“En aquellos días y en aquella hora
suscitaré a David un vástago legítimo, que hará justicia y derecho en el
tierra”. Este oráculo de Dios que se encuentra en el libro de Jeremías
(Jer 33, 14-16) nos introduce hoy en el tiempo del Adviento. Este es el tiempo
de la espera y de la esperanza
• De la espera de un futuro que nos
desvela un horizonte en el que se puede vislumbrar el derecho y la justicia. No
la justicia de los que se apoyan en el poder del dinero y de las armas para
arrogarse el derecho de “ajusticiar” a todos los que consideran como enemigos
de sus ideales o de sus intereses.
• Y de esperanza, porque el mismo oráculo
nos anuncia que ese horizonte no es fruto de las estrategias humanas. Es un
puro don de Dios. Por eso el texto concluye con unas palabras que nos invitan a
elevar los ojos a lo alto: “En aquellos días se salvará Judá y en Jerusalén
vivirán tranquilos, y la llamarán así: “Señor –nuestra- justicia”.
EXHORTACIONES
En el evangelio
que se proclama en este primer domingo de Adviento, Jesús anuncia que habrá
signos en los astros, angustia entre las gentes, estruendo del mar y hombres
que quedan sin aliento, agarrotados por el miedo ante lo que se le viene encima
al mundo (Lc 21, 25-36). Pero esta profecía incluye tres exhortaciones que
conviene leer en sentido inverso:
• “Estad despiertos”. Si nos mantenemos en
vela podremos llegar a discernir los signos de los tiempos y aprender el
profundo significado que encierran para nosotros.
• “Tened cuidado”. Si perdemos la
esperanza en el futuro, nos dejaremos emborrachar por el vicio y el dinero, que
nos ofrecen en el presente una seguridad ilusoria.
• “Alzad la cabeza” Si levantamos la vista
solo para lamentarnos no habremos conseguido mucho. Levantamos los ojos para
descubrir la liberación y al Liberador.
De hecho el texto evangélico de hoy no
promete algo sino la llegada de Alguien: “Manteneos en pie ante el Hijo del
hombre”.
ACTITUDES
En la segunda lectura de la misa de hoy
leemos un trozo del primer escrito cristiano: la primera carta de Pablo a los
fieles de la ciudad de Tesalónica. En este mensaje, el Apóstol subraya tres
actitudes que acompañan a la esperanza:
• Rebosar de amor mutuo. Esta es la
verdadera actitud del cristiano ante los demás. No se puede esperar al Señor
viviendo en la indiferencia, y menos aún en el rencor.
• Pedir la fortaleza. Esta actitud nos
sitúa ante nosotros mismos. Nuestra debilidad nace de nuestro acomodo y nuestra
poltronería. Sólo la austeridad nos hará fuertes para esperar.
• Mantenerse irreprensibles ante Dios.
Esta tercera actitud nos lleva a examinar nuestra conciencia ante Dios. El
conoce nuestro corazón y nuestra verdad más oculta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario