“Como un joven
se casa con su novia, así te desposa el que te construyó: la alegría que
encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo”. Esas
palabras cierran la primera lectura de la misa de este domingo segundo del
Tiempo Ordinario. Están tomadas del libro de Isaías (Is 62,5).
Con ese oráculo se manifiesta el amor que Dios profesa
a su pueblo. Si alguna vez parecía haber sido abandonado por Dios hasta llegar
a ser devastado por sus enemigos, un día será reconocido como el pueblo elegido
y amado por Dios.
Lo más sorprendente del texto es que el oráculo
utilice imágenes y palabras tan estrechamente ligadas al compromiso
matrimonial. Así dice el Señor a su pueblo: “El Señor te prefiere a ti y tu
tierra tendrá marido”. La elección y la
providencia de Dios aseguran la presencia de la vida y un futuro de
prosperidad.
LA FIESTA DE LA VIDA
La liturgia de hoy nos traslada a Caná de Galilea.
Allí se celebra la fiesta de una boda. Y a la fiesta han sido invitados María,
Jesús y los discípuos que ha ido eligiendo (Jn 2, 1-12). Conocemos bien este
relato y muchas veces lo hemos incorporado a nuestra oración.
• En primer lugar nos indica que Jesús no rehúye las
fiestas de la humanidad. Participa en ellas con sinceridad y con serenidad. En
este caso comparte la fiesta del amor y de la vida. Dos grandes valores humanos
que quedan santificados por su presencia.
• Además, vemos la atención que María presta a las
necesidades de las personas. Es ella la primera en percibir la dificultad en la
que pueden encontrarse los nuevos esposos. Con razón la proclamamos como Reina
y Madre de Misericordia.
• Y con alegría descubrimos que Jesús hace posible que
el agua de nuestras fatigas se convierta en vino excelente para animar la
fiesta de la familia.
LOS SIGNOS Y LA FE
El evangelista concluye este relato con una anotación
que nos introduce de lleno en la identidad y en la misión de Jesús: “Así, en
Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de
sus discípulos en él”.
• Los signos habrían de ir marcando su camino. Un
itinerario de compasión. La ayuda prestada a los esposos, la curación de un
ciego, el reparto de los panes y la resurrección de Lázaro presentaban a Jesús
como el rostro de la misericordia de Dios.
• La gloria de Jesús era la gloria misma del Padre. No
buscaba su propio interés. Pretendía seguir la voluntad del Padre y hacerla
visible a sus discípulos. No puede ser diferente la intención de los que siguen
su camino.
• La fe es un don de Dios. Hay que pedirla en la
oración. Pero es también una tarea que implica toda la existencia. Crecer en la
fe, anunciarla y dar testimonio de ella es una tarea que da sentido a la
existencia de los seguidores de Jesús.
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