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Profetas y enviados Mc 6,7-13 (TOB15-18)

“Vidente, vete y refúgiate en tierra de Judá: come allí tu pan y profetiza allí”. No es muy educado este saludo que Amasías dirige al profeta Amós, según se lee en este domingo 15 del tiempo ordinario (Am 7,12-15). Se ve que el sacerdote Amasías no quería que las gentes que acudían al santuario de Betel se vieran perturbadas por aquel pastor llegado del sur. 
Pero hay algo más inquietante. Amasías, recuerda que aquél es un santuario real, “el templo del país”.  El reino del norte se ha independizado del reino de Judá. El poder oficial no quiere saber nada del templo de Jerusalén y favorece el culto y los sacrificios de los santuarios “autonómicos”. La política no acepta de buena gana a la profecía. 
Pero Amós replica con toda franqueza. Él no es un profeta ni presume de serlo. Es tan solo un pastor y cultivador de higos. Pero Dios lo ha enviado a proclamar un mensaje de conversión en las tierras del norte y él no puede guardar silencio.  Es bien consciente de la fidelidad que debe al Señor que lo ha enviado.

TRES ACTITUDES
Del envío habla también el evangelio que hoy se proclama (Mc 6,7-13). Ahora es Jesús quien elige y envía a sus mensajeros, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Amós fue rechazado por el poder establecido y por la corrupción que generaba. También los discípulos de Jesús saben que a veces no serán recibidos ni escuchados. 
Al enviarlos de dos en dos, Jesús instruye a sus discípulos y les advierte, al menos, de tres cualidades que deberán acompañarlos por el camino:
• En primer lugar, la pobreza.  Habrán de caminar ligeros de equipaje. Les basta llevar lo más elemental. Anunciar el mensaje con pobreza facilitará la rapidez de sus movimientos.
• En segundo lugar, la sencillez. Habrán de aceptar con gratitud el hospedaje que se les ofrezca. No tienen derecho a sentirse importantes. No pueden exigir nada.
• En tercer lugar, la valentía y la libertad. El anuncio de un mensaje interpelante hará que los ignoren y rechacen.  Habrán de estar dispuestos a seguir su camino sin resentimiento. 

UNA TRIPLE TAREA
Tras explicar el estilo que ha de acompañar a los enviados, Jesús les expone el objeto mismo del envío. Una triple lección, válida también para los evangelizadores de hoy.
• Los discípulos salieron a predicar la conversión. Es importante hablar siempre de Dios. Y es totalmente necesario exponer a los hombres la voluntad de Dios. Y exhortarlos a conocerla, a seguirla y a dar testimonio de ella. 
• Los discípulos expulsaron demonios. Según el papa Francisco, el diablo no es “un mito, una representación, un símbolo, una fugura, o una idea” (Gaudete et exsultate, 161). Esa es la mayor trampa del demonio. Así que hay que prepararse para el combate. 
• Los discípulos ungían con aceite a los enfermos y los curaban. En este mundo, desgarrado por el dolor y el sufrimiento, muchos necesitan una curación integral. Los creyentes somos enviados a llevar el consuelo y la compasión de Dios a todos los que sufren.

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