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Enlaces a recursos sobre el AÑO LITÚRGICO en educarconjesus
El rico y el pobre Lázaro (Lc 16,19-31) TOC26-13
Divanes
lujosos sobre los que se recuestan los comensales. Espléndidos banquetes,
Música escogida. Vinos de solera y los mejores perfumes del mercado. Esos son
los ingredientes de los acomodados, tal como los percibe Amós (Am 6, 1. 4-7).
Él es un pastor venido de la estepa. Y ese lujo le hace presentir un desastre
nacional.
Nunca
pretendió ser profeta. Pero de sus labios brota una profecía que resuena como
un trallazo: “Irán al destierro, a la cabeza de los cautivos. Se acabó la orgía
de los disolutos”. En este texto el profeta no denuncia una especifica
inmoralidad. Sí que lo hará en otros pregones, al clamar contra la injusticia
que soportan cada día los más pobres (Am 8, 4-7).
Sin
embargo, ya la sola ostentación de esa vida acomodada le parece al pastor una
blasfemia y un insulto a Dios. Dios no es enemigo de la alegría y de la
felicidad del ser humano. Pero en la búsqueda exclusiva de las satisfacciones
hay un riesgo innegable de abandonar el camino que lleva a la felicidad.
EL CAMBIO
DE SUERTES
Este
pasaje de Lucas es más explícito al presentar el doble escenario en que se representa el drama de la humanidad.
Hay un hombre que demuestra su riqueza por sus vestidos de lujo y por los
espléndidos banquetes que organiza cada día. Y un mendigo hambriento y cubierto
de llagas, al que sólo se acercan los perros (Lc 16, 19-31).
El
contraste es violento y ofensivo. El rico no tiene nombre: sólo tiene riquezas.
El mendigo tiene nombre y dignidad. Se llama Lázaro. A pesar de sus
diferencias, la muerte alcanza a los dos. En un segundo acto, más allá de la
frontera de la vida, de nuevo se diferencian los dos. Pero la suerte ha sido
profundamente cambiada.
El pobre
participa de la herencia de Abrahán, mientras el rico es sepultado en el
infierno y atormentado por sus llamas. La desgracia del pobre se torna ahora en
consuelo, mientras que el fasto del rico se convierte en tortura. Ante las
súplicas del rico queda claro que la suerte ha sido cambiada, sin posibilidad
de tránsito de un lugar a otro.
LA
PALABRA Y LA VIDA
Todavía
hay un tercer acto. El rico dirige dos
nuevas súplicas en favor de sus hermanos. Desea que el padre Abrahán envíe a
Lázaro para que les advierta del riesgo que corren de caer en el mismo lugar de
tormentos. Las dos respuestas de Abrahán pueden aplicarse a todos los siglos de
la historia:
• “Tienen
a Moisés y a los profetas: que los escuchen”.
La escucha de la palabra de Dios es el primer paso en el camino de la
fe. En ella encontramos el camino de la luz y de la vida. Los creyentes en el
Dios que habla no podemos ignorar su palabra.
• “Si no
escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un
muerto”. Nuestra fantasía y nuestro afán
de novedades nos seducen. No son las apariciones las que nos revelan a Dios,
sino la palabra con que nos ha manifestado su amor y su justicia.
La Creación en un "cruce" de caminos
Horizontales: 5-PECES, 7-HOMBRE, 8-ANIMALES, 11-ASTROS;
Verticales: 1-FIRMAMENTO, 2-TIERRA, 3-TERCERO, 4-DESCANSAR, 6-DIOS, 10-CREACIÓN
Una entrevista personal con el papa Francisco
Los evangelistas y sus símbolos (el tetramorfos)
La oveja y la moneda (TOC24-13) Lc 15,1-32
“El Señor
se arrepintió de la amenza que había pronunciado contra su pueblo“. Es el
hombre quien ha de arrepentirse de sus malos pensamientos, de sus malos deseos,
de sus malas acciones y omisiones. Por eso nos llama la atención que Dios se
arrepienta de un propósito que había formulado. Pero así nos lo dice el libro
del Éxodo (Ex 32,14).
Esta
frase se sitúa en el contexto de un episodio escandaloso. El pueblo de Israel
ha sido liberado por Dios de la esclavitud, pero parece confundir al único Dios
con uno de los ídolos que había visto en Egipto. Y decide adorar un ternero de
oro. Esa idolatría refleja su desesperanza y su nostalgia. En lugar de seguir
al Dios que nos libera y nos invita a caminar hacia adelante, también nosotros
preferimos refugiarnos en una comodidad adormilada.
El relato
bíblico nos dice que Moisés intercede por su pueblo ante el Señor. Le pregunta
si va a olvidar lo que ha hecho por Israel y las promesas con las que se ha
comprometido a protegerlo. Y Dios decide ser fiel a sí mismo, a pesar de la
infidelidad de su pueblo.
LA
PÉRDIDA Y EL HALLAZGO
Pues
bien, esta imagen de un Dios misericordioso y compasivo resume todo el mensaje
de Jesús. En el Evangelio según San Lucas esta idea de la compasión se refleja
en las tres parábolas de las pérdidas y los hallazgos. En el texto que hoy se
proclama leemos las dos primeras. Se nos habla de la pérdida de una oveja,
reencontrada por el pastor y de la pérdida de una moneda buscada por su dueña
(Lc 15, 1-10).
