“Hijo
mío, en tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre
generoso. Hazte pequeño en las grandezas humanas y alcanzarás el favor de Dios;
porque es grande la misericordia de Dios y revela sus secretos a los
humildes”. Son hermosos y siempre actuales estos consejos de
Jesús, hijo de Sirac, que recoge la primera lectura de la misa de este domingo
(Eclo 3, 17-18.20).
Efectivamente,
la misma experiencia nos dice que las personas más sencillas son las más
agradables en la vida social. Además, los más humildes están con frecuencia más
dispuestos a escuchar la palabra de Dios. Y a percibir el paso de Dios en los
acontecimientos y, sobre todo, en la vida de cada día.
El texto
bíblico es muy realista. El sabio, en efecto,
contrapone a la actitud del humilde la soberbia del orgulloso: “No
corras a curar la herida del cínico, pues no tiene cura, es brote de mala
planta” (Eclo 3, 28). Otras traducciones
nos recuerdan que “para la adversidad del orgulloso no hay remedio, pues la
planta del mal ha echado en él raíces”.
HUMILDAD
Y GRATUIDAD
El
evangelio que hoy se proclama recoge un hecho que parece una parábola (Lc 14,
1.7-14). Es un sábado: día de oración y descanso. Jesús es invitado a comer en
casa de un fariseo importante. Observa que los invitados se apresuran a escoger
los primeros puestos. Y el Maestro aprovecha la ocasión para impartir dos
consejos aparentemente muy humanos.
- El
primero se dirige a los invitados a un banquete. Quien elige uno de los primeros puestos puede
verse en el bochorno de ser obligado a cederlo a otro invitado más importante.
Pero quien elige uno de los últimos, puede verse honrado cuando lo inviten a
situarse en un puesto de más prestigio. Así que conviene ser humilde y modesto.
- El
segundo consejo se dirige al anfitrión que ofrece el banquete. Quien convida a
sus amigos, a sus parientes o a sus vecinos ricos, espera ser recompensado con
otra invitacion semejante. Eso es lo habitual. Quien convida a pobres,
lisiados, cojos y ciegos parecerá ir contra corriente. Porque generalmente no
recibirá una invitacion semejante.
Los dos
consejos parecen normas de conducta o de protocolo social. Pero Jesús las eleva
al rango religioso, mediante la bienaventuranza que sigue al segundo consejo:
“Dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagaran cuando resuciten los
muertos”. Así que la humildad va unida a la generosidad de quien ama
gratuitamente. Porque así es como ama Dios.
SOBERBIA Y HUMILDAD
“Toda afectación es mala”, se repite varias
veces en el Quijote. Cualquier manual de educación nos exhortará a ser modestos y sencillos. Todo este relato
responde, pues, a una experiencia humana y muy humana. Sin embargo, encierra
una profunda lección de fe. No sólo habla del hombre, sino de Dios. Basta reflexionar sobre la frase central.
• “Todo el que se enaltece será
humillado”. Quien se enaltece a sí mismo
se coloca con frecuencia en el puesto del mismo Dios. Olvida su profunda verdad
y se engaña a sí mismo. “De soberbia y
vanagloria os libre Dios”, escribe Santa Teresa. Cuanto más alto sube el necio
más estrepitosa es su caída.
• “El que se humilla será enaltecido”. El
modelo es el mismo Cristo, que se abajó hasta someterse a la muerte y muerte de
cruz, por lo cual fue ensalzado hasta recibir un nombre sobre todo nombre (cf.
Flp 2, 6-11). Quien de verdad ama a Dios, va por el valle de la humildad, como
escribe también Santa Teresa.