“Comerán y sobrará” (2 Re 4,43). Un hombre había llegado hasta Eliseo, trayéndole veinte panes de cebada. El profeta decide repartirlos entre un centenar de personas. Su criado objeta que aquellos panes no bastarán para alimentar a tanta gente. Pero el profeta se apoya en la promesa de Dios.
• El texto nos dice en primer lugar que el profeta es capaz de prestar atención a las necesidades de las gentes y de compadecerse de ellas.
• Además, la actuación del profeta no se basa simplemente en los cálculos humanos, sino en la confianza en el oráculo divino.
• Finalmente, se observa que, efectivamente, las gentes comieron del pan ofrecido por el profeta y al final sobró pan, como había predicho el Señor.
ANTICIPO DE LA CENA
En este año B del ciclo litúrgico, interrumpimos la lectura del evangelio de Marcos para escuchar y proclamar el evangelio de Juan, que dedica una amplia atención a la multiplicación y distribución de los panes y los peces (Jn 6,1-15). Ante este signo mesiánico, el papa Francisco ha subrayado tres puntos importantes:
* En primer lugar, hay un joven que pone a disposición de Jesús todo lo que tiene: cinco panes y dos peces. Todos nosotros tenemos algo, por poco que parezca, que podemos poner a disposición del Señor.
* Jesús toma los panes, da gracias al Padre y los distribuye. Estos gestos anticipan los de la última Cena. El pan de Dios es Jesús mismo, que se ofrece filialmente al Padre y se entrega generosamente a todos los hombres.
* Nosotros podemos identificarnos con la multitud que busca al Señor. O con el joven que entrega lo que tiene. Pero también con Jesús. Con la gracia de Dios, algo podemos hacer ante la soledad, la pobreza y las necesidades de nuestros hermanos.
EL SERVICIO DE LOS DISCÍPULOS
Claro que también podemos identificarnos con los discípulos de Jesús. El texto evangélico los cita en cuatro momentos:
• Con frecuencia nos parecemos a Felipe, que calcula lo que tienen los discípulos y constata que, por su cuenta, no pueden alimentar a la multitud.
• Otras veces nos parecemos a Andrés. Descubrimos la generosidad de las gentes, pero creemos que no será posible solucionar los problemas que observamos.
• De todas formas, hemos de obedecer al Señor. Él nos pide dirigirnos a las gentes, aun cuando no veamos todavía la solución a sus necesidades.
• Y finalmente, escuchamos su advertencia: “Recoged los pedazos que han sobrado. Que nada se pierda”. Hemos de ser testigos de su intervención salvadora.
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