Vivir es convivir. Por eso mismo, morir es en cierto modo conmorir. La muerte es un fenomeno natural, pero nunca terminamos por acostumbrarnos a su venida, sobre todo cuando arrebata de nuestro entorno a las personas más queridas. Cuando se mueren, se “nos mueren”. Con ellas se va algo de nuestra propia vida. Recuerdos, afectos y esperanzas.
Es verdad que cuando las personas queridas llevan mucho tiempo imposibilitadas para hacer una vida normal, muchos se preguntan si merece la pena seguir viviendo de esa forma. Pero también es verdad, que ante la muerte de las personas más jovenes, nuestros sentimientos parecen sublevarse. La muerte viene entonces a cortar una esperanza.
En otros tiempos, la muerte de los niños era muy frecuente. Y lo es todavía en algunos espacios de pobre desarrollo socioeconómico. En los países desarrollados, en los que la natalidad ha disminuido considerablemente, la muerte de un joven es una auténtica tragedia. Los medios de comunicación recogen siempre ese drama.
EL LAMENTO DE UN PADRE
El evangelio que hoy se proclama nos da cuenta de la la grave enfermedad de una niña. Tiene sólo doce anos. Su padre, Jairo, es un judío jefe de la sinagoga. Seguramente ha oído hablar de Jesús y de su cercanía a los enfermos. Y a él se dirige con una súplica directa y confiada: “Mi hija está en las ultimas. Ven, pon las manos sobre ella para que se cure y viva”.
• “Mi hija está en las ultimas”. He ahí la constatación de la realidad. La traducción popular de esta frase nos permite imaginar la angustia de toda su familia. Y también la de una sociedad en la que la enfermedad y la muerten nos hacen caer en la cuenta de nuestra fragilidad.
• “Ven y pon las manos sobre ella”. Estas palabras evocan una tradición que recordaba a los grandes profetas de Israel. Detrás de la petición se intuye la fe de un pueblo en el poder de Dios. Pero también la orfandad de una sociedad que ha decidido vivir como si Dios no existiera.
• “Para que se cure y viva”. En esa expresión se revela el deseo más intimo de un padre. Y los mejores proyectos que alberga en su corazón. El amor suscita la esperanza. Y con la esperanza brota la imaginacion de lo mejor de la existencia. También la sociedad actual ha de aprender a valorar la salud y la vida.
Por un momento, nos parece que en la súplica de Jairo, se resume el clásico esquema de la catequesis cristiana. La mirada a la realidad, tan dramática en este caso, exige una mirada de fe y alimenta las esperanzas que podrían hacer más humana y asumible la realidad más dolorosa.
LA RESPUESTA DE JESÚS
Merece la pena leer y meditar todo el relato evangélico (Mc 5, 21-43). Frente a la fe de Jairo, se descubre la incredulidad de las gentes y el cinismo de los profesionales del llanto. Pero también se nos revela la serena respuesta de Jesús:
• “La niña no esta muerta, esta dormida”. Estas palabras revelan ya la dignidad y la misión de Jesús. Él es el Señor de la vida y el triunfador sobre la muerte. El resucitado es también el resucitador.
•“La niña no está muerta, está dormida”. Estas palabras pueden resumir la misión de la Iglesia de todos los tiempos. Ella ha sido enviada a anunciar el evangelio de la vida, a celebrarla y a ponerse a su servicio.
• “La niña no está muerta, está dormida”. Esas palabras dejan al descubierto el pesimismo de la humanidad. Su confianza en la técnica no soporta el desafío de la muerte. Todos tendremos que aprender a bucar lo esencial.
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