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La sabiduría y la Palabra Jn 1,1-18 (NAC2-16)

“La sabiduría hace su propio elogio, se gloría en medio de su pueblo”. Así comienza un hermoso poema  que se encuentra en el libro del Eclesiástico, con referencia a la sabiduria de Dios (Eclo 24,1).
El texto continúa proclamando que la sabiduría ha brotado de la boca del Altísimo, actúa en sintonía con su voluntad y pone su morada entre los hijos de los hombres.
Evidentemente, esa sabiduría de origen divino, que preside la obra de la creación, no puede asimilarse a la simple erudición humana. Es la fuente viva. La fuente de la vida, que renueva todas las cosas de este mundo.
La sabiduría divina trasciende todos los planes humanos. Y no se limita a ofrecer a los hombres este o aquel saber. Más que el arte del saber, es el don del sabor.

LA VIDA Y LA LUZ

El evangelio que hoy se proclama ha sido leído también en la tercera misa de la fiesta de la Navidad, así como el día 31 de diciembre. Esa reiteración subraya la importancia de este texto con el que comienza el Evangelio de Juan (Jn 1, 1-18).  Son ideas como dardos.
• “Al principio ya existía la Palabra”. Antes de los mundos y de nuestras historias, más o menos importantes, ya existia la Palabra de Dios, el proyecto de Dios, que, en realidad, coincide con su amor y su misericordia.
• “En la Palabra estaba la vida”. No son nuestras palabras las que generan la vida. No son ellas las que dan sentido a la vida. Nuestras palabras sólo tienen valía cuando son un reflejo de la Palabra eterna de Dios.
• “La vida era la luz de los hombres”. Es sorprendente esa identificación: palabra –vida- luz. Sin la Palabra de Dios, nuestra vida es mortecina y nuestro caminar es un deambular a tientas en medio de las tinieblas.

LA CARNE Y LA GLORIA

Con todo, el poema con que se abre el evangelio de Juan no nos remite solamente a la eternidad divina. En él se da cuenta del valor de la temporalidad humana.
• “La Palabra se hizo carne”. Siempre ha habido gentes y movimientos que han tratado de ignorar el valor del cuerpo y de la peripecia humana. Pero la Palabra de Dios no es un sonido vacío. Se ha hecho carne en Jesús de Nazaret.
• “La Palabra habitó entre nosotros”. Puso su tienda de campaña entre nosotros. Caminó por nuestras sendas. No sólo se dejó oir, sino que se dejó ver y tocar. Por eso puede ser aceptada o rechazada. Por eso puede guiar nuestros pasos.
• “Hemos visto su gloria”. En la Palabra que se ha hecho carne hemos descubieto la gloria de Dios y la humanidad de Dios. Pero en ella hemos podido descubrir también la gloria del hombre y la divinización del hombre por obra y gracia de la misericordia de Dios.

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