Enlazo un artículo que nos adentra en la forma de celebrar las fiestas de la Navidad: Argentina, México, Estados Unidos, Italia, Francia, India.... hasta llegar a una treintena de paises y tradiciones diversas. (Leer más)
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La familia y la gracia Lc 2,22-40 (NAB1-14) Sagrada Familia
“El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a
su madre acumula tesoros”. No deberíamos dejar de leer el texto del libro
bíblico del Sirácida, que se proclama en la primera lectura de la celebración
eucarística de hoy (Eclo 3, 2-6.12-14).
En una primera parte contiene reflexiones como estas, llenas de sabiduría.
Despues, las reflexiones se convierten en consejos, que
siguen teniendo valor en una sociedad en la que los hijos desprecian la
sabiduría de los padres, calificándola de anticuada: “Hijo mío, sé constante en
honrar a tu padre; no lo abandones mientras viva. Aunque flaquee su mente, ten
indulgencia. No lo abochornes mientras seas fuerte”.
Como si conociera el sentido de culpa que afecta siempre a
todos los que han despreciado o abandonado a sus padres, el autor termina
formulando una promesa no exenta de poesía: “La piedad para con el padre no se
olvidará..., el día del peligro Dios se acordará de ti y deshará tus pecados
como el calor deshace la escarcha”.
DOS PROFETAS
En el evangelio que se proclama en esta fiesta de la Sagrada
Familia (Lc 12, 22-40) se recuerda la purificación de María y la presentación
de Jesús en el templo. Lo primero que llama la atención es la triple alusión a
la Ley de Moisés. Aquella familia de Nazaret cumple con fidelidad lo prescrito
a su pueblo: presentar su hijo al Señor, de quien lo ha recibido.
Es verdad que inmediatamente se alude por otras tres veces
al Espíritu Santo. Moraba en Simeón, le había prometido que no moriría sin ver
al Mesías del Señor y, llegado el momento, lo guió oportunamente hasta el
templo. Así pues, la llegada de Jesús es como el gozne sobre el cual giran las
dos alianzas: una centrada en la Ley y la otra movida por el Espíritu.
Simeón y Ana son dos profetas. Representan la piedad de los
creyentes. Viven de cara a Dios y prestan atención a sus señales. Reconocen al
Mesías en un niño que no lleva señales de su dignidad. Dan gracias a Dios por
Él y anuncian su presencia a quien les puede escuchar. De paso, la familia de
Jesús es “evangelizada” por ellos.
Y TRES PLANOS
Pero el evangelio de hoy no se detiene ahí. Nos dice que,
después de cumplir lo prescrito por la Ley del Señor, la familia regresa a Nazaret.
Del ámbito sagrado pasan con normalidad al ámbito “profano” de la vida diaria.
Dan gracias a Dios por la vida y tratan de vivirla en su integridad y con sencillez , como sugiere el texto con
tres pinceladas.
• “El niño iba creciéndo y robusteciéndose”. He ahí el plano de la naturaleza. El paso del
tiempo y el crecimiento de una vida humana, que es preciso aceptar y agradecer.
• “Jesús se llenaba de sabiduría”. Es este el plano de la
cultura y de la socialización. Gracias a José y a María el niño aprende el
“saber “humano y el “sabor” de las cosas
de Dios.
• “La gracia de Dios lo acompañaba”. En este plano, Dios
tiene todo el protagonismo. El amor y el proyecto de Dios van guiando el
desarrollo de Jesús.
Breve historia de la Navidad (Fco. José Gómez Fdez.)
Cada año por Navidad parece
existir la obligación moral de añorar, ser buenos y hacer propósitos
para el año nuevo sólo por la llegada de la última semana de diciembre,
pero la Navidad «no es tan sólo un conjunto de recuerdos, buenos
sentimientos e intenciones para el futuro», a juicio de Francisco José Gómez Fernández. Este historiador burgalés emprendió la ardua tarea de estudiar y recopilar en su "Breve historia de la Navidad"
(Nowtilus, 2013) las historias, protagonistas, sucesos, tradiciones y
anécdotas que hoy conforman «una de las manifestaciones religiosas,
culturales y humanas más importantes de la historia de la humanidad» y
elevan al hombre «sobre su propia condición, extrayendo de él lo mejor
de sí mismo».
