“Alégrate,
hija de Sión, grita de gozo, Israel, Regocíjate y disfruta con todo tu ser,
hija de Jerusalén”. El tercer domingo del Adviento está marcado por el signo de
la alegría. Así lo refleja esta exhortación del profeta Sofonías, que se
proclama en este día (Sof 3,14).
Es
verdad que, con demasiada frecuencia, en este mundo nuestro se confunde la
alegría con la satisfacción. Ponemos nuestra alegría en las cosas que poseemos
o adquirimos. O en el triunfo de nuestro partido político o de nuestro equipo
favorito.
Es
legítimo alegrarse por estas cosas y por otras muchas que nos gustan y nos
ofrecen un descanso. Pero el profeta Sofonías anota la causa última de la
alegría de su pueblo: “El rey de Israel, el Señor, está en medio de ti, no
temas mal alguno” (Sof 3,15).
Mientras
se acerca la celebración del nacimiento de Jesús, podemos examinar nuestra
conciencia para ver qué es lo que nos produce alegría. Y por qué muchas
personas dicen que estos días de fiesta sólo les producen tristeza.
PREGUNTAS
Y RESPUESTAS
El evangelio de Lucas que leemos en este
tercer domingo de Adviento (Lc 3, 10-16) nos recuerda las preguntas que suscita
en las gentes la predicación de Juan, hijo de Zacarías. En realidad es siempre
la misma pregunta: “Entonces, ¿qué hacemos?”
•
En primer lugar, Juan exhorta a todos a compartir sus vestidos y su comida con
los que padecen necesidad. Con ello, evoca algunas de las obras que constituyen
el verdadero ayuno, como ya decían los antiguos profetas (Is 58,7).
•
A los publicanos o cobradores de tributos, Juan les exhorta a no exigir a las
gentes más de lo establecido. Esa era, en efecto, la crítica más habitual a los
que contrataban ese servicio y trataban de beneficiarse a costa de los
contribuyentes.
•
A los soldados les responde pidiéndoles que no hagan extorsión a nadie, que se
contenten con su paga y que no utilicen su puesto para aprovecharse de las
gentes por medio de falsas denuncias.
EL NUEVO BAUTISMO
Como se ve, Juan no se andaba por las
ramas. Sus indicaciones eran atinadas. Y verdaderas, puesto que revelaban su
propia vida. Por eso todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías. Pero él
sólo pretendía anunciar al que venía detrás de él:
• El que viene es más fuerte que Juan.
Pero su fortaleza no se manifestará en la violencia, sino en el servicio
humilde a los demás.
• El que viene bautiza con Espíritu
Santo y fuego. El Espíritu es el aliento que da vida y el fuego el elemento que
calienta y purifica de la escoria.
• El que viene trae en su mano el
bieldo. Ese instrumento de labranza es la horca para aventar la parva y separar
el trigo de la paja. Ante el Mesías se estima lo que vale y alimenta y se
desecha todo lo que ha de ser arrojado al fuego.
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