“La ciudad se llenó de alegría”.
Puede parece insignificante esa nota que encontramos en la primera lectura de
la misa de este domingo sexto de Pascua (Hech 8, 5-8. 14-17). La ciudad es
Samaría. Como sabemos, los samaritanos siempre se habían mostrado distantes y
enemigos de los judíos. Pero ahora reciben con gozo la predicación de Felipe
sobre Jesucristo.
En efecto, Felipe anuncia el
evangelio y acompaña su predicación con signos de liberación. Y eso llena de
alegría a los que siempre habían rechazado a los judíos y aun al mismo Jesús.
Una buena lección para los que hemos sido llamados a anunciar el evangelio y
caemos en el pecado del pesimismo, que denuncia el Papa Francisco.
Hay otro detalle importante.
Felipe va roturando el campo y sembrando el grano. Pero deja la recogida de los
frutos a los apóstoles Pedro y Juan. A ellos corresponde imponer las manos, a
los que han escuchado el evangelio. Es entonces cuando desciende sobre ellos el
Espíritu Santo. Los evangelizadores son bien poca cosa si no colabora el
Espíritu de Dios.
LOS MANDAMIENTOS Y EL MUNDO
Al Espíritu alude también Jesús en
el Evangelio que hoy se proclama (Jn 14, 15-21). De nuevo nos encontramos en el
marco de la última cena. Y escuchamos las palabras del Maestro que anuncia el
envío del Consolador: “Yo pediré al Padre que os envíe otro
defensor, el Espíritu de la verdad, para que esté siempre con vosotros”.
Jesús
promete estar atento a las necesidades de sus discípulos. Su Espíritu estará
con ellos como el único y verdadero defensor de la comunidad y de cada uno de
los que creen en Jesucristo. Pero ellos, por su parte, habrán de manifestar con
sus obras la fidelidad a su Maestro: “Si me amáis, guardaréis mis
mandamientos”.
Hay
un tercer detalle que merece subrayarse. Jesús sabe que el Espíritu de Dios no
puede ser percibido por el mundo. Ni por la mundanidad que ciega a veces
nuestros ojos. Pero quien es fiel al mensaje de Jesús experimentará en su vida
la presencia y la asistencia del Espiritu de la verdad y del consuelo.
EL ESPÍRITU
DE LA VERDAD Y DEL AMOR
Todo el discurso de la despedida del Señor nos lleva
a escuchar con gratitud las promesas
últimas que Jesús dirige a sus discípulos:
• “Yo pediré al Padre que os envíe otro
defensor”. Durante su vida terrena, Jesús se ha mostrado como nuestro gran
intercesor, nuestro pastor, el orante que promete no olvidarnos jamás. Ahora
intercede ante el Padre pidiendo para nosotros otro valedor.
•
“Estará siempre con vosotros”. El Mesías había sido anunciado como el Emmanuel, que significa “Dios con
nosotros”. Por medio de este otro Consolador, los creyentes gozarán de la
presencia cercana y amorosa de su Señor.
•
“Será el Espíritu de la verdad”. Jesús se presenta como el camino, la verdad y
la vida. Ante Pilato dice haber venido al mundo para dar testimonio de la
verdad. Todos los que son de la verdad escuchan su voz. El Espíritu revela y
reafirma esa verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario