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Puerta Santa de la Basílica de S. Pedro por José Carrascosa

Partiendo de la real realizada tallada por Vico Consorcios en 1948 y abierta en la Nochebuena del año siguiente para iniciar el Año Jubilar de 1950...

























... José Carrascosa ha reproducido sus escenas en estos bonitos dibujos










Perdón y misericordia Jn 20,19-31 (PAC2-25)

 “Los apóstoles hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo” (Hch 5,12). Después de su Ascensión a los cielos, la misericordia del Resucitado se hace visible a través de sus discípulos. Muchas personas acercan a sus enfermos a Pedro, deseando que la sombra del apóstol los cubra por un momento. 

Hoy son muchas las gentes que buscan gestos de cercanía, de atención y de ternura, como suele recordar el papa Francisco. Todos necesitamos percibir la misericordia de Dios. Y todos estamos llamados a hacerla llegar a los demás, aunque nos hagan “perder” tiempo y tal vez nos desprecien y persigan.  

El salmo responsorial nos exhorta hoy a ser agradecidos a Dios por su incansable misericordia con nosotros: “Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia” (Sal 117).  

El Apocalipsis nos dice que el Hijo del Hombre es el Viviente. Él vive por los siglos de los siglos y nos revela el sentido de la historia y de nuestra vida concreta (Ap 1,9-19).

MINISTROS DEL PERDÓN

El evangelio según san Juan evoca dos momentos de la revelación del Resucitado a sus discípulos (Jn 20,19-31). El texto nos ofrece al menos tres contraposiciones que se repiten también en nuestra experiencia personal.   

- En primer lugar, se mezclan el miedo y el gozo. Tras la muerte de Jesús, los discípulos han quedado atemorizados. Pero al descubrir que Jesús se hace presente en medio de ellos, su corazón rebosa de paz y de alegría.

- En segundo lugar, al miedo sucede la audacia. Por temor habían cerrado las puertas. Pero el aliento de Jesús los mueve a salir a la calle. Los que se habían encerrado se lanzan a la misión que les había sido encomendada. 

- En tercer lugar, la culpa es superada por el perdón. Los discípulos se sentían culpables por haber abandonado a su Maestro. Pero Jesús no llega para reprenderles su falta, sino para hacerlos testigos de su misericordia.

EL TESTIMONIO DE LAS LLAGAS

  Pero Tomás atrae hoy nuestra atención. Él había impulsado a los discípulos a seguir a su Maestro hasta la muerte. Y ahora no parece dispuesto a reconocer que ha resucitado 

• “Si no veo la señal de los clavos…, no creo”. Esa frase es tal vez una protesta personal contra los que se apresuran a disfrutar de la luz sin haber aceptado la oscuridad de la cruz.  

• “Trae tu dedo… No seas incrédulo, sino creyente”. La respuesta de Jesús es una advertencia para todos nosotros. No podemos ser incrédulos, ni crédulos, sino creyentes.

• “Señor mío y Dios mío”. Pedro había reconocido a Jesús como el Mesías (Mc 8,29). Ahora es Tomás quien confiesa su fe en la divinidad de Jesús resucitado.  

• “Dichosos los que crean sin haber visto”. Tomás manifestó su fe al ver las llagas del Señor. Nosotros nos apoyamos en la fe del apóstol que creyó en el Señor.

La resurrección se cree, no se prueba Jn 20,19-31 (PAC2-25)

 1. El texto es muy sencillo, tiene dos partes (vv. 19-23 y vv. 26-27) unidas por la explicación de los vv. 24-25 sobre la ausencia de Tomás. Las dos partes inician con la misma indicación sobre los discípulos reunidos y en ambas Jesús se presenta con el saludo de la paz (vv. 19.26). Las apariciones, pues, son un encuentro nuevo de Jesús resucitado que no podemos entender como una vuelta a esta vida. Los signos de las puertas cerradas por miedo a los judíos y cómo Jesús las atraviesa, “dan que pensar”, como dice Ricoeur, en todo un mundo de oposición entre Jesús y los suyos, entre la religión judía y la nueva religión de la vida por parte de Dios. La “verdad” del texto que se nos propone, no es una verdad objetivable, empírica o física, como muchas veces se propone en una hermenéutica apologética de la realidad de la resurrección. Vivimos en un mundo cultural distinto, y aunque la fe es la misma, la interpretación debe proponerse con más creatividad.

III.2. El “soplo” sobre los discípulos recuerda acciones bíblicas que nos hablan de la nueva creación, de la vida nueva, por medio del Espíritu. Se ha pensado en Gn 2,7 o en Ez 37. El espíritu del Señor Resucitado inicia un mundo nuevo, y con el envío de los discípulos a la misión se inaugura un nuevo Israel que cree en Cristo y testimonia la verdad de la resurrección. El Israel viejo, al que temen los discípulos, está fuera de donde se reúnen los discípulos (si bien éstos tienen las puertas cerradas). Será el Espíritu del resucitado el que rompa esas barreras y abra esas puertas para la misión. En Juan, “Pentecostés” es una consecuencia inmediata de la resurrección del Señor. Esto, teológicamente, es muy coherente y determinante.

III.3. La figura de Tomás es solamente una actitud de “anti-resurrección”; nos quiere presentar las dificultades a que nuestra fe está expuesta; es como quien quiere probar la realidad de la resurrección como si se tratara de una vuelta a esta vida. Algunos todavía la quieren entender así, pero de esa manera nunca se logrará que la fe tenga sentido. Porque la fe es un misterio, pero también es relevante que debe tener una cierta racionalidad (fides quaerens intellectum), y en una vuelta a la vida no hay verdadera y real resurrección. Tomás, uno de los Doce, debe enfrentarse con el misterio de la resurrección de Jesús desde sus seguridades humanas y desde su soledad, porque no estaba con los discípulos en aquel momento en que Jesús, después de la resurrección, se les hizo presente, para mostrarse como el Viviente. Este es un dato que no es nada secundario a la hora de poder comprender el sentido de lo que se nos quiere poner de manifiesto en esta escena: la fe, vivida desde el personalismo, está expuesta a mayores dificultades. Desde ahí no hay camino alguno para ver que Dios resucita y salva.

