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Cuando Dios habla Lc 13,1-9 (CUC3-16)

 “Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver cómo es que no se quema la zarza” (Ex 3,3). No son palabras tan solo. Moisés se  acerca a la zarza que arde sin consumirse. Este texto que hoy se proclama encierra tres referencias personales.
 • Dios, que no es indiferente a la suerte de los hombres. Su misericordia tiene en cuenta la miseria de los que se afanan y de los que sufren. Prestar atencion a esos signos que Dios envía puede convertirnos en portavoces de su palabra y en agentes de la liberación.  
• Moisés, que se ha habituado a la rutina de cada día. Pero está preparado para escuchar la voz de Dios que, de pronto, le habla en el escenario del pastoreo. Es preciso ver lo admirable y asombroso de la intervención de Dios en la peripecia de lo acostumbrado. 
• El pueblo de Israel, que ya se ha habituado a la esclavitud. Pero Dios “ha visto” la opresión que sufre su pueblo. Él toma la iniciativa. La fe en Dios nos rescata de la esclavitd. También a nosotros Dios nos ofrece la libertad y nos restituye la dignidad perdida.

LA TORRE

En el tercer domingo de cuaresma se nos recuerdan dos hechos que debieron de llegar a los oídos de Jesús: una horrible matanza de peregrinos decidida por Pilato y el derrumbe de la torre de Siloé que aplastó a algunos obreros (Lc 13, 1-9). ¿Qué pensar de ello?
• A Moisés Dios le habló en la rutina de las tareas diarias del pastoreo. El evangelio nos dice que Dios nos habla también a través de los acontecimientos que a veces nos sobresaltan y que siempre nos plantean las grandes cuestiones sobre el bien y el mal.
• A la vista de aquellas desgracias, muchos se preguntaban qué mal habían cometido las víctimas. Según Jesús, la desgracia no siempre responde al pecado. Si así fuera, también merecerían la muerte algunos de sus oyentes, que sin duda eran pecadores.   
•  Así pues, más que hacerse preguntas teóricas sobre la naturaleza y las causas del mal, hay que adoptar una decisión práctica. Es urgente aprovechar el momento presente para abrir el corazón a la conversión.

 LA HIGUERA

Pero en el relato evangélico que hoy se proclama se incluye, además, una breve parábola: la de la higuera que ha dejado de dar frutos. ¿Qué hacer ante ello? El texto incluye un breve diálogo entre el dueño de la viña y el viñador encargado de cultivarla.
 •  “Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?”. Esa parece ser la decision del dueño de la viña en la que está plantada la higuera. Es una severa advertencia a esa esterilidad nuestra que ya se ha vuelto crónica. No podemos resignarnos. El papa Francisco ha dicho hace poco que la misericordia de Dios es muy grande, pero su justicia es perfecta.
• “Señor, déjala todavía este año”. Junto a la tentación de la acedia podemos caer también en la del pesimismo. La sugerencia del viñador nos exhorta a redoblar el esfuerzo y el trabajo. A mantener la esperanza y la paciencia. A interceder cada día por nuestros hermanos. Y, por último, a dejar el juicio y la última decisión al Señor, que es el único dueño de la viña.

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