El texto continúa proclamando que la sabiduría ha
brotado de la boca del Altísimo, actúa en sintonía con su voluntad y pone su
morada entre los hijos de los hombres.
Evidentemente, esa sabiduría de origen divino, que
preside la obra de la creación, no puede asimilarse a la simple erudición
humana. Es la fuente viva. La fuente de la vida, que renueva todas las cosas de
este mundo.
La sabiduría divina trasciende todos los planes
humanos. Y no se limita a ofrecer a los hombres este o aquel saber. Más que el
arte del saber, es el don del sabor.
LA VIDA Y LA LUZ
El evangelio que hoy se proclama ha sido leído también
en la tercera misa de la fiesta de la Navidad, así como el día 31 de diciembre.
Esa reiteración subraya la importancia de este texto con el que comienza el
Evangelio de Juan (Jn 1, 1-18). Son
ideas como dardos.
• “Al principio ya existía la Palabra”. Antes de los
mundos y de nuestras historias, más o menos importantes, ya existia la Palabra
de Dios, el proyecto de Dios, que, en realidad, coincide con su amor y su
misericordia.
• “En la Palabra estaba la vida”. No son nuestras
palabras las que generan la vida. No son ellas las que dan sentido a la vida. Nuestras
palabras sólo tienen valía cuando son un reflejo de la Palabra eterna de Dios.
• “La vida era la luz de los hombres”. Es sorprendente
esa identificación: palabra –vida- luz. Sin la Palabra de Dios, nuestra vida es
mortecina y nuestro caminar es un deambular a tientas en medio de las
tinieblas.
LA CARNE Y LA GLORIA
Con todo, el poema con que se abre el evangelio de
Juan no nos remite solamente a la eternidad divina. En él se da cuenta del
valor de la temporalidad humana.
• “La Palabra se hizo carne”. Siempre ha habido gentes
y movimientos que han tratado de ignorar el valor del cuerpo y de la peripecia
humana. Pero la Palabra de Dios no es un sonido vacío. Se ha hecho carne en
Jesús de Nazaret.
• “La Palabra habitó entre nosotros”. Puso su tienda
de campaña entre nosotros. Caminó por nuestras sendas. No sólo se dejó oir,
sino que se dejó ver y tocar. Por eso puede ser aceptada o rechazada. Por eso
puede guiar nuestros pasos.
• “Hemos visto su gloria”. En la Palabra que se ha
hecho carne hemos descubieto la gloria de Dios y la humanidad de Dios. Pero en
ella hemos podido descubrir también la gloria del hombre y la divinización del
hombre por obra y gracia de la misericordia de Dios.
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