“Melquisedec,
rey de Salén, sacerdote del Dios altísimo, sacó pan y vino, y bendijo a Abrahán” (Gén 14,18). Es misterioso este rey
sacerdote. Nada se dice de sus orígenes. Pero se manifiesta como representante
de un culto natural y cósmico. Sus ofrendas no incluyen la sangre de animales
sacrificados. En sus manos, los frutos
de la tierra son ofrenda que se presenta a Dios y prenda de la bendición que
viene de Dios
El
pan y el vino aparecen también en el relato de Pablo (1 Co 11,23-26). Retomando
la tradición que ha recibido, el Apóstol recuerda que Jesús ofreció a sus
discípulos un pan y un cáliz. Era la noche misma en la que había de ser
entregado. Al pasarles el pan y el cáliz, Jesús expresaba que se entregaba por
ellos.
Es
más, Jesús anunciaba que se entregaría siempre. Y que sus discípulos habrían de
hacer presente aquella memoria en todo tiempo y lugar. No se trataba solo de
repetir el rito, es decir, el significante. Se trataba de hacer vivo el
significado, es decir, la entrega a los demás.
PERFECCIÓN Y SERVICIO
El
relato de la multiplicación o distribución de los panes y los peces se repite
en los cuatro evangelios. Este año, lo tomamos del evangelio de Lucas (Lc
9,11-17). Como en tantas ocasiones, el texto nos invita en primer lugar a
contemplar la acción de Jesús y después a continuar sus gestos en la historia
humana.
•
Pues bien, vemos que Jesús toma los productos de que disponen aquellos que le
siguen. Solemos decir que la gracia no destruye la naturaleza, sino que la
perfecciona. Lo que nosotros podemos ofrecer al Señor nunca se pierde. En sus
manos adquiere una dimensión más amplia y más universal.
•
Es evidente que todos disponemos de algunos bienes y de algunas cualidades. En
ellas buscamos unas veces alimento y otras veces una satisfacción personal.
Jesús no las desprecia. Al contrario, las valora. Jesús nos invita a superar
nuestro individualismo y a poner esos bienes que consideramos “nuestros” al servicio
de todos nuestros hermanos.
INVITADOS A LA MESA
El
relato evangélico incluye, además, una lección “magisterial”. Contrapone la
actitud de los discípulos con la exhortación del Maestro. En él se nos revela
cómo somos y pensamos, y cómo debemos ser y actuar.
• “Despide a la gente… que vayan a buscar
alojamiento y comida”. Pensando
bien, esta frase de los discípulos puede
reflejar su preocupación por las gentes y su confianza en las decisiones del
Maestro. Pero puede también revelar esa
“indiferencia” ante los demás, que el papa Francisco denuncia una y otra vez.
• “Dadles vosotros de comer”. Jesús conoce bien las posibilidades de sus
discípulos y de todos los que le siguen. Sabe que han de aprender a compartir
sus bienes con los demás. La irresponsabilidad es el nuevo nombre del pecado.
Dar de comer al hambriento es la primera de las obras de misericordia.
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