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San Maximiliano Kolbe, franciscano mártir del siglo XX (14 agosto)


Fuente: dibujosparacatequesis

 Nacido en Polonia en 1894, destacó desde niño por su espíritu inquieto y su afán de conocer. En su hogar aprendió el amor a la Virgen María y con 13 años ingresó en el Seminario de los padres franciscanos de los que nunca se separó, siendo ordenado sacerdote en 1918. Entregó su corazón a Cristo y ello le llevó a amar toda la realidad. Fue un apasionado de las artes, las ciencias, los avances tecnológicos, el periodismo y los inventos. En 1922 funda su primer convento, Niepokalanow, que se convirtió en toda una ciudad dedicada a la Inmaculada, con escuelas, teatros, talleres e incluso un complejo editorial donde se imprimían miles de ejemplares de ocho revistas diferentes.

Cuando el Papa solicitó el envío de misioneros a Japón, se ofreció voluntario, a pesar de que su salud siempre fue frágil, fundando otro “convento-ciudad”. En 1936, su estado físico empeora y regresa a su país. Tres años más tarde, Polonia sufre la invasión alemana y los nazis bombardean Niepokalanov, deportando a los frailes a los campos de concentración. A pesar de ser liberados a los tres meses, el padre Kolbe figuraba en la lista negra de la policía secreta: era sacerdote, su cultura y prestigio le habían conferido una gran influencia, daba asilo a judíos y seguía publicando un periódico patriota y católico. Así pues, el 17 de febrero de 1941 la Gestapo detiene al padre Maximiliano Kolbe, que es trasladado al campo de concentración de Auschwitz.

Ese mismo verano, el 3 de agosto, uno de los reclusos de su bloque escapa. Todos saben cuáles son las consecuencias: por cada evadido, diez de sus compañeros de trabajo, escogidos al azar, serán condenados a morir de hambre en el búnker de la muerte. Uno de los seleccionados grita: “Ay, ¿qué será de mi esposa y de mis hijos?”. En ese momento, el padre Kolbe se ofrece para ocupar su lugar y, sorprendentemente, el comandante acepta el intercambio.

La muerte de Kolbe es más conocida que su vida, pero sin su vida no se puede entender su muerte ni la libertad de su ofrecimiento. Kolbe era un hombre libre en medio del horror de Auschwitz porque su corazón está lleno de la verdadera alegría, cierto de que Dios no ha abandonado al hombre sino que le ama hasta el ofrecimiento de la propia vida. Murió el 14 de agosto, día en que se celebra su fiesta.

El padre Kolbe fue canonizado en 1982 por Juan Pablo II, que pronunció estas palabras en la homilía de su canonización: “Venced el odio con el poder fascinante del amor. Venced la enemistad con la fuerza del perdón”.

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