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La obediencia y la escucha Mt 17,1-9 (CUA2-23)

“Abraham marchó como le había dicho el Señor” (Gén 12,4). En la primera lectura de los domingos de Cuaresma,  hacemos un recorrido por la historia de la salvación. De hecho, la liturgia nos presenta las figuras de Adán y Eva, Abraham, Moisés, el rey David y el profeta Ezequiel, para culminar el Domingo de Ramos con el Siervo de Dios.

Pues bien, frente a la desobediencia de Adán y Eva, se subraya hoy la obediencia de Abraham.  El patriarca sale de su tierra y de la casa de su padre hacia una tierra y un destino que Dios le ha de mostrar. El suyo es un itinerario de fe y de esperanza. Un modelo para el camino que ha de seguir todo creyente.  

En el salmo se menciona hasta tres veces la misericordia de Dios (Sal 32). En la segunda lectura de los domingos cuaresmales, los textos, tomados de los escritos paulinos, subrayan la salvación que nos ha llegado por Jesucristo. Hoy san Pablo recuerda que Él “destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal, por medio del Evangelio” (2 Tim 1,8-10).

CUATRO DETALLES EXCLUSIVOS

 En el evangelio de este segundo domingo de cuaresma se lee todos los años el relato de la Transfiguración de Jesús en un monte alto. El texto de este año, tomado del evangelio de Mateo, contiene cuatro detalles exclusivos, relacionados por parejas: 

• Se concede a Pedro un cierto protagonismo. Es él quien se ofrece a levantar por su cuenta tres tiendas: una para Jesús, otra para Moisés y otra para Elías.

• Pero los evangelios de Marcos y Lucas añaden que Pedro no sabía lo que decía. Solo el evangelio de Mateo suprime esa observación que podría oscurecer su autoridad.

• Según este evangelio, al oír la voz de lo alto que los invita a escuchar a Jesús, los discípulos predilectos cayeron de bruces, dominados por el miedo.

• Pero solo este evangelio, al sentido del oído y de la vista, añade también el tacto. Jesús se acercó a los discípulos, los tocó y les dijo: “Levantaos y no tengáis miedo” (Mt 17,7).

LA VOZ DE DIOS DESDE LA NUBE

 Sin embargo, los tres evangelios sinópticos coinciden en un dato muy importante. Recogen la voz que procede de la nube, que es un signo habitual signo de la presencia de Dios: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco. Escuchadlo”.

• “Este es mi Hijo amado”. La Transfiguración de Jesús revela a los discípulos el rostro de Dios. Nunca podrá ser confundido con los dioses de los paganos. Con los ídolos de antes y los de ahora. El verdadero Dios es Padre y manifiesta públicamente su amor.

• “En él me complazco”. Jesús recoge la imagen del Siervo de Dios, al que se dedicaban aquellos hermosos cantos en la segunda parte del libro de Isaías. También Jesús ha sido elegido y enviado. Él es el predilecto de Dios. Y también él nos salvará por sus dolores.  

• “Escuchadlo”. En el Deuteronomio se pedía al hebreo que escuchase a Dios. Ahora Dios nos pide que escuchemos a Jesús. Él es la Palabra hecha carne. La Palabra definitiva de Dios. Escucharlo no es una frivolidad. Es aceptar su vida y su suerte, tomar su cruz y seguirle.

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