El discurso que el día de Pentecostés dirige Pedro a
los judíos y habitantes de Jerusalén es un espléndido resumen de la catequesis
cristiana de todos los tiempos. En él se distinguen claramente tres momentos sucesivos.
- En primer lugar, el Apóstol evoca el recuerdo de
la misión y la obra de Jesús. No puede olvidar que Dios lo acreditó por medio
de milagros, de signos y de prodigios que todos pudieron ver.
- Además, Pedro evoca a dos actores del drama de la
Pascua. Por una parte, están sus
oyentes, que llevaron a Jesús a una muerte de Cruz. Y por otra
parte, está Dios, que lo resucitó de
entre los muertos.
- Y,
finalmente, Pedro asume el protagonismo que corresponde a los creyentes. De hecho,
afirma que de esa resurrección del Mesías son testigos los discípulos que han
recibido el Espíritu Santo.
EL DESALIENTO
También el evangelio que hoy se proclama es un bello
resumen de la catequesis cristiana (Lc 24, 13-36). Ya había sido descubierto el
sepulcro vacío. Ya las mujeres habían inquietado a la pequeña comunidad, al
anunciar que no se encontraba el cuerpo de Jesús. Ya corrían los rumores… Pero
ellos habían tomado ya su decisión de alejarse de Jerusalén.
Hoy muchos se parecen a Cleofás y al otro discípulo.
Parecen haber perdido la fe. Están desalentados y no buscan más razones ni más
pruebas. Simplemente se alejan… Pero los dos discípulos que caminan hacia Emaús
son alcanzados por otro caminante. Un forastero que parece ignorar todo lo que
ha ocurrido en Jerusalén.
Los peregrinos pronuncian una frase muy
significativa: “Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de
Israel”. He ahí una de las claves del relato. El camino de Emaús es la
confesión de una fe demasiado terrena y de una ilusión frustrada… Pero los
discípulos todavía conservan la capacidad para escuchar y aceptar una
corrección.
LA ESPERANZA
También hoy el peregrino acepta compartir con
nosotros unos alimentos que apenas pueden calmar nuestra hambre. Pero entre sus
manos, el pan adquiere el significado de la vida que Él nos ha dado con su
palabra y que esperamos compartir con él para siempre. Y nosotros reflexionamos
sobre nuestra experiencia de fe.
• En el camino de Emaús nos encontramos cuando
huimos de la comunidad de los creyentes, pero también cuando regresamos a ella
con la experiencia del encuentro con el Señor.
• En el camino de Emaús compartimos nuestra
desilusión, pero también podemos recobrar la luz de la fe y la grandeza de la
esperanza.
• En el camino de Emaús olvidamos la primera
vocación, pero también podemos reconocer la voz del Señor que nos interpela
desde las Escrituras santas.
El Papa Francisco nos dice en su exhortación La Alegría del Evangelio (n. 266):
“No es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo; no es lo mismo
caminar con él que caminar a tientas; no es lo mismo poder escucharlo que
ignorar su Palabra; no es lo mismo poder contemplarlo, adorarlo, descansar en
él que no poder hacerlo. No es lo mismo tratar de construir el mundo con su
Evangelio que hacerlo solo con la propia razón”.
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