Todos los años hemos de volver sobre este tema para recordar a los padres de los alumnos en edad escolar y a los responsables de los centros de enseñanza, tanto públicos como privados, la necesidad de inscribir a los alumnos en la clase de Religión. Es un tema reiterativo y no debería serlo, pero cada año hay un aspecto que pone en cuestión la aplicación de una norma establecida en el Acuerdo entre la Santa Sede y el Estado Español sobre Enseñanza y Asuntos Culturales y en las disposiciones legales concordadas que las desarrollan. Este año han sido las reacciones al anuncio de la propuesta de la Ley Orgánica para la mejora de la calidad educativa (LOMCE) por el Gobierno, según la cual la asignatura de la Religión, siendo optativa como hasta ahora, es decir, que nadie está obligado a cursarla, pasaría a ser también evaluable y a tener una alternativa en Primaria y Secundaria.
En seguida se ha encendido la polémica olvidando que la sociedad española es plural cultural y religiosamente, de manera que tan fuera de lugar está el imponerla como el impedir que esté presente. Curiosamente los que se niegan a que la asignatura pueda libremente ser elegida o no, quieren imponer que no se ofrezca. ¿Cómo se puede garantizar, entonces, el derecho a la libertad religiosa de padres, alumnos y profesores? La Constitución Española afirma: “Los poderes públicos tienen el deber de garantizar el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones” (art. 27, 3). No se está, por tanto, ante un derecho de las confesiones religiosas, sino ante una realidad que afecta a la formación de los alumnos y cuya aceptación o renuncia corresponde a la decisión de sus padres o tutores.
Si la escuela quiere ofrecer una visión completa de la cultura y de la historia humana, tiene que incluir necesariamente el hecho religioso y sus manifestaciones. Pero, además, salvando la libertad de elección por parte de los padres y tutores, ofreciendo el conocimiento de la religión que con la mayoría suficiente soliciten ellos. Y esto no es adoctrinamiento ni catequesis, pues ésta se orienta a suscitar y alimentar la fe y la práctica religiosa, mientras que la enseñanza de la religión católica, protestante o musulmana en el ámbito escolar no puede pasar de lo que constituye una buena presentación objetiva. La historia de España y la de nuestro pueblo son inexplicables sin el conocimiento de lo que ha representado la religión católica.
(Columnista invitado, La Crónica de León 15-06-2013)
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