzas proclamadas por Jesús. Aquellos ideales de vida fomentan estos valores éticos y ambos indican el verdadero camino que lleva a vivir y transmitir la felicidad. Es necesario escuchar las dos advertencias de Jesús:
• “El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el reino de los cielos”. La importancia verdadera no la dan el tener, el poder, el placer o la impostura. Conviene no equivocarse en la elección.
• “Quien cumpla estos preceptos y los enseñe será grande en el reino de los cielos”. La verdadera grandeza se consigue cuando se vive de acuerdo con esos grandes valores humanos que son promovidos y tutelados por los mandamientos. Conviene caminar bien orientados.
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