“Hoy es un día consagrado a nuestro Dios… Andad, comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a quien no tiene… No estéis tristes, pues el gozo del Señor es vuestra fortaleza”. Son hermosas estas exhortaciones con las que el sacerdote Esdras introduce la lectura del libro de la Ley (Neh 8, 10).
Este texto que se proclama en este domingo es importante por dos motivos. En primer lugar, nos recuerda la alegría del pueblo de Israel al poder escuchar la lectura de los libros santos. La reunión de la asamblea de los creyentes se apoya en dos importantes pilares: la oración y la meditación sobre la Palabra de Dios.
Además, nos enseña que la lectura de la palabra de Dios es motivo de alegría para los verdaderos creyentes y, al mismo tiempo, es una invitación para compartir con los pobres y necesitados los dones recibidos de Dios.
ELECCIÓN Y MISIÓN
Pues bien, el evangelio nos traslada a un escenario semejante. Entramos en la sinagoga de Nazaret. También en un pueblo tan pequeño como ese, los vecinos se reúnen el sábado en la sinagoga. No son muchos. Se conocen todos “desde toda la vida”.
Después de una breve ausencia, Jesús ha regresado al poblado. Por los alrededores ha ido extendiéndose la voz de que habla con autoridad. Así que las gentes de su aldea le ofrecen la oportunidad de leer y comentar los libros santos (Lc 4, 14.21). Jesús lee un texto que se encuentra en el rollo de Isaías. Dos ideas atraen la atención de los presentes:
• “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido”. Era fácil aceptar que el profeta que había escrito así describía su vocación y reflexionaba sobre su propia identidad. Su vida había de ser testimonio de esa elección.
• “Él me ha enviado para anunciar… la salvación, la liberación… y la gracia”. Era un motivo de alegría recordar que los antiguos profetas habían sido elegidos y enviados como portavoces de la compasión y de la misericordia de Dios.
MENSAJE Y MENSAJERO
Jesús podía haberse limitado a comentar el texto mirando al pasado. Podía haber invitado a sus vecinos a dar gracias a Dios por la misión de los antiguos profetas de Israel. Podía haber cantado la grandeza de la liberacion que Dios había ofrecido a su pueblo. Pero fue más allá. De hecho, recalcó la actualidad de aquel antiguo mensaje,
• “Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír”. Al igual que el sacerdote Esdras, Jesús subraya la importancia del “hoy”. El pasado ha dejado espacio a un presente de gracia. La palabra proclamada se hace realidad ante sus vecinos.
• “Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír”. Jesús se presenta como profeta. Y se atribuye una misión que es una buena noticia para los pobres y los oprimidos, los marginados y los extranjeros.
• “Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír”. Como dice el Papa Francisco, “a los que estaban cargados de dolor, agobiados de pobreza, les aseguró que Dios los tenía en el centro de su corazon”.
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