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Mirar al cielo y a la tierra Lc 24,46-53 (PAC7-16) Ascensión

“Galileos, ¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse” (Hch 1, 11). Los  dos varones con vestiduras resplandecientes que hablan así a los discípulos nos recuerdan a los que aparecieron junto al sepulcro vacío.
En su boca resuena la voz celestial. Antes  nos descubría el misterio de la vida del resucitado. Ahora nos anuncia su retorno. En ambos casos, es una voz que viene del cielo la que nos ayuda a recuperar la esperanza después de la muerte de Jesús y después de su aparente ausencia de esta tierra.
El cielo es la metáfora de la gloria de Dios y del Dios de la gloria. Claro que seguiremos mirando al Cielo, pero sin olvidar la realidad de este suelo. No podemos desentendernos de nuestra historia. Esperamos que en esta tierra se manifieste un día esa gloria de Dios que hace nuevas todas las cosas y hace más humano nuestro mundo.

LA ESPERANZA

La esperanza es el signo de esta fiesta de la Ascensión del Señor a los cielos. Directamente aparece en el texto de la carta a los Hebreos, que hoy se nos presenta como texto alternativo para la segunda lectura de la misa: “Mantengámonos firmes en la esperanza, porque es fiel quien hizo la promesa” (Heb 10,23).
Hoy se nos revela la gloria de Jesús y al mismo tiempo queda velada ante nuestros ojos. “La ascensión de Jesucristo marca la entrada definitiva de la humanidad de Jesús en el dominio celestial de Dios, de donde ha de volver, aunque mientras tanto lo esconde a los ojos de los hombres”. Así nos lo explica el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 665).
Mirar al cielo puede ser una tentación. Una fácil evasión de las tareas que nos esperan en la tierra. Pero puede ser una profesión de fe en la divinidad de Jesús. Un gesto de esperanza en su venida gloriosa. Y una petición del amor que necesitamos para difundirlo como servicio a nuestros hermanos más necesitados.

LA PACIENCIA

El Evangelio de Lucas que hoy se proclama (Lc 24 52-53) nos recuerda tres notas importantes de este misterio de la ascensión del Señor:
 • “Mientras los bendecía, se separó de ellos, subiendo hacia el cielo”. Jesús bendice a sus discípulos. Y en ellos nos bendice a todos los que creemos en él. Su bendición nos acompaña y nos sostiene en los caminos de la misión.
• “Ellos se volvieron a Jerusalén con gran alegría”. No se puede vivir de la nostalgia. Ni se debe encerrar el alma en la tristeza. El Señor nos ha dejado la responsabilidad de dar testimonio de él allí donde ha sido condenado y donde es olvidado o despreciado.

• “Estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios”. Los bendecidos por el Señor bendicen a Dios con su oración y su testimonio. La esperanza genera la paciencia. Lentamente irán descubriendo que el Señor los envía a todos los caminos del mundo.

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