“Se marcharon llorando, los guiaré entre
consuelos; los llevaré a torrentes de agua, por un camino llano en que no
tropezarán”. Con estas promesas anima Dios al pueblo que fue llevado al cautiverio
y que Él hará regresar a su tierra (Jer
31,7-9).
Es cierto que estas palabras nos remiten
a tiempos muy lejanos, pero nos ayudan a evocar el drama de todo un pueblo
deportado y llevado al destierro. Una experiencia que, por desgracia, se ha
repetido muchas veces a lo largo de la historia hasta estos mismos días.
Pero la experiencia de la fe nos invita
a leer nuestra peripecia personal a la luz de estas palabras proféticas. Todos
nosotros somos esclavos de algo. Todos necesitamos que Dios se apiade de
nosotros, nos muestre su misericordia y nos libere.
TRES DETALLES DEL RELATO
Esa primera lectura de la misa de este
domingo 30 del Tiempo Ordinario nos prepara para meditar el hermoso pasaje de
la curación del ciego de Jericó (Mc 10, 46-52).
• Para comenzar, ya nos llama la
atención que este ciego sea el único de los curados por Jesús que tiene nombre
y apellido. Parece como si el texto quisiera indicarnos la dignidad personal de
los pobres y de los enfermos.
• También nos sorprende la súplica que dirige
a Jesús: “Hijo de David, ten compasión de mí”. Como se ve, emplea un título en
el que reconoce a Jesús como el Mesías enviado por Dios. Y además, parece
convencido de que Jesús es el rostro vivo de la misericordia de Dios.
• Y por fin, nos asombra la confianza de esos gestos que
reflejan las actitudes del verdadero creyente: soltar el manto en el que recoge
las monedas que le entregan los que pasan; dar un salto cuando todavía está
ciego; y acercarse con decisión a Jesús.
TRES ECOS DE LA LLAMADA
En el relato evangélico aparecen también
los discípulos que acompañan a Jesús. En un primer momento tratan de acallar
las súplicas del ciego. Pero una indicación de Jesús les hace redescubrir su
propia misión. Así que lo llaman diciendo: “Ánimo, levántate, que él te llama”.
• “Ánimo”. Una primera palabra, en la
que se resume la misión de la Iglesia, enviada a infundir esperanza en los
abandonados y humillados de la tierra.
• “Levántate”. La misericordia no ignora
la situación de postración y aun de pecado. Pero invita a la humanidad a
ponerse en pie con decisión y confianza.
• “Él te llama”. La Iglesia sabe que
ella no es el final del camino. Su misión es la de transmitir una llamada que
conduce hasta el Señor.
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