Así comienza una entrevista que le realiza la periodista Mónica Arrizabalaga con motivo de repasar los contenidos que aborda en el libro: la historia de estas fiestas tan entrañables y familiares. Tradiciones y ceremonias, belenes, abetos, magos, villancicos, san Nicolás... (Leer la entrevista)
Editorial Nowtilus
304 páginas
ISBN impreso 9788499675367
Precio impreso 14 euros
ISBN electrónico 9788499675381
Precio ebook 7 euros
El rey y la sierva Lc 1,26-38 (ADB4-14)
“Afirmaré
después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas y consolidaré el trono
de su realeza. Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo”. Esa es la
promesa que Natán transmite a David de parte de Dios. Merece la pena leer toda
la profecía que hoy se proclama en la primera lectura de la misa (2 Sam 7).
David
ha manifestado su voluntad de construir una casa para el Señor. Pero, por medio
del profeta, Dios le comunica que es Él quien ha decidido elegir la casa de
David, protegerla y conservar a sus descendientes en el trono: “Tu casa y tu
reino durarán por siempre en mi presencia y tu trono durará por siempre”.
Junto
a
la alianza entre Dios y su pueblo, se establece ahora otra relación
especial
con David, que se manifestará en nuevas bendiciones. El hijo de David no
será
hijo de Dios por naturaleza. Nunca podrá ser divinizado. Pero será hijo
de Dios por elección y por una especie de adopción. Por eso habría de
ser un signo de
su gracia.
EL HIJO DEL ALTÍSIMO
En
el evangelio que hoy se lee (Lc 1, 26-38) el anuncio del ángel Gabriel a María
recuerda aquella profecía de Natán: “Concebirás en tu vientre y darás a luz un
hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo,
el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de
Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”.
•
Jesús es heredero de la estirpe de David. Su realeza es hereditaria. Él viene a
remediar el fracaso de los reyes descendientes de David que no fueron fieles a
la alianza. Jesús viene, sobre todo, a renovar aquella alianza y a revelar su
sentido más profundo. La elección de Dios tiene una dimensión espiritual, un
destino universal en el espacio y perenne en el tiempo.
•
Jesús heredará el trono de David. Pero nunca tratará de reivindicar para sí
mismo un poder sobre las tierras y las cosas. Jesús no viene a imponer su
soberanía por la fuerza. Viene a proponer un camino de salvación y de gracia,
que poco tiene que ver con las apetencias humanas de interés, de gloria y de prestigio.
•
Jesús es en verdad el Hijo del Altísimo. No es tan sólo un hijo por elección.
Él mismo habrá de explicar su relación personal con su Padre. Él habrá de
repetir una y otra vez que el Padre y Él son una misma cosa, por decirlo con
palabras muy pobres. Comparten el mismo origen y la misma voluntad. Son un
mismo querer y un mismo proyecto.
PALABRA Y VIDA
En
este cuarto domingo de Adviento es muy importante el contenido del mensaje del
Ángel. Pero no se puede olvidar la figura de María, a la que se dirige el
mensaje. Sus palabras son un evangelio dentro del Evangelio.
•
“Aquí está la esclava del Señor”. El proyecto de Dios no se cumplirá por medio
de las altaneras pretensiones de los que buscan el poder a toda costa. La
humildad que caracterizaba a los siervos nos prepara para prestar atencion a la
voluntad del Señor sobre nosotros y sobre nuestro mundo.
•
“Hágase en mí según tu palabra”. Sin embargo, con no ser poco, no basta con
prestar atención a la voluntad de Dios. Es preciso acoger la palabra de Dios
con un corazón limpio y generoso, como el de María. Como escribió San Agustín,
“la Palabra de Dios se hizo vida en su vientre
porque antes se había hecho verdad en su mente”.
El profeta del Mesías Jn 1,6-8.19-28 (ADB3-14)
El
Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido”. Así
comienza el texto del libro de Isaías
que hoy se lee en la liturgia eucarística (Is 61, 1-2.10-11). En él se anuncia
a Israel un profeta que recibe el espíritu de Dios y lo difunde. No lo difunde
sólo de palabra, sino de obra.
Las
obras del profeta son concretas y visibles. Su presencia se hará notar en la
sociedad. El profeta que recibe el
Espíritu de Dios consuela a todos los que sufren, venda las heridas de todos
los desgarrados, libera a los cautivos y prisioneros y, sobre todo, inaugura un
año jubilar: el año de gracia de parte del Señor.
Además,
el profeta proclama a los cuatro vientos un anuncio de alegría universal: el
Señor hará brotar la justicia y los himnos ante todos los pueblos. Este tercer
domingo de Adviento se hace notar por su invitación a la alegría.
