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La llegada del Señor Mc 15,1-38 (CUB Ramos)

“Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento” . Así comienza la primera lectura de la misa de este Domingo de Ramos. Un hermoso  e inquietante texto, tomado del tercer cántico del Siervo del Señor, que se nos ofrece en el libro de Isaías (Is 50,47).
El texto bíblico juega con dos de los sentidos. Quien sirve a Dios ha de estar dispuesto a oír y a hablar. El Siervo se muestra decidido a escuchar la voz de Dios y, en consecuencia, a escuchar a todos los que sufren. Gracias a esa disposición, sus palabras podrán ofrecer aliento a los que han perdido la esperanza.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que tales disposiciones no le resultan cómodas. El profeta será golpeado y recibirá escarnios y burlas sin cuento. Con todo, en el Señor encontrará ayuda y consuelo para superar la vergüenza y el bochorno a que pretenden someterle sus enemigos. Así comienza la Semana que nos llevará a presenciar el sacrificio de Jesús.

 HUMILLACIÓN Y SILENCIO

También la segunda lectura evoca el misterio de la grandeza y el abajamiento de Cristo. En el precioso himno que Pablo incluye en la carta a los Filipenses, contemplamos la humillación del Señor que se hace siervo. Y la grandeza del siervo que es elevado a la gloria celestial, para que su nombre sea alabado en el universo entero (Flp 2, 6-7). 
En el evangelio que se lee el Domingo de Ramos, todos los años se recuerda  la pasión de Jesús. En esta ocasión nos corresponde proclamar el texto del evangelio de Marcos. Hay en él al menos siete rasgos que lo diferencian de los otros relatos sinópticos. Baste subrayar tan sólo uno de ellos.
Tras la muerte de Jesús, se destaca el asombro del centurión. Mientras Mateo la atribuye al seísmo y Lucas a todo lo ocurrido, en general, Marcos anota otro motivo fundamental: la observación del modo como había expirado Jesús (Mc 15, 39). Así pues, Jesús es palabra y revelación, con sus hechos y dichos, pero también con el silencio de su propia muerte.

LA LLEGADA DEL REINO

Antes de la celebración de la Eucaristía, tiene lugar la procesión de los ramos. Para comenzar, se proclama  el texto del Evangelio de Marcos (Mc 11,1-10). En él se recogen las aclamaciones de las gentes que acompañan a Jesús en su entrada en Jerusalén
• “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor”.  Bendecir a Dios es una forma habitual en la oración judía. Con los hebreos, también nosotros bendecimos a Dios que nos envía a su Mesías y bendecimos y acogemos al Mesías enviado por Dios. 
• “¡Bendito el Reino que llega, el de nuestro padre David!”. La fe cristiana identifica a Jesús con el Reino de Dios. Con Jesús, Dios se manifiesta como Señor de la historia. En él se cumplen las antiguas esperanzas . En él está nuestra salvación.
• “¡Viva el Altísimo!”  Jesús es la revelación del Dios de la creación y de la historia. También en este momento y en este lugar concreto en que vivimos, los seguidores de Jesús hemos de suscitar la admiración de la fe, la confianza de la esperanza y la eficacia del amor.

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