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Bartimeo Mc 10,46-52 (TOB30-15)

“Se marcharon llorando, los guiaré entre consuelos; los llevaré a torrentes de agua, por un camino llano en que no tropezarán”. Con estas promesas anima Dios al pueblo que fue llevado al cautiverio y que Él hará regresar a su tierra  (Jer 31,7-9).
Es cierto que estas palabras nos remiten a tiempos muy lejanos, pero nos ayudan a evocar el drama de todo un pueblo deportado y llevado al destierro. Una experiencia que, por desgracia, se ha repetido muchas veces a lo largo de la historia hasta estos mismos días.
Pero la experiencia de la fe nos invita a leer nuestra peripecia personal a la luz de estas palabras proféticas. Todos nosotros somos esclavos de algo. Todos necesitamos que Dios se apiade de nosotros, nos muestre su misericordia y nos libere.

TRES DETALLES DEL RELATO

Esa primera lectura de la misa de este domingo 30 del Tiempo Ordinario nos prepara para meditar el hermoso pasaje de la curación del ciego de Jericó (Mc 10, 46-52).
• Para comenzar, ya nos llama la atención que este ciego sea el único de los curados por Jesús que tiene nombre y apellido. Parece como si el texto quisiera indicarnos la dignidad personal de los pobres y de los enfermos.
• También nos sorprende la súplica que dirige a Jesús: “Hijo de David, ten compasión de mí”. Como se ve, emplea un título en el que reconoce a Jesús como el Mesías enviado por Dios. Y además, parece convencido de que Jesús es el rostro vivo de la misericordia de Dios.
• Y por fin,  nos asombra la confianza de esos gestos que reflejan las actitudes del verdadero creyente: soltar el manto en el que recoge las monedas que le entregan los que pasan; dar un salto cuando todavía está ciego; y acercarse con decisión a Jesús.

TRES ECOS DE LA LLAMADA

En el relato evangélico aparecen también los discípulos que acompañan a Jesús. En un primer momento tratan de acallar las súplicas del ciego. Pero una indicación de Jesús les hace redescubrir su propia misión. Así que lo llaman diciendo: “Ánimo, levántate, que él te llama”.
• “Ánimo”. Una primera palabra, en la que se resume la misión de la Iglesia, enviada a infundir esperanza en los abandonados y humillados de la tierra.  
• “Levántate”. La misericordia no ignora la situación de postración y aun de pecado. Pero invita a la humanidad a ponerse en pie con decisión y confianza.
• “Él te llama”. La Iglesia sabe que ella no es el final del camino. Su misión es la de transmitir una llamada que conduce hasta el Señor.

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