TRES VECES “NO”
En
el texto evangélico que hoy se lee se nos presenta también a un profeta (Jn 1,
6-8.19-28). Es un enviado por Dios. Se llamaba Juan y venía como testigo, para
dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la luz. A
continuación, el texto nos ofrece una precisión importante: “No era él la luz,
sino testigo de la luz”.
Nos
impresiona el interrogatorio al que es sometido Juan Bautista por los emisarios
de los sacerdotes y levitas de Jerusalén. Juan responde con verdad y humildad.
Por tres veces repite un “no” tajante a
los que le preguntan. No es Elías, el gran defensor de la majestad de Dios. No
es el profeta anunciado por el Deuteronomío. Y no es el Mesías esperado.
Pero
nadie puede vivir sólo de negaciones. Hay que definirse por un “Sí”. Es preciso
reconocer lo que uno es y lo que está dispuesto a dar. Pues bien, para
identificarse, Juan se presenta como la voz que clama en el desierto,
exhortando a todos a allanar los caminos. Eran expresiones del libro de Isaías
que anunciaban la liberación a los deportados.
EL
ANUNCIO
Pero
hay más en el mensaje de Juan. No se presenta como el esperado por su pueblo,
pero no deja de anunciarlo:
•
“En medio de vosotros hay uno que no conocéis”. Ahora, como entonces, tenemos
al Mesías entre nosotros, pero no reconocemos su presencia. Necesitamos
aprender a descifrar los signos que lo anuncian.
•
“Él viene detrás de mí y existía antes que yo”. Ahora como entonces, hemos de
reconocer que somos un eslabón en medio de una cadena. Hay un antes y un
después que nosotros. El Señor nos precede
y, a la vez, nuestro testimonio
anuncia su llegada.
•“Yo
no soy digno de desatar la correa de sus sandalias”. Ahora como entonces, hemos
de reconocer humildemente nuestro papel en la historia de la salvación. No
somos el Señor. Somos los siervos y los servidores del Señor. Nada más.
Inmaculada Concepción (8 diciembre)
La Inmaculada o Purísima Concepción de María, dogma católico que plantea
que la Virgen María fue preservada de todo pecado incluso desde el
momento de su concepción, fue proclamado y definido en la bula
"Inefabilis Deus" del Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854 y ha sido,
-bien aceptado en el Islam, bien objeto de devoción y debate en el
Cristianismo-, una fuente de inspiración para grandes artistas del S.
XIX, contando entre sus máximos esponentes los españoles Murillo, El
Greco, Zurbarán, Velásquez, Ribera e italianos, como Tiépolo, entre
muchos otros artistas europeos.
Este dogma ya venía siendo
discutido desde la Edad Media y el Renacimiento, de tal manera que
algunos artistas (como Giotto) representaban tempranamente la Concepción
de María con el "Beso en la Puerta Dorada", donde figuran los padres de
María besándose delicadamente frente a la puerta dorada de Jerusalén.
Posteriormente, diversos artistas añadieron rasgos iconográficos propios
de la imagen que hoy conocemos como "María Inmaculada", semejando la
mujer del Apocalipsis y retomando pasajes del Génesis, el Cantar de los
Cantares, la Letanía Lauretana y algunas normas iconográficas de la
época: María revestida del sol, con la luna bajo los pies, corona de
doce estrellas, alas de águila (común en la época del barroco), con o
sin el niño Jesús (predominando más la segunda opción), acompañada de
elementos como el espejo sin mancha, torre de marfil, sus pies
aplastando la serpiente antigua (en ocasiones omitido), con actitud de
oración, con rasgos faciales de niña o adolescente, ropaje blanco o rojo
con túnica azul y ángeles a sus pies.
Con las posteriores
apariciones de la Virgen reportadas en Lourdes y en París (esta última a
Santa Catalina Labouré, 1830; popularizada con el nombre de "Medalla
Milagrosa"), las cuales ejercieron un papel fundamental en la
formalización del dogma inmaculista, se añadieron elementos como el
rosario, los rayos que salen de las manos y el mundo bajo sus pies, o
sostenido entre sus manos (como es el caso de "María, Reina de las
Misiones", advocación derivada de la Medalla Milagrosa).
Video ambientado con el tema "Caribbean blue" de Enya y algunas otras imagenes de transición. (fuente Youtube Franco J.)
