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Luz y alegría Mt 4,12-23 (TOA3-14)



“Camino del mar, al otro lado del jordán, Galilea de los gentiles”. Estas palabras del profeta Isaías que se proclaman en la liturgia de hoy nos sitúan en las tierras en torno al lago de Genesaret (Is 8, 23b-9,3). Había sido repoblado por gentes llegadas de diversos países. Por eso,  Galilea se identificaba como una región de paganos.
Sin embargo, el profeta no condena a aquellas gentes. Al contrario, adivina un futuro brillante para ellas. “A los que habitaban tierras de sombra, una luz les brillará”. El Señor les colmará de la alegría y el gozo que experimentan  los que siegan la cosecha y los que reparten un botín.
¿Cuál es la razón que justifica esas promesas?. No es el esfuerzo de las gentes, sino el don de Dios, que las libra de una esclavitud que se expresa con las imágenes de la vara, el yugo y el bastón. Dios no ignora a los que son calificados como paganos. Les concede su luz, su alegría y su libertad.  
  
ANUNCIO Y TESTIMONIO
  
El evangelio de San Mateo considera que aquella promesa se ha cumplido con la aparición de Jesús por la tierra de Galilea (Mt 4, 12-23). No duda en aplicar al tiempo presente la antigua profecía de Isaías. Asombrosamente, el Mesías no ha aparecido  entre los piadosos de las tierras de Judea, sino entre los paganos de Galilea.
Es verdad que el Mesías Jesús no llega para dar su aprobación a la infidelidad, el pecado y la idolatría. Ya con sus primeras palabras invita a las gentes a la conversión. No para ser más aceptables en la sociedad de su tiempo, sino para poder acoger a Dios como Señor. Porque llega el Reino de Dios.
El evangelio dice que Jesús recorre la zona enseñando en las sinagogas, proclamando el Evangelio del Reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo. Tres ministerios que son confiados también a los creyentes de hoy. Tres tareas imprescindibles en el ejercicio de la evangelización.

EL CORDERO Y LA PALOMA

Pero el Enviado de Dios no puede quedar solo. Elige a hombres de aquella tierra para que compartan su misión. Las palabras que Jesús dirige a sus primeros discípulos no pueden quedar en el olvido. Con ellas se dirige también hoy a nosotros:
• “Venid y seguidme”.  La iniciativa es del Maestro. Llama a cuatro pescadores para que lo acompañen por el camino, para que vivan con él y como él, y acepten su misma suerte. 
• “Os haré pescadores de hombres”.  Los llamados son pescadores que ejercen su oficio en el lago de Galilea. Jesús conoce su habilidad y quiere que la apliquen al ministerio que desea confiarles.
• “Ellos dejaron las redes y le siguieron”. El texto subraya la prontitud y el desprendimiento con el que los llamados responden a Jesús. Pero nadie deja todo por nada. Los discípulos de antes y de ahora descubren en Jesús el horizonte de su vida.

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