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El juicio y el testimonio Lc 21,5-19 (TOC33-19)

“A vosotros, los que teméis mi nombre, os iluminará un sol de justicia y hallaréis salud a su sombra”. Este texto del profeta Malaquías anuncia el día del Señor. Un día ardiente como un horno. Así será el juicio de Dios sobre los hombres y sobre la historia. Los malvados serán como la paja que consume el fuego. Pero a los justos, ese mismo fuego les proporcionará un calor saludable y luz para el camino (Zac 3,20).
De esa profecía se hace eco el salmo responsorial de este domingo. De nuevo aparece la visión del juicio de Dios sobre la historia y sobre el proceder de cada persona. “El Señor llega para regir la tierra, para regir a los pueblos con rectitud” (Sal 97,9).
La consideracion del juicio de Dios sobre el mundo debio de dejar impresionados a los fieles de Tesalónica. Sin duda pensaban que el juicio estaba ya muy próximo. Tanto que algunos vivían desordenadamente y habían dejado de trabajar. San Pablo repite lo que ya había ordenado antes: “Que si alguno no quiere trabajar, que no coma” (2 Tes 3,7-12).   

 CURIOSIDAD Y FIDELIDAD
El evangelio que se proclama en este penúltimo domingo del año litúrgico (Lc 21,5-19) nos recuerda que algunos contemporáneos de Jesús se quedaban admirados por la belleza del templo de Jerusalén, que desde los días de Herodes el Grande estaba siendo reconstruido con magnificencia.
Sin embargo, Jesús les advierte sobre la caducidad de todas las obras humanas: “Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida”. El anuncio suscita la curiosidad de los oyentes. Desearían saber cuándo va a ocurrir ese desastre.  Pero Jesús se niega a ofrecer una respuesta sobre esa fecha.
De todas formas, el texto incluye una lista de fenómenos cósmicos y sociales que inducirán a muchos a pensar que se acerca el final de los tiempos. Además, Jesús anuncia las persecuciones que habrán de afectar a los que le siguen.
Serán denunciados hasta por sus mismos familiares. Y, al igual que el mismo Jesús, habrán de comparecer ante las autoridades religiosas y civiles. Pues bien, todo lo que puedan sufrir por causa del nombre del Señor, tendrán que verlo como una ocasión para dar testimoniono de su fe y de su fidelidad al Maestro. 

AVISOS PARA EL CAMINO
La pregunta de los curiosos se ha ido repitiendo a lo largo de estos 2000 años de cristianismo. A muchos les interesa saber el cómo, el dónde y el cuándo de los acontecimientos. Los seguidores de Jesús le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo va a ser eso?”. En lugar de responder, Jesús nos dejó tres avisos para el camino:
• “No vayáis tras ellos”. Muchos vendrán recordando todos los fenómenos que suelen atemorizar a las gentes y se presentarán  como el Mesías enviado por Dios.  Los seguidores de Jesús no deberán prestar atención a esos pretendidos salvadores de la humanidad. La salvación está en seguir al Señor.
 • “No tengáis pánico”. Siempre habremos de vivir en un tiempo de contradicción y persecución. Si queremos de verdad seguir  a Jesucristo tendremos que contar con calumnias y acusaciones de todo tipo. Pero hemos de superar el temor y aprender a remar contra corriente. Ser testigos implica estar ahí y ser diferentes.  
• “Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. Salvar el alma es seguir al Salvador de nuestras vidas. Salvar el alma es descubrir el sentido de la vida y tratar de realizarlo y celebrarlo un día tras otro. El pensamiento sobre el futuro nos exige un compromiso de verdad y fidelidad en el presente. 

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