Así como se provocó en la piedad de la Iglesia, en tiempos modernos, el culto a San José, al que va profundamente unido el culto más antiguo a la Virgen María, así se ha llegado con espontaneidad a extenderse también, a partir del siglo XVII, la devoción a la Sagrada (Santa) Familia de Nazaret.
Fue en el siglo XIX, cuando la destrucción de la familia cristiana, dada la revolución industrial que provocó la aglomeración urbana, solicitó con urgencia la atención de la Iglesia. Por ello se decidió crear una fiesta con liturgia completa, centrada en el ejemplo e intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, constituida por Jesús, María y José.
El año 1893, el papa León XIII introdujo la fiesta, que se situó en el tercer domingo después de Epifanía. Poco después se colocó el primer domingo después de Epifanía, pues el evangelio del día describía la vida de la Sagrada Familia en Nazaret.
El Calendario romano (general) de 1969 determina que esta fiesta se celebrará ahora el domingo dentro de la octava de Navidad: El domingo dentro de la octava de Navidad se celebra la fiesta de la Santa Familia» (CR, n. 35 y comentario histórico, pág. 60). Justamente en el mismo misal típico, antes de las lecturas del ciclo «A-, se determina que, en defecto de tal coincidencia del domingo, la fiesta se celebrará el 30 de diciembre.
La intención de la fiesta era ante todo promover la salvación del núcleo familiar en su espíritu genuinamente cristiano e ideal, como de un modo tan «especial» se realizó en la Santa Familia de Nazaret. Pero se debe tener en cuenta que en ella no existían ni el pecado, ni las consecuencias del pecado, salvo, quizá, en mínima medida en San José, ya tan directamente ilustrado por el ángel del Señor (Mt 1, 18-25), sobre el misterio de la Propia «santa familia». Por eso la Familia de Nazaret se debe tener como ejemplo, pero, sobre todo, como intercesión para los fieles de todas las épocas.
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