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El valor de la hospitalidad Lc 10,38-42 (TOC16-25)
“Señor, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo”. Con este ruego recibe Abrahán a los tres peregrinos que han llegado hasta su tienda (Gn 18,1-10). En sus labios se convierte en oración la famosa hospitalidad de los beduinos.
Pero el texto recoge también la promesa que formula uno de los peregrinos que han sido acogidos por Abrahán: “Cuando vuelva a verte, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo”. Evidentemente, es Dios quien habla por medio de aquellos mensajeros.
Evocando esta escena bíblica, también nosotros podemos exclamar: “Señor, ¿Quién puede hospedarse en tu tienda?” (Sal 142,2). Según este salmo, las virtudes nos capacitan para encontrarnos con los demás y con el mismo Dios.
Por otra parte, san Pablo dice que acepta sus sufrimientos para completar en su carne lo que falta a los padecimientos de Cristo en favor de su cuerpo que es la Iglesia (Col 1,24-28).
LA QUEJA DE MARTA
También en el evangelio que hoy se proclama encontramos una escena de hospitalidad. Mientras va de camino, Jesús se detiene en una aldea. Una mujer llamada Marta le ofrece hospitalidad en su casa y se preocupa de servirle. Mientras tanto, su hermana María se sienta a los pies de Jesús y escucha su palabra (Lc 10,38-42).Marta se queja ante Jesús de que su hermana la deje a ella sola ocuparse de las atenciones que requiere la hospitalidad: “Señor no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano”.
Es evidente que Marta está incómoda por la actitud de María. Le parece que el Maestro ignora todo lo que ella está haciendo para ofrecerle una decorosa hospitalidad. Según ella, Jesús debería prestarle un poco de atención.
Las palabras de Marta nos hacen recordar la tempestad en el lago de Galilea. En aquella ocasión, los discípulos se habían dirigido a Jesús con un grito de angustia: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” (Mc 4,38).
El escenario es muy diferente, pero la queja de Marta es muy semejante. En un caso y en otro late la inquietud por la aparente indiferencia de Jesús ante la situación de la persona.
LA RESPUESTA DE JESÚS
Ahí queda esa nerviosa pregunta de Marta. Pero a todos nos interesa escuchar la doble respuesta que Jesús le dirige.
• “Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas: solo una es necesaria”. En estos tiempos, tanto la Iglesia como la sociedad parecen muy afanadas en multiplicar sus ocupaciones terrenas, mientras se olvidan de reflexionar sobre la verdad que nos hace libres.
• “María ha escogido la mejor parte, y no le será arrebatada”. Esta frase de Jesús se dirige a la Iglesia, llamada a escuchar la palabra del Señor. Pero interpela también a una sociedad que desprecia los símbolos cristianos, persigue a los creyentes y los condena a muerte.
Saber elegir lo que Dios desea Lc 10,38-42 (TOC16-25)
2. Lo que Lucas subraya con énfasis es la actitud de escuchar a Jesús, al Maestro, quien tiene lo más importante que comunicar. No quería decir Jesús que “un solo plato basta”, como algunos han entendido, sino que María estaba eligiendo lo mejor en ese momento que él las visita. Este episodio, todavía hoy, nos sugiere la importancia de la escucha de la Palabra de Dios, del evangelio, como la posibilidad alternativa a tantas cosas como se dicen, se proponen y se hacen en este mundo. Jesús es la palabra profética, crítica, radical, que llega a lo más hondo del corazón, para iluminar y liberar. Ya es sintomático, como hemos apuntado antes, el detalle que Lucas quiera poner de manifiesto el sentido del discipulado cristiano de una mujer en aquél ambiente.
3. Tampoco se debería juzgar que Marta es desprestigiada, ¡ni mucho menos!, ¡está llevando a cabo un servicio!, pero tiene que saber elegir. Muchas veces, actitudes contemplativas pueden ocultar ciertos egoísmos o inactividad de servicio que otros deben hacer por nosotros. Porque Jesús, camino de Jerusalén, ha pasado por su lado y es posible que en su afán no supiera, como María, que tenía que dejar huella en su vida. María se siente auténtica discípula de Jesús y se pone a escuchar como la única cosa importante en ese momento. Y de eso se trata, de ese ahora en que Dios, el Señor, pasa a nuestra lado, por nuestra vida y tenemos que acostumbrarnos a elegir lo más importante: escucharle, acogerle en lo que tiene que decir, dejando otras cosas para otros momentos. Lucas, sin duda, privilegia a María como oyente de la palabra y eso, en este momento de subida a Jerusalén, es casi decisivo para el evangelista. Se quiere subrayar cómo debemos, a veces, sumergirnos en los planes de Dios. De eso es de lo hablaba Jesús camino de Jerusalén (según Lucas) y María lo elige como la mejor parte. Marta… no ha podido desengancharse… y ahora debiera haberlo hecho.
El prójimo Lc 10,25-37 (TOC15-25)
“El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo” (Deut 30,14). El libro del Deuteronomio pone en boca de Moisés la invitación a escuchar sus mandamientos y ponerlos en práctica..
