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Del temor a la fe Mc 4,35-41 (TOB12-24)

¿Quién cerró el mar con una puerta, cuando escapaba impetuoso de su seno, cuando le puse nubes por mantillas y nubes tormentosas por pañales, cuando le establecí un límite poniendo puertas y cerrojos y le dije: “Hasta aquí llegarás y no pasarás, aquí se romperá la arrogancia de tus olas?” (Job 38,8-11). Solamente Dios puede hacer está pregunta.

En el antiguo Israel se creía que Dios es justo. Premia a los buenos y castiga a los malos.  Los males que caen sobre una persona están motivados por sus maldades. Job ha sufrido una serie de desgracias, luego debe de haber sido un gran pecador. Eso es lo que piensan los amigos que acuden a visitarle. Pretendiendo defender a Dios ofenden al que sufre.

Pero Job hace un público examen de conciencia y se encuentra inocente. Así que ruega a Dios que acuda a explicarle los motivos de aquellos males. Dios responde a la llamada y le recuerda que solo él puede frenar al mar embravecido. Si Job no conoce los secretos de la naturaleza, ¿cómo pretende conocer el misterio de la justicia divina? Haría bien en guardar silencio. Y eso es la gran lección que aprende Job.

TRES MENSAJES

El mar es mencionado también en el evangelio de hoy. El viento ha desatado una tormenta y las olas del lago amenazan con hacer naufragar a la barca en la que navegan los discípulos, llevando a Jesús a bordo (Mc 4,35-40).  ¿Qué mensajes nos dirige hoy este relato?

• A pesar de obedecer a su Maestro, los discípulos se encuentran en peligro.  Evidentemente nuestra fe no nos garantiza la incolumidad ante los desafíos que nos presentan la naturaleza y la sociedad en la que vivimos. 

• Según el evangelio de Marcos, los discípulos ya habían sido testigos de varias curaciones realizadas por Jesús. Pero el poder que había demostrado muchas veces ante ellos no lo libraba del cansancio y del sueño que lo habían dominado en la barca. 

• Los discípulos habían oído cómo los enfermos y poseídos por malos espíritus reconocían a Jesús como el hijo de Dios (Mc 3,11). Sin embargo, Jesús les reprocha que, habiendo sido testigos de su poder, todavía no tengan fe en él.

Y DOS PREGUNTAS

Este relato evangélico, tan rico en sugerencias para nosotros, parece girar en torno a dos preguntas que brotan espontáneas de la boca de los discípulos de Jesús:

• “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” En realidad, en esa pregunta se esconde ya la respuesta. A Jesús le importan sus discípulos. Él los ha elegido y presta atención a sus problemas y dificultades. A veces nosotros perdemos la confianza en él. Pero el Señor navega en nuestra barca. Y también hoy le preocupa la suerte de los que tratamos de seguirle.  

• “¿Pero quién es éste a quien el viento y las aguas obedecen?”  También en esta pregunta se incluye ya la respuesta. En Jesús se manifiesta el poder del Dios que había puesto fronteras a los mares, como se decía en el libro de Job.  Esta pregunta de los discípulos ha de sonar en nuestras bocas como una confesión de la soberanía del Señor

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