“Adonde yo te envíe, irás, y lo que yo te mande lo dirás. No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte”. Estas palabras, incluidas en el oráculo que Dios dirige al profeta Jeremías, se leen en esta fiesta del nacimiento de san Juan Bautista (Jer 1,4-10).
Ir adonde envía Dios y decir lo que Dios quiere que se diga. Ese era el secreto de la vocación de los antiguos profetas. Pero esa es la tarea que resume la misión de las personas que hoy elige Dios para que anuncien su presenia y su mensaje.
La llamada comporta salir de casa para ponerse en camino y escuchar una palabra que ha de ser anunciada sin miedo. Sin temor y con la confianza de quien sabe que Dios ha prometido ser su libertador en el momento de la dificultad.
Con razón el salmista se atreve a confesar al Señor: “En el seno materno ya me apoyaba en ti, en el seno tú me sostenías” (Sal 70). Esa confianza es necesaria para atreverse a anunciar con valentía la salvación que Dios ofrece a la humanidad (1Pe 1,8-12).
UN ÁNGEL EN EL TEMPLO
El evangelio nos presenta la oración de la tarde en el templo de Jerusalén (Lc 1,5-17. La ofrenda del incienso corresponde a un sacerdote anciano. Se demora más de lo acostumbrado en el interior del santuario. Y las gentes se preguntan qué está ocurriendo.
Cuando al fin aparece ante su vista, descubren que ha perdido el habla. Por señas y por medio de una tablilla logra explicar que le ha hablado un ángel. Todos los que han llegado a enterarse se quedan asombrados al saber que le ha anunciado que va a tener un hijo.
Las tradiciones de Israel conservaban el recuerdo de otros nacimientos sorprendentes. La fe decía que Dios había decidido intervenir en la historia de su pueblo, enviando hombres extraordinarios que fueran portavoces de su palabra y agentes de su liberación.
Con el tiempo se conocería lo esencial del mensaje que el ángel había transmitido al sacerdote Zacarías tras anunciarle que tendría un hijo: “Irá delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacia los hijos, y a los desobedientes a la sensatez de los justos, preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto”
UN MENSAJE DE CONVERSIÓN
En el mensaje del ángel se revela la misión del futuro hijo de Zacarías e Isabel, resumiéndola en tres verbos: caminar, convertir y preparar.
• “Irá delante del Señor”. El elegido por Dios desde antes de su nacimiento no puede ser un sedentario. Será enviado a caminar ante el Señor, con el espíritu que ha sacado a los caminos a todos los profetas.
• “Convertir los corazones”. El enviado no podrá presumir de una doctrina propia. Habrá de transmitir con fidelidad un mensaje para exhortar a las gentes a una conversión del corazón que rehaga los lazos familiares.
• “Preparar un pueblo para el Señor”. El encargado de exhortar a las gentes no ha de vivir en la nostalgia, sino en la esperanza. No llega a restaurar las ruinas antiguas, sino a preparar para Dios un nuevo pueblo.
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