En los dos últimos domingos la
liturgia nos ha invitado a reflexionar sobre las apetencias humanas del
“placer” y del “tener”, representadas en la cuestión sobre el matrimonio y en la
pregunta del rico que desea poseer la vida eterna. La tríada se completa en este domingo con la
referencia al deseo del “poder”, reflejado en la petición de Santiago y Juan.
Esos tres deseos son tan
naturales que se manifiestan ya en nuestra más tierna infancia. Seguramente los
necesitamos para poder vivir. Sin embargo, hay que advertir que son medios,
pero no fines de la existencia. Por eso es necesario aprender a encauzarlos
debidamente para que no se conviertan en objetivos únicos de la persona.
En la primera lectura de la misa de hoy (Is 53,
10-11) se evoca la figura doliente del Siervo del Señor. No hay en él ansia de
poder. Sin embargo, en su aparente debilidad está su fuerza. Humillado hasta el
extremo se revela como salvador: “Mi siervo justificará a muchos porque cargó
con los crímenes de ellos”.
LA REVOLUCIÓN
El relato evangélico que hoy se proclama en la
eucaristía (Mc 10, 35-45) podría dividirse una vez más en tres actos.
- En el primer acto los protagonistas son Santiago y
Juan, los hijos de Zebedeo. Nos llama la atención la frase que dirigen a Jesús: “Maestro,
queremos que hagas lo que te vamos a pedir”. En la oración del Padrenuestro,
Jesús nos enseña a aceptar la voluntad de Dios. Pero es falsa la oración en la
que pretendemos imponer nuestra voluntad a Dios. Con ella revelamos nuestro
egoísmo. Y convertimos a Dios en un ídolo a nuestro servicio.
- En el segundo acto el protagonista es Jesús.
Santiago y Juan piden puestos de honor en la gloria del Mesías. Jesús les
desvela el futuro de pasión y de muerte que le espera. Y, de paso, les anuncian
que un día compartirán el cáliz de amargura que él ha de beber y el bautismo de
dolor y de sangre con que él va a ser
bañado.
- Como en los relatos de los dos domingos anteriores,
en el tercer acto entran en escena los demás discípulos. A la reflexión sobre
el hombre y sobre Cristo, sucede una reflexión sobre la Iglesia. Los jefes de
los pueblos los tiranizan y oprimen. En la comunidad del Mesías, sólo es grande
quien acepta el puesto del servidor. Esa es la gran revolución en la
comprensión cristiana del poder.
El RESCATE
Ese cambio de papeles puede parecer inhumano. Así lo
han proclamado los que, a lo largo de la historia, han identificado el
cristianismo con una religión de esclavos. Pero hay quien piensa que ese cambio
es interesado. Como si el evangelio aconsejara la astucia que ha llevado a
muchos a vestirse de corderos hasta alcanzar un poder que los reveló como
tiranos.
• “El hijo del Hombre no ha venido para que le
sirvan”. Jesús es en realidad el Siervo de Dios. Por eso es también el siervo
de sus hermanos los hombres. Si en el momento de su despedida lava los pies a
sus discípulos, quiere que ese gesto revele su misión. Y pretende que ese
servicio identifique para siempre a sus seguidores.
• “El Hijo del hombre ha venido para servir y dar su
vida en rescate por todos”. Sirve a los demás quien adivina sus necesidades.
Quien está disponible. Quien se entrega en vida y quien entrega su vida. Como
el Siervo de Dios, anunciado por el profeta, con su muerte Jesús justifica a
todos los que confían en él, a todos los que creen en él y siguen sus pasos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario