PASTOR
“No hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos” (Hech 4,12). Los miembros del Sanedrín sabían de sobra que el nombre de Jesús significa “Dios salva”. Pedro les anuncia que Juan y él habían curado al paralítico, precisamente en el nombre de Jesús de Nazaret.
Jesús podía ser comparado con la piedra desechada por los constructores. Pero, por voluntad del Padre, se había convertido en la piedra angular de un nuevo edificio (Sal 117). Esa era la verdad que tenían que aceptar los judíos. Y esa es la noticia que todavía hoy escandaliza a nuestro mundo.
Como escandaliza el testimonio de los creyentes que se muestran convencidos de que el amor del Padre celestial los ha convertido en hijos de Dios (1 Jn 3,1-2).
TRES ACTORES DE UN DRAMA
En el domingo cuarto de Pascua todos los años evocamos la alegoría evangélica que nos presenta a Jesús como el verdadero Pastor de su rebaño. En sus palabras aparecen tres actores que han de ser tenidos en cuenta también en nuestro tiempo:
• Jesús menciona al lobo que ataca a los rebaños, dispersa a las ovejas y las mata. Este texto evangélico debía de impresionar a los miembros de las primeras comunidades cristianas. También ellas eran y son divididas y dispersadas por quienes buscan sus propios intereses,
• Además, aun dentro de las comunidades había y hay todavía responsables que se comportan como asalariados. No procuran guiar y defender a los fieles. Al contrario, los desorientan y hasta los abandonan en los momentos de crisis o de persecución.
• El pastor verdadero se interesaba y se interesa por sus ovejas. Les entrega su vida y está dispuesto a morir por ellas. Además, sale en busca de otras ovejas que no pertenecen a su rebaño o le han sido arrebatadas. Y sigue el mandato del Señor para atraerlas a la comunidad.
LA REVELACIÓN DEL PASTOR
Esta alegoría evangélica contiene una de las revelaciones más importantes sobre Jesús: sobre su identidad y sobre su misión: “Yo soy el buen Pastor, que conozco a mis ovejas y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre”.
• “Yo soy el buen Pastor”. Esta imagen evocaba la historia de Israel. Dios se había manifestado muchas veces como el pastor de su pueblo y como tal era invocado. La comunidad cristiana habría de ver en esa imagen la entrega de Jesús a todos los necesitados.
• “Conozco a mis ovejas y las mías me conocen”. Dios conocía a su pueblo y sus gentes no podían confundirlo con los ídolos de los paganos. Jesús conocía a sus discípulos y nos conoce a nosotros. Tenemos que tratar de conocer quién es él y qué hace por nosotros.
• “Como el Padre me conoce y yo conozco al Padre”. La relación existente entre el Padre y Jesús no es una verdad abstracta e indiferente. También hoy ha de ser el modelo y la pauta para la espiritualidad y la vivencia de la fe entre los miembros de la comunidad cristiana.
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