III.4. Tomás no se fía de la palabra de sus hermanos; quiere creer desde él mismo, desde sus posibilidades, desde su misma debilidad. En definitiva, se está exponiendo a un camino arduo. Pero Dios no va a fallar ahora tampoco. Jesucristo, el resucitado, va a «mostrarse» (es una forma de hablar que encierra mucha simbología; concretamente podemos hablar de la simbología del “encuentro”) como Tomás quiere, como muchos queremos que Dios se nos muestre. Pero así no se “encontrará” con el Señor. Esa no es forma de “ver” nada, ni entender nada, ni creer nada.

III.5. Tomás, pues, debe comenzar de nuevo: no podrá tocar con sus manos las heridas de las manos del Resucitado, de sus pies y de su costado, porque éste, no es una “imagen”, sino la realidad pura de quien tiene la vida verdadera. Y es ante esa experiencia de una vida distinta, pero verdadera, cuando Tomás se siente llamado a creer como sus hermanos, como todos los hombres. Diciendo «Señor mío y Dios mío», es aceptar que la fe deja de ser puro personalismo para ser comunión que se enraíce en la confianza comunitaria, y experimentar que el Dios de Jesús es un Dios de vida y no de muerte.

Vigilia Pascual. 4 liturgias en una


 

Esquema de la Vigilia Pascual


 

Sábado Santo. Espera de ESPERANZA



 

El mayor REGALO DE AMOR espera la RESURRECCIÓN A LA VIDA ETERNA



 

Semana santa de toda la vida


 

El amor vence a las muerte vJn 20,1-9 (PAC1-25)

1. El texto de Juan 20,1-9, que todos los años se proclama en este día de la Pascua, nos propone acompañar a María Magdalena al sepulcro, que es todo un símbolo de la muerte y de su silencio humano; nos insinúa el asombro y la perplejidad de que el Señor no está en el sepulcro; no puede estar allí quien ha entregado la vida para siempre. En el sepulcro no hay vida, y Él se había presentado como la resurrección y la vida (Jn 11,25). María Magdalena descubre la resurrección, pero no la puede interpretar todavía. En Juan esto es caprichoso, por el simbolismo de ofrecer una primacía al *discípulo amado+ y a Pedro. Pero no olvidemos que ella recibirá en el mismo texto de Jn 20,11ss una misión extraordinaria, aunque pasando por un proceso de no “ver” ya a Jesús resucitado como el Jesús que había conocido, sino “reconociéndolo” de otra manera más íntima y personal. Pero esta mujer, desde luego, es testigo de la resurrección.

2. La figura simbólica y fascinante del *discípulo amado+, es verdaderamente clave en la teología del cuarto evangelio. Éste corre con Pedro, corre incluso más que éste, tras recibir la noticia de la resurrección. Es, ante todo, "discípulo", y por eso es conveniente no identificarlo, sin más, con un personaje histórico concreto, como suele hacerse; él espera hasta que el desconcierto de Pedro pasa y, desde la intimidad que ha conseguido con el Señor por medio de la fe, nos hace comprender que la resurrección es como el infinito; que las vendas que ceñían a Jesús ya no lo pueden atar a este mundo, a esta historia. Que su presencia entre nosotros debe ser de otra manera absolutamente distinta y renovada.

3. La fe en la resurrección, es verdad, nos propone una calidad de vida, que nada tiene que ver con la búsqueda que se hace entre nosotros con propuestas de tipo social y económico. Se trata de una calidad teológicamente íntima que nos lleva más allá de toda miseria y de toda muerte absurda. La muerte no debería ser absurda, pero si lo es para alguien, entonces se nos propone, desde la fe más profunda, que Dios nos ha destinado a vivir con El. Rechazar esta dinámica de resurrección sería como negarse a vivir para siempre. No solamente sería rechazar el misterio del Dios que nos dio la vida, sino del Dios que ha de mejorar su creación en una vida nueva para cada uno de nosotros.

4. Por eso, creer en la resurrección, es creer en el Dios de la vida. Y no solamente eso, es creer también en nosotros mismos y en la verdadera posibilidad que tenemos de ser algo en Dios. Porque aquí, no hemos sido todavía nada, mejor, casi nada, para lo que nos espera más allá de este mundo. No es posible engañarse: aquí nadie puede realizarse plenamente en ninguna dimensión de la nuestra propia existencia. Más allá está la vida verdadera; la resurrección de Jesús es la primicia de que en la muerte se nace ya para siempre. No es una fantasía de nostalgias irrealizadas. El deseo ardiente del corazón de vivir y vivir siempre tiene en la resurrección de Jesús la respuesta adecuada por parte de Dios. La muerte ha sido vencida, está consumada, ha sido transformada en vida por medio del Dios que Jesús defendió hasta la muerte.

Al pie de la cruz (canción de Gema Martín presentada en God Talent)


 

7 palabras para no olvidar



 

Resurrección Jn 20,1-9 (PAC1-25)


 

10 datos sobre la Sábana Santa


 

Pasión y muerte de Jesús


 

Colgado para salvarnos de nuestros pecados



 

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A la Luz por la Cruz


 

Viernes Santo. Frase para rezar y reflexionar


 

Cuatro letras en las Cruz del Calvario