“Mirad
que llega el día, ardiente como un horno”. Con estas palabras anuncia el
profeta Malaquías la llegada del día del Señor. El día del Señor significa en
el lenguaje de los profetas la revelación de Dios y también la manifestacion de
su justicia. Sería un día de condena para los malvados y un día de salvación
para los que honran el nombre del Señor (Mal 3, 19-20).
A primera
vista, este anuncio de un día de revisión de la historia humana resulta
bastante extraño para la mentalidad de nuestra sociedad secular. Y, sin
embargo, en su encíclica sobre la esperanza, el papa Benedicto XXI ha afirmado
que la meditación sobre el juicio es una de las escuelas de la esperanza.
También
la filosofía moderna se subleva ante el espectáculo del holocausto y de los
grandes genocidios. No se puede igualar la suerte del justo con la del malvado.
Las canalladas desencadenadas por los sistemas de opresión no pueden quedar
impunes. Nuestra razón nos impulsa a aguardar una justicia que no premie las
grandes tiranías de la historia.
TIEMPO
DEL DISCERNIMIENTO
También
el evangelio de hoy nos invita a levantar nuestra vista para mirar al futuro
(Lc 21, 5-19). No es el anuncio de la cercanía del fin del mundo. Es una
exhortación a vivir el presente con ojos abiertos. Este no es tiempo para el
temor sino para el discernimiento. Al menos tres contraposiciones resultan
especialmente llamativas en el texto.
- En primer lugar, se confronta la mirada de
“algunos” con la de Jesús. Mientras
ellos sólo ven la belleza del templo, Jesús descubre con realismo su debilidad.
Sólo Dios es el Absoluto. Todo lo demás es relativo, incluidas nuestras
estructiuras sociales y religiosas.
- En
segundo lugar, se confronta el mensaje de los falsos profetas con el de Jesús.
Son “muchos” los farsantes que usurpan el nombre y la dignidad de Jesús,
diciendo “Yo soy”. Pero sólo él es la verdad y el humilde pregonero de la
verdad.
- En
tercer lugar, resuenan dos terminantes prohibiciones de Jesús. El que había
llamado a sus discípulos diciendo: “Sígueme”, dice ahora con firmeza: “No
vayáis tras ellos”. El que siempre ha exhortado a sus discípulos a confiar en él, les dice ahora: “No tengáis
pánico”.
TIEMPO DEL TESTIMONIO
Jesús no
nos invita al optimismo, sino a la esperanza. Nos espera la persecución, aun
por parte de los más cercanos. Jesús no anuncia el fin del mundo. Pero sí
anuncia el fin de las relaciones y de las fidelidades. Y hasta el fin de
nuestros proyectos y nuestra propia vida.
• “Con
vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. La esperanza desencadena en
nosotros una fuerza imparable. La fuerza que se traduce en paciencia y
tenacidad, en compromiso con nuestro mundo y en responsabilidad en nuestro
trabajo.
• “Con
vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. Habrá tiempos recios y
momentos de crisis. La esperanza que el Señor espera de nosotros nos lleva a
permanecer fieles a su llamada y a dar testimonio de su presencia en nuestro
propio ambiente.
• “Con
vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. En tiempos de barbarie, de
frívola comodidad y de nauseabunda apatía no podemos vender nuestra alma. No podemos dejarnos arrebatar
el tesoro de humanidad que Dios nos ha confiado.
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