En ambos
casos se pasa del nerviosismo a la paz, de la búsqueda al hallazgo, y de la
soledad a la compañía. Ni el hombre ni la mujer gozan a solas de su
satisfacción. Quien encuentra la oveja comunica la buena noticia a los amigos.
Quien encuentra la moneda, comparte esa buena noticia con las vecinas.
En ambos
casos, los protagonistas exclaman con alborozo: “¡Felicitadme!” No pretenden
ser felicitados por la pérdida, sino por el hallazgo. La pérdida pertenece ya
al pasado. Y ante el gozo del hallazgo se olvida la fatiga de la búsqueda.
CONVERSIÓN
Y ALEGRÍA
Con todo,
la peripecia del pastor y de la mujer van más allá de sí mismas. Estas
parábolas apuntan a las relaciones del
hombre con Dios. Las dos parábolas se cierran con una hermosa conclusión que se
pone en boca de Jesús.
• “Os
digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador
que se convierta”. El pastor tiene cien ovejas, pero dedica toda su atención a
la que se ha perdido. Cada uno de nosotros merece la atención de Dios.
• “Os
digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador
que se convierta”. La mujer tiene diez monedas, pero entrega su tiempo y su
vida para buscar a la que se le ha perdido. Ni puede ni quiere prescindir de
ella.
• “Os
digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador
que se convierta”. Los justos son la alegría de Dios. Pero mayor alegría hay
cuando alguien descubre el bien, la verdad y la belleza que solo pueden
encontrarse en Dios.
La cruz y la torre (TOC23-13)
“¿Quién
rastreará las cosas del cielo, quién conocerá tu designio, si tú no le das
sabiduría enviando tu Santo Espíritu desde el cielo? Solo así fueron rectos los
caminos de los terrestres, los hombres aprendieron lo que te agrada; y la
sabiduría los salvó“. Una buena pregunta y una buena respuesta. No deberíamos
olvidar estas palabras del libro de la Sabiduría que que se leen en la misa de
este domingo (Eclo 3, 17-18.20).
Decimos
que hoy a nadie interesan las cosas del cielo. Que muchos viven “como si Dios
no existiera”. Pero en su carta “La Puerta de la fe”, Benedicto XVI escribía
que muchas personas en nuestro contexto cultural, aun no reconociendo en ellos
el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva
de su existencia y del mundo” (PF 10).
A unos y
a otros se nos dice que el camino no es fácil si no contamos con la sabiduria
de Dios. No se trata de saber más cosas, sino de saborear el proyecto de Dios,
de aceptarlo y de convertirlo en hoja de ruta para nuestra peregrinación.
RENUNCIA
Y LIBERTAD
En Jesús
se ha hecho carne esa sabiduría de Dios. Él nos precede por el camino. Nos
invita a seguirlo. Y a calcular nuestras fuerzas para construir la torre: es
decir para llevar la fe a su cumplimiento. En el evangelio de hoy (Lc 14,
25-33), Jesús señala tres relaciones que han de ser revisadas y repite tres
veces la referencia a sí mismo y el riesgo del desvío.
• La tres
relaciones nos remiten a los lazos familiares (v. 26), a la posesión y disfrute
de los bienes (v. 33) y al cómodo apego
a la propia vida (v. 26). No podemos vivir sin esos anclajes. Pero habrá que
ver si estamos dispuestos a verlos a la luz de la sabiduría de Dios. La llamada
al seguimiento de Jesús es una llamada a
la libertad. Ese es el punto de partida.
• Las
tres referencias a su persona señalan la característica propia del discipulado.
“Si alguno se viene conmigo”…, “detrás de mí”…,
“discípulo mío”. El itinerario es difícil, pero el Maestro lo ha dejado
bien trazado. Nadie va con el Señor para triunfar en la vida. La llamada a la
libertad es una llamada al seguimiento de Jesús. Ese es el punto de llegada.
• Junto a
esas tres relaciones y referencias, se encuentran otras tres negaciones: “No
puede ser discípulo mío”. Esa es la
grandeza de la libertad. La persona puede hacer su opción fundamental. Y esa es
la limitación de la libertad. Que no siempre nuestras opciones nos llevan a
vivir como discípulos del Señor y a construir la torre del Reino de Dios.
LA CRUZ Y EL CAMINO
“¿Seguís al Señor sin cruz? Pues no vais
tras él. Muchos se venían cuando predicaba en los montes, en el campo y en los
templos, y de cuantos siguieron entonces no hubo uno que le ayudase a llevar la
cruz... No hay quien se aparte del mal por Jesucristo y le ayude a llevar la
cruz”. Así predicaba San Juan de Ávila con palabras que recuerdan las de Jesús.
• “Quien no lleve su cruz detrás de mí no
puede ser discípulo mío”. No es el Señor quien nos impone la cruz. Creyentes o
no creyentes, algún día encontraremos el dolor. Basta esperar lo suficiente. A
todos nos tocará un día llevar nuestra cruz. Pero el Señor nos invita a
llevarla tras Él. Es decir, a ver cómo él nos precede en el camino y a seguirle
con su espíritu
•
“Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser dicípulo mío”. Esas
palabras no se dirigen solo al cristiano individual. Ese es el camino de toda
la Iglesia. No puede eximirse de llevar la cruz una comunidad que dice seguir y
confesar al Crucficado. La persecución no
es un accidente de la historia. La comunidad cristiana sabe bien cuál es
el camino del Señor.
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