Hoy
comenzamos una serie de catequesis sobre los Sacramentos, y la primera
es respecto al Bautismo. Por una feliz coincidencia, el próximo domingo
precisamente la fiesta del Bautismo del Señor.
1.
El Bautismo es el sacramento sobre el que se sustenta nuestra propia fe
y que nos injerta como miembros vivos en Cristo y en su Iglesia. Junto a
la Eucaristía y la Confirmación forma la llamada "Iniciación
Cristiana", la cual constituye como un único gran evento sacramental que
nos configura al Señor y nos convierte en un signo vivo de su presencia
y de su amor.
Pero
puede nacer en nosotros una pregunta: ¿es realmente necesario el
Bautismo para vivir como cristianos y seguir a Jesús? ¿No se trata en el
fondo de un simple rito, un acto formal de la Iglesia para dar el
nombre al niño o a la niña? Es una pregunta que puede surgir, ¿no? En
este sentido, es esclarecedor lo que escribe el apóstol Pablo: "¿O no
sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, fuimos
bautizados en su muerte? A través del bautismo, pues, fuimos sepultados
con él en la muerte, para que al igual que Cristo resucitó de los
muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros podamos
caminar en una vida nueva" (Rm 6,3-4). ¡Así que no es una formalidad! Es
un acto que afecta profundamente nuestra existencia. No es lo mismo, un
niño bautizado o un niño no bautizado. ¡No es lo mismo! No es lo mismo
una persona bautizada o una persona no bautizada. Nosotros con el
bautismo somos sumergidos en la fuente inagotable de la vida que es la
muerte de Jesús, el más grande acto de amor de toda la historia; y
gracias a este amor podemos vivir una nueva vida, ya no a merced del
mal, el pecado y la muerte, sino en comunión con Dios y con los
hermanos.
2.
Muchos de nosotros no tienen el más mínimo recuerdo de la celebración
de este Sacramento, y es obvio, si hemos sido bautizados poco después
del nacimiento. Pero yo he hecho esta pregunta dos o tres veces, aquí en
la plaza: quién de ustedes conoce la fecha de su Bautismo, levante la
mano. ¿Quién la sabe? ¿Eh, pocos, eh? Pocos. Pero es importante, es
importante conocer cuál ha sido el día en el que yo he sido sumergido,
puesto justamente en aquella corriente de salvación de Jesús. Y me
permito darles un consejo. Pero, más que un consejo, una tarea para hoy.
Hoy, en casa, busquen, pregunten la fecha del Bautismo y así sabrán
cuál ha sido el día tan bello del Bautismo. ¿Lo harán? No noto
entusiamo, ¿eh? ¿Lo harán? ¡Eh, sí! Porque es conocer una fecha feliz,
aquella de nuestro Bautismo. El riesgo de no saberlo es perder la
conciencia de lo que el Señor ha hecho en nosotros, del don que hemos
recibido. Entonces llegamos a considerarlo sólo como un evento que ha
ocurrido en el pasado - y ni siquiera por nuestra propia voluntad, sino
por la de nuestros padres – por lo que ya no tiene ninguna incidencia
sobre el presente. Debemos despertar la memoria de nuestro Bautismo:
despertar la memoria del Bautismo. Estamos llamados a vivir nuestro
Bautismo todos los días, como una realidad actual en nuestra existencia.
Si conseguimos seguir a Jesús y a permanecer en la Iglesia, a pesar de
nuestras limitaciones, nuestras fragilidades y nuestros pecados es
precisamente por el Sacramento en el que nos hemos convertido en nuevas
criaturas y hemos sido revestidos de Cristo. Es en virtud del Bautismo,
en efecto, que, liberados del pecado original, estamos injertados en la
relación de Jesús con Dios Padre; que somos portadores de una esperanza
nueva, porque el Bautismo nos da esta esperanza nueva. La esperanza de
ir por el camino de la salvación, toda la vida. Y a esta esperanza nada y
nadie la puede apagar, porque la esperanza no defrauda. Acuérdense.
Esto es verdad. La esperanza del Señor no defrauda nunca. Gracias al
Bautismo somos capaces de perdonar y de amar también a quien nos ofende y
nos hace mal; logramos reconocer en los últimos y en los pobres el
rostro del Señor que nos visita y se hace cercano. Y esto, el Bautismo,
nos ayuda a reconocer en el rostro de las personas necesitadas, en los
que sufren, también de nuestro prójimo, el rostro de Jesús. Es gracias a
esta fuerza del Bautismo.
3.
Un último elemento importante: Les hago una pregunta. ¿Una persona
puede bautizarse a sí misma? ¡No oigo! ¿Están seguros? No se puede
bautizar. ¡Nadie puede bautizarse a sí mismo! ¡Ninguno! Podemos pedirlo,
desearlo, pero siempre necesitamos a alguien que nos confiera este
Sacramento en el nombre del Señor. El Bautismo es un don que se otorga
en un contexto de interés e intercambio fraterno. Siempre, en la
historia, una bautiza al otro y el otro al otro.. Es una cadena. Una
cadena de gracia. Pero yo no me puedo bautizar a mí mismo. Se lo tengo
que pedir a otro. Es un acto de fraternidad. Un acto de filiación a la
Iglesia. En su celebración podemos reconocer los rasgos más genuinos de
la Iglesia, que como una madre sigue generando nuevos hijos en Cristo,
en la fecundidad del Espíritu Santo.
Entonces
pidamos de corazón al Señor para que podamos experimentar cada vez más,
en la vida cotidiana, la gracia que hemos recibido en el Bautismo. Que
encontrándonos, nuestros hermanos puedan encontrar a verdaderos hijos de
Dios, a verdaderos hermanos y hermanas de Jesucristo, a verdaderos
miembros de la Iglesia.
¡Y
no se olviden de la tarea de hoy! ¿Cuál era? Buscar, preguntar la fecha
de mi Bautismo. Como sé la fecha de mi nacimiento, también tengo que
conocer la fecha de mi Bautismo, porque es un día de fiesta. Gracias.
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