“Cantad
al Señor, alabad al Señor, que libró la vida del pobre de manos de los impíos”
(Jer 20,13). Así termina la primera lectura que se proclama en este domingo
duodécimo del tiempo ordinario. Antes hemos oído que Jeremías escuchaba los
comentarios amenazadores de sus vecinos. Trataban de delatarlo, de atraparlo y
de vengarse de él.
Esa
situación no es exclusiva de Jeremías, La experiencia repetía en su pueblo que
nadie es profeta en su tierra. También fuera de ella, quien anuncia la verdad y
denuncia la mentira será acusado de no respetar el orden establecido. En
algunos lugares el mensajero de la justicia es directamente asesinado. En
otros, se comienza por declararlo “persona non grata”.
Muy
oportunamente, en el salmo responsorial se nos invita a repetir una súplica
cargada de confianza: “Que me escuche tu gran bondad, Señor” (Sal 68). Que nos
alcance la gracia que Dios nos otorga por Jesucristo, como nos dice san Pablo
(Rom 5,12-15).
EL MIEDO Y LA LIBERTAD
La
persecución aparece también en el evangelio que hoy se proclama (Mt 10,26-33).
El texto forma parte del llamado “Discurso de envío”. Los discípulos de Jesús
han de saber que la misión no va a ser fácil. En las exhortaciones de Jesús hay
una advertencia y un aviso
•
Jesús advierte a sus discípulos que no han de tener miedo a los hombres, porque
lo oculto y escondido llegará a saberse un día. Así que han de estar dispuestos
a pregonar a la luz del día lo que Jesús les ha ido enseñando en privado.
•
Jesús avisa a sus discípulos de que no han de temer a los que matan el cuerpo,
pero no pueden matar el alma. Así que han de saber valorar el tesoro de su
libertad. La vida es importante, pero no deben ponerse en el peligro de perder
el sentido último de la vida.
Las
palabras de Jesús son una invitación a anunciar el mensaje con decisión y
libertad. El mensajero podrá perder la vida en la misión, pero nadie puede
arrebatarle el gozo de haber sido elegido para llevarla a cabo.
LA CONFIANZA Y LA FIDELIDAD
De
todas formas, habrá ocasiones en las que los discípulos de Jesús se preguntarán
si merece la pena arriesgar tanto por la misión que les ha sido
encomendada. Jesús parece intuir ese titubeo y responde con una parábola y una
promesa.
•
Todos conocen el precio de los gorriones que se venden en la plaza por una
moneda insignificante. Pero de todos ellos se cuida el Padre. Con más razón se
cuidará de los que han sido elegidos por Jesús. Hasta de sus cabellos lleva
cuenta Dios. Así que han de caminar y vivir alimentando la confianza.
• A lo largo de la misión, los enviados tendrán
ocasiones de dar testimonio de su Maestro y ocasiones para renegar de él.
Tendrán que aprender a optar. Y recordar que un día el Señor los reconocerá o
los ignorará según su comportamiento. Así que han de caminar y vivir
manteniendo la fidelidad a la llamada.
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