Preparando el camino al Señor Mc 1,1-8 (ADB2-14)
“Allanad en la estepa una
calzada para nuestro Dios” (Is 40,3). La
segunda parte del libro del profeta Isaías comienza con un oráculo del Señor:
“Consolad, consolad a mi pueblo”. A las gentes que han sufrido durante largo
tiempo el penoso y humillante exilio en Babilonia se les anuncia la proximidad
del retorno a sus tierras de Judá.
“Una voz grita: En el
desierto abrid camino al Señor”. Es decir, Dios se identifica con su pueblo. Se
puede decir que también él ha vivido desterrado con su gente. Pero ahora se
propone encabezar la caravana de los que van a regresar a su tierra. Los que
fueron desterrados un día o los hijos que les han nacido en el destierro.
Hasta nueve veces aparece en este texto la
mención de Dios. La esperanza se vuelve a él. Hay que abrir una calzada en la
estepa. Pero es una calzada para Dios. El pueblo habrá de recordar siempre que
esa es su vocación. Abrir caminos para que Dios pueda recorrerlos, hacerse
presente entre sus gentes y guiarlos hacia la libertad.
LOS COMPROMISOS
Pues bien, el evangelio que hoy se proclama
retoma el texto del “Libro de la Consolación” e identifica la voz del antiguo
pregonero con la de Juan el Bautista. Vestido y alimentado con una austeridad
que llama la atención de todos, Juan grita en el desierto: “Preparadle el
camino al Señor, allanad sus senderos” (Mc 1,3). Esa preparación incluía tres
compromisos urgentes:
• En primer lugar, la
conversión, es decir el cambio de mentalidad y de costumbres. No una simple
disminución cuantitativa, sino un salto cualitativo en la vida. Es decir, una
verdadera y nueva creación de la persona.
• En segundo lugar, la confesión pública de los
pecados, como reconocimiento del propio error y del extravío de la persona. Es
decir, la admisión y la profesión de que siempre es posible alcanzar el perdón de Dios.
• Y en tercer lugar, el
bautismo en las aguas del Jordán. Es decir, la renovación de la memoria de que
un día las aguas de este río se habían abierto para permitir el paso a Josué y
a su pueblo hacia la tierra prometida.
EL ANUNCIO
De todas formas, aunque las
palabras de Juan sean semejantes a las del mensajero que aparecía en el “Libro
de la Consolación”, hay algo nuevo en ellas. Del anuncio de Dios se pasa ahora
al anuncio de otro personaje misterioso con el que por tres veces se compara
Juan:
• “Detrás de mí viene el que
puede más que yo”. Juan se ha mostrado como un profeta convincente y respetado.
Pero él no es el final del camino. Solamente lo prepara. El que ha de venir es
más poderoso que Juan.
• “Yo no merezco agacharme
para desatarle las sandalias”. Juan habla con autoridad. Sin embargo no se
considera más que un esclavo. Ni siquiera eso. El esclavo prestaba a su amo los
servicios más humildes, que Juan ni se atreve a prestar al que ha de
venir.
• “Yo os bautizo con agua,
pero él os bautizará con Espíritu Santo”. Juan conocía los ritos de
purificación que los más piadosos de su pueblo realizaban con frecuencia. Pero
él sólo bautizaba con agua. El bautismo definitivo purificaría con el Viento
Santo que creó los mundos.
Ya es Adviento y Navidad en Reflejos de luz
Nuestra página amiga "reflejos de luz" os ha preparado un sinfín de recursos para el Adviento y la Navidad: Canciones, dinámicas, teatrillos navideños, ideas para colorear, formación, oraciones...
La venida del Señor Mc 13,33-37 (AVB1-14)
“Ojalá rasgases el cielo y
bajases, derritiendo los montes con tu presencia” (Is 64,1). Ese grito, que se encuentra en la tercera parte
del libro del profeta Isaías, parece reflejar una situación de angustia y una
gran esperanza. Y así es. Incluido en la primera lectura de la misa hoy, nos
introduce de lleno en el espíritu del Adviento.
El profeta observa con
preocupación la infidelidad de su pueblo. Son muchos los que andan extraviados.
Dan muestras de tener un corazón endurecido. No invocan el nombre del Señor ni
se esfuerzan por aferrarse a él. Lo admitan o no, son víctimas de sus propias culpas. Pero el
profeta reconoce que nadie hace tanto por su pueblo como el mismo Dios.
