En esta fiesta de la Ascensión del
Señor a los cielos recordamos los versos de León Felipe: “Aquí vino y se fue.
Vino… nos marcó nuestra tarea y se fue. Él, que lo sabe todo, sabe que estando
solos, sin dioses que nos miren, trabajamos mejor”. Estos versos tratan de
subrayar nuestra responsabilidad en este mundo.
Durante su viaje a Tierra Santa,
San Ignacio de Loyola visitó en lo alto del Monte de los Olivos el lugar que
recuerda la Ascensión del Señor.
En aquel bloque de mármol se puede percibir la
huella de unos pies. Ignacio volvió a subir a la colina para observar en qué
dirección se orientaban las huellas. Su curiosidad le valió una reprimenda por
retrasar la salida del barco. Pero, a pesar de lo que sugieren los versos
del poeta, o la observación de las pretendidas huellas de Jesús, no puede
decirse que el Señor se haya ausentado de este mundo. El vino para hacerse
carne y plantar su tienda en nuestra historia para siempre. Asumió de verdad
nuestra peripecia terrena . El Señor permanece con nosotros.
LA RESPONSABILIDAD
La primera lectura que se proclama
hoy en la misa está tomada del libro de los Hechos
de los Apóstoles (Hech 1,1-11). En ella se recuerda la Ascensión del Señor y nuestra responsabilidad como
continuadores de su misión. El final del evangelio de Mateo
recoge el último encargo de Jesús (Mt 28,16-20). Los discípulos de entonces y
los de ahora recibimos de él un triple encargo: anunciar el mensaje de Jesús,
celebrar los sacramentos de la nueva vida y enseñar a todas las gentes a
cumplir la voluntad de Señor, sabiendo que él nos acompañará a lo largo de los
tiempos.
En el himno con que se inicia hoy
la oración de Laudes, el mismo Señor nos indica la gozosa responsabilidad
que nos confía: “Partid frente a la aurora. Salvad a todo el que crea. Vosotros
marcáis mi hora. Comienza vuestra tarea”. La Ascensión de Jesús a los cielos
pone en marcha a la Iglesia para que anuncie el evangelio a todas las gentes.
EL TESTAMENTO
Hoy se ofrecen a nuestra
meditación las últimas palabras de Jesús: “Yo estoy con vosotros todos los días
hasta el fin del mundo”.
• “Yo estoy con vosotros”. Jesús
había sido anunciado por el ángel como el Emmanuel,
es decir, el “Dios con nosotros”. Al final de su camino terreno, él se ha atribuido finalmente ese nombre. Y
nosotros creemos en la sinceridad de su promesa. • “Todos los días”. Nos resulta
bastante fácil imaginar que Dios está con nosotros en los momentos de triunfo.
Pero sabemos y creemos que él nos acompaña también en los días de nubarrones y
de lágrimas.
• “Hasta el fin del mundo”. No
somos los primeros cristianos. Pero tampoco seremos los últimos. Las dos
tentaciones son igualmente peligrosas. Somos un eslabón en la cadena de los que
creen, esperan y aman. Vivimos recordando
el pasado y acordando la paz para el
futuro, pero siempre bien atentos al presente.
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