“Cuando
se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y
sujeto a la Ley, para redimir a los que estaban sometidos a la Ley y hacernos
hijos adoptivos.” Así resume san Pablo el misterio de la Encarnación del Hijo
de Dios (Gál 4,4).
El
Hijo que vive en la eternidad es enviado por Dios y, sin embargo, nace en el
tiempo de una mujer. Lo divino ha entrado en la esfera de lo humano. Y ahí está
María como hospedera terrena del misterio celestial. Madre del Hijo de Dios,
tan divino que puede hacerse humano. Tan humano que nos revela lo divino.
María
es la Madre de Dios. “El dogma de la maternidad divina de María fue para el
Concilio de Éfeso y es para la Iglesia como un sello del dogma de la
Encarnación, en la que el Verbo asume realmente en la unidad de su persona la
naturaleza humana sin anularla”. Así lo escribió san Juan Pablo II (Redemptoris
Mater, 4).
LOS MENSAJEROS
Con
un lenguaje no menos profundo, pero sí más cercano a la experiencia humana, el
evangelio de Lucas nos hace presente una escena que siempre imaginamos
nocturna: “Los pastores fueron rápidamente adonde les había dicho el ángel del
Señor, y encontraron a María, a José y al recién nacido recostado en el
pesebre” (Lc 2,16).
•
Los pastores escuchan el mensaje celestial, encuentran al que les ha sido
anunciado y ellos, a su vez, transmiten el mensaje recibido. La luz de lo alto
los guía en la noche. Escuchar, ver y anunciar. He ahí las tres actitudes que
caracterizan a los creyentes, es decir, a los que se asoman a los misterios
divinos, que transforman a los humanos.
•
Como se sabe, los pastores eran despreciados por la sociedad. No eran aceptados
como testigos ante los tribunales. Y, sin embargo, ellos son los elegidos por
Dios para dar testimonio de su presencia en el mundo. Los evangelizados se
transforman en evangelizadores.
EL CORAZÓN
El
evangelio de Lucas añade todavía una interesante observación sobre la Madre de
Jesús: “María conservaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón”. ¿Cómo
podía vivir con indiferencia el hecho que transformaba toda su vida?
•
“María conservaba todas estas cosas”.
Recordar es pasar por el corazón los acontecimientos que nos importan. María es
modelo de muchas actitudes. También de la actitud de la acogida. No se puede
morir de sed si se pasa junto a la fuente y se la ignora. Nadie puede ser
salvado si desprecia al Salvador.
•
“María meditaba estas cosas en su corazón”.
Meditar es reflexionar sobre lo que realmente es importante para la vida.
Aprender a saborear lo verdadero, lo bueno y lo bello. Hasta que nuestro
corazón llegue a vivir en sintonía con Aquel que es la Verdad, la Bondad y la
Belleza.
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