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Ábrete Mc 7,31-37 (TOB23-24)

“Decid a los cobardes de corazón: Sed fuertes, no temáis… Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará”. Tras la sentencia emitida contra Edom, esta profecía anuncia la restauración de Jerusalén (Is 35,4-7).

En primer lugar utiliza imágenes que presentan un espléndido paisaje que ha de reflejar la gloria del Señor. Y a continuación presiente ya la recuperación de los sentidos corporales.  Ciegos, sordos, cojos y mudos alcanzarán de Dios la sanación  que  siempre han esperado. 

Con el salmo responsorial, nosotros proclamamos que “el Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos. El Señor guarda a los peregrinos” (Sal 145). 

Ahora bien, para que tenga lugar la liberación representada por esa admirable recuperación del hombre y del paisaje, hay que escuchar la palabra de Dios y no hacer discriminación de personas. Ese es el mensaje de la carta de Santiago (Sant 2,1-5).

EL LENGUAJE DE LOS GESTOS

La curación del sordo que apenas puede hablar nos facilita una preciosa reflexión sobre los pasos de sus amigos y los gestos del Señor (Mc 7,31-37).

• Son otros los que llevan al sordo hasta el Maestro y suplican su curación.  Como se ve, el enfermo depende de los demás.  

• Jesús aparta de la gente al sordomudo. La discreción de Jesús revela su poder. Él es la Palabra de Dios, que puede capacitar a los discapacitados para oír su mensaje.

• Los que acompañan al enfermo piden a Jesús que le imponga las manos. Con ese gesto se manifiesta la gratuidad de la bendición y de los dones del Señor.

• Jesús mete sus dedos en los oídos del sordo y con la saliva le toca la lengua. De esa forma puede ayudar al enfermo a comprender el don que le concede.

• Además, Jesús acompaña sus gestos con una palabra, que la comunidad ha querido conservar en la lengua original: “Effetá”, esto es “ábrete”.

OÍR Y HABLAR

El relato evangélico recoge el comentario de las gentes que conocieron aquella curación: “Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.  Nos alegra comprobar que Jesús suscitaba la admiración de las gentes.

• Jesús hace oír a los sordos. A los de antes y a los de ahora. No quieren oír la voz del Maestro quienes no están dispuestos a ajustar su conducta a sus propuestas. Pero aun entre los discípulos del Señor, parece difícil escuchar la palabra de Dios y vivir de acuerdo con su mensaje de vida. Este es el momento de rogarle que nos libre de nuestra sordera.   

• Jesús hace hablar a los mudos. Se dice que el mal de este mundo surge por la maldad de los corrompidos y, sobre todo, por el silencio de los que se creen buenos y honrados. Es urgente pedirle al Señor que nos conceda la osadía que necesitamos para vivir y anunciar el evangelio.

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