Por eso el profeta se dirige
a él con una asombrosa confianza: “Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la
arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano”. Y le pide que rasgue
los cielos y se haga presente con su salvación en medio de su pueblo. Un anhelo
que recoge el salmo responsorial al repetir: “Ven a salvarnos… ven a visitar tu
viña” (Sal 79).
LA ESPERA Y LA TAREA
También en el evangelio que hoy se proclama
aparece por dos veces la alusión a la venida del dueño de la casa (Mc
13,33-37). Es muy clara e intuitiva esa
breve parábola de Jesús. Nos presenta a un
patrón que se va de viaje, asignando una tarea a cada uno de sus criados
y encargando al portero de la casa que esté atento para recibirle a su regreso.
Como se ve, el patrón no
señala al partir el momento en que volverá a su casa. Este dato es muy
importante. Él es el dueño de la casa y no pretende desentenderse de ella. Es
su casa y quiere encontrarla abierta al regresar de su viaje. Él es el señor y
quiere que sus criados cumplan con su misión siempre y en todo momento.
La parábola tiene una
aplicación inmediata a este tiempo de Adviento que hoy comienza en la Iglesia
latina de rito romano. Este es el tiempo que nos recuerda nuestra vocación a la
esperanza. Nuestra fe nos lleva a vivir aguardando la venida del Señor y la
manifestación de su reino en la tierra. Pero no esperamos en la ociosidad. Se
nos ha confiado una tarea concreta.
EL SUEÑO Y LA VIGILA
Por tres veces aparece en el
evangelio de hoy la exhortación a la vigilancia. El dueño de la casa sabe de
sobra que la rutina en el trabajo y el olvido de las tareas pueden generar
sopor y somnolencia. Pero es preciso mantenerse despiertos.
• “Vigilad, pues no sabéis
cuándo es el momento”. Es verdad que no sabemos cuándo se manifestará en su
plenitud el reino que esperamos. Además, sufrimos la tentación de olvidar la
importancia definitiva del momento que vivimos en el presente.
• “Velad, pues no sabéis
cuándo vendrá el dueño de la casa”. Casi siempre creemos que hay que velar, porque
tememos la venida del Señor como la amenaza de un castigo. Pero olvidamos que
también se mantiene en vela quien espera a la persona amada.
• “Lo que os digo a
vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!” La exhortación de Jesús se dirige a cada
uno de nosotros. No podemos vivir en la acedia ni en el pesimismo estéril, como
dice el Papa Francisco. Esperar es operar. Aguardar la venida del Señor nos
lleva a vivir con generosidad la
vocación al amor y el compromiso con la vida, con la verdad y la justicia.
Discurso papa Francisco ante el Parlamento Europeo (25-11-2014)
Señor Presidente, Señoras y Señores Vicepresidentes,
Señoras y Señores Eurodiputados,
Trabajadores en los distintos ámbitos de este hemiciclo,
Queridos amigos
Señoras y Señores Eurodiputados,
Trabajadores en los distintos ámbitos de este hemiciclo,
Queridos amigos
Les agradezco que me hayan invitado a tomar la palabra ante esta
institución fundamental de la vida de la Unión Europea, y por la
oportunidad que me ofrecen de dirigirme, a través de ustedes, a los más
de quinientos millones de ciudadanos de los 28 Estados miembros a
quienes representan. Agradezco particularmente a usted, Señor Presidente
del Parlamento, las cordiales palabras de bienvenida que me ha dirigido
en nombre de todos los miembros de la Asamblea.
Mi visita tiene lugar más de un cuarto de siglo después de la del Papa Juan Pablo II.
Muchas cosas han cambiado desde entonces, en Europa y en todo el mundo.
No existen los bloques contrapuestos que antes dividían el Continente
en dos, y se está cumpliendo lentamente el deseo de que «Europa, dándose
soberanamente instituciones libres, pueda un día ampliarse a las
dimensiones que le han dado la geografía y aún más la historia».[1]
Junto a una Unión Europea más amplia, existe un mundo más complejo y
en rápido movimiento. Un mundo cada vez más interconectado y global, y,
por eso, siempre menos «eurocéntrico». Sin embargo, una Unión más
amplia, más influyente, parece ir acompañada de la imagen de una Europa
un poco envejecida y reducida, que tiende a sentirse menos protagonista
en un contexto que la contempla a menudo con distancia, desconfianza y,
tal vez, con sospecha.
Al dirigirme hoy a ustedes desde mi vocación de Pastor, deseo enviar a
todos los ciudadanos europeos un mensaje de esperanza y de aliento.
¡URGENTE! Intolerancia contra el papa Francisco
La plataforma española "Hazteoir" está pidiendo el apoyo al papa Franscisco. ¿La razón? Su inminente discurso ante el Parlamento Europeo el próximo martes día 25 de noviembre ha movilizado a sectores laicistas y un partido minoritario y extremista español Izquierda Plural busca abanderar la queja que se transforme en presión para que dicho Parlamento retire la invitación al papa.
Piden que expreses tu apoyo a Santo Padre porque sí nos sentimos representados por él. Sólo tienes que poner tu nombre y apellidos, correo electrónico y país. En escasos 4 días ya nos hemos sumados más de 28.000 personas ¿Vamos a hacer algo? ¡¡¡ Únete !!!
El rey pastor Mt 25,31-46 (TOA34-14)
“Yo mismo en persona buscaré
a mis ovejas siguiendo su rastro…Voy a juzgar entre oveja y oveja, entre
carnero y macho cabrío”. Ese es el comienzo y el fin de la primera lectura que
hoy se proclama (Ez 34, 11.17). El profeta Ezequiel ha recriminado de parte de
Dios a los malos pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos y se aprovechan del rebaño.
Por eso Dios promete arrebatar su rebaño de la
mano de esos malos pastores y arrancar las ovejas de su boca. Y no sólo eso.
Dios mismo promete cuidar de su rebaño y velar por él. Lo conducirá a los
mejores pastos, buscará a la oveja perdida y sanará a las heridas y a las
enfermas. A las fuertes y gordas las apacentará como es debido.
Esas palabras podían ser comprendidas
fácilmente por quienes escuchaban al profeta. Tal vez muchos de ellos se
alegrarían de esa intervención del mismo Dios en la situación de corrupción en
que vivían. Pero el profeta sabe que Dios es silencioso y bondadoso, pero no es
imparcial. El Pastor habrá de juzgar con
justicia el comportamiento de unos y de otros.
EL JUICIO DEL SEÑOR
Al leer el evangelio que se proclama en esta
fiesta de Cristo Rey (Mt 25,31-46) imaginamos sin duda el fresco del Juicio
Final que Miguel Ángel pintó en la Capilla Sixtina. Esa impresionante escena
nos lleva a examinar nuestro comportamiento diario. Pero este texto es sobre
toda una reflexión sobre Jesús, su identidad y su misión, como se ve por los
títulos que se le atribuyen.
• Jesús es el Hijo del
Hombre y el hijo del Padre, cuya bendición y maldición pronuncia como una
sentencia definitiva en el momento decisivo de la historia.
• Jesús es el Pastor, que conoce con tal profundidad a sus ovejas y
a sus cabras que puede separarlas justamente
de acuerdo con la índole y la conducta que han observado.
• Jesús es el Rey y el
Señor, que administra justicia de acuerdo con las acciones y las omisiones de
los que deberían haberlo reconocido, acogido y socorrido durante su vida.
El texto sugiere todavía una
reflexión inolvidable. El pueblo de Israel esperaba un Mesías que viniera a
hacer justicia a sus gentes y a castigar a sus enemigos. Pero el texto
evangélico anuncia que ante el Rey-Pastor se reunirán “todas las naciones”. El
juicio universal del Señor se pronuncia sobre los que se sienten elegidos por
él, y también sobre aquellos que no lo conocen.
Y EL CRITERIO DEL JUICIO
Tras invitarnos a contemplar
al Juez, el evangelio de hoy nos invita a volver la mirada a los que han de ser
juzgados por él, a reflexionar sobre el criterio del juicio, y considerar el
destino que les aguarda: a unos el Reino “preparado” para ellos, y a otros el
fuego que no estaba en principio “preparado” para ellos.
• “Venid benditos de mi Padre…
porque tuve hambre y me disteis de comer”. Jesús había ya declarado una norma
fundamental: “Quien a vosotros recibe a mí me recibe; y quien me recibe a mí,
recibe a aquel que me envió” (Mt 10,40). El camino estaba claro. El juicio
evidencia que algunos habían aceptado esa identificación de todo hombre con
Jesús y con su Padre.
• “Apartaos de mí malditos…
porque tuve hambre y no me disteis de comer”. El diálogo se repite. El criterio
de la justicia no es la aceptación de unas verdades de fe ni el número y fervor
de unas oraciones. El juicio consiste en examinar si los juzgados han
comprendido que todo servicio de amor a los “humildes” era un servicio prestado
a Jesucristo, el “hermano” universal.
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