Los mandamientos de Dios no son unas normas irracionales. Reflejan los grandes valores éticos que los hombres pueden llegar a descubrir por su propia razón. De su cumplimiento depende la afirmación y el respeto de la dignidad humana. Además, el cumplimiento de los mandamientos garantiza la paz y la justicia entre las gentes y los pueblos.
El salmo responsorial que hoy se canta nos exhorta a vivir en humildad y nos invita a buscar al Señor, para que podamos alcanzar una vida nueva y feliz (Sal 68,33-34).
San Pablo recuerda a los colosenses que Dios nos concede la paz por medio de la sangre de Cristo, derramada en la cruz (Col 1,15).
LA ENSEÑANZA DE LA LEY
En el evangelio de este domingo se dice que un letrado se acerca a Jesús y le dirige una pregunta muy semejante a la del joven rico: “Maestro, ¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?” (Lc 10,25-37).
Jesús le responde preguntándole qué es lo que está escrito en la ley. El letrado cita el libro del Deuteronomio: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser” (Dt 6,5). Y añade otro precepto tomado del Levítico: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lev 19,18).
El primer precepto era admitido sin discusión. Pero el segundo suscitaba muchas interpretaciones. Para unos, el prójimo digno de amor era todo el que pertenecía al pueblo de Israel. Para otros, prójimo era tan solo quien cumplía la ley. Así que el letrado quiere conocer la opinión personal de Jesús y le dirige una segunda pregunta: “¿Quién es mi prójimo”.
TESTIGOS DE LA MISERICORDIA
Jesús cuenta que un viajero que baja de Jerusalén a Jericó es asaltado por los ladrones que lo roban, lo apalean y lo dejan medio muerto. Por allí pasan tres viajeros
• En primer lugar, pasa por allí un sacerdote. Ve al hombre maltrecho, pero da un rodeo para no acercarse a él, tal vez para no contaminarse con la sangre antes de ir a ofrecer un sacrificio. En realidad, no se interesa por el hombre malherido..
• Después pasa por el mismo lugar un levita, que repite los mismos gestos. También él da un rodeo para mantenerse alejado del herido. Y también él trata de ignorar la desgracia de aquel hombre y pasa de largo.
• Pero pasa un viajero que se fija en el herido. Se le conmueven las entrañas, cura sus heridas, lo carga en su cabalgadura y lo lleva a un albergue, lo atiende personalmente, pide al posadero que cuide de él y promete volver para pagar los gastos que el cuidado haya causado.
Al final del relato, Jesús pregunta al letrado quién se hizo prójimo del hombre apaleado. El letrado responde secamente que aquel que tuvo misericordia. Sus prejuicios y resentimientos no le permiten decir que el que se hizo prójimo era un samaritano.
¿A quién debemos amar? Lc 10,25-37 (TOC15-25)
1. Y ahora el evangelio del día: una de las narraciones más majestuosas de todo el Nuevo Testamento y del evangelio de Lucas. Una narración que solamente ha podido salir de los labios de Jesús, aunque Lucas la sitúe junto a ese diálogo con el escriba que pretende algo imposible. El escriba quiere asegurarse la vida eterna, la salvación, y quiere que Jesús le puntualice exactamente qué es lo que debe hacer para ello. Quiere una respuesta “jurídica” que le complazca. Pero los profetas no suelen entrar en esos diálogos imposibles e inhumanos. Ya la tradición cristiana nos puso de manifiesto que Jesús había definido que la ley se resumía en amar a Dios y al prójimo en una misma experiencia de amor (cf Mc 12,28ss). No es distinto el amor a Dios del amor al prójimo, aunque Dios sea Dios y nosotros criaturas. Pero el escriba, que tenía una concepción de la ley demasiado legalista, quiere precisar lo que no se puede precisar: ¿quién es mi prójimo, el que debo amar en concreto? Aquí es donde la parábola comienza a convertirse en contradicción de una mentalidad absurda y puritana.
2. Dos personajes, sacerdote y levita, pasan de lejos cuando ven a un hombre medio muerto. Quizás venían del oficio cultual, quizás no querían contaminarse con alguien que podía estar muerto, ya que ellos podrían venir de ofrecer un culto muy sagrado a Dios. ¿Era esto posible? Probablemente sí (es una de las explicaciones válidas). Pero eso no podía ser voluntad de Dios, sino tradición añeja y cerrada, intereses de clase y de religión. Entonces aparece un personaje que es casi siniestro (estamos en territorio judío), un samaritano, un hereje, un maldito de la ley. Éste no tiene reparos, ni normas, ha visto a alguien que lo necesita y se dedica a darle vida. Mi prójimo -piensa Jesús-, el inventor de la parábola, es quien me necesita; pero más aún, lo importante no es saber quién es mi prójimo, sino si yo soy prójimo de quien me necesita. Jesús, con el samaritano, está describiendo a Dios mismo y a nadie más. Lo cuida, lo cura, lo lleva a la posada y la asegura un futuro.3. Una religión que deja al hombre en su muerte, no es una religión verdadera (la del sacerdote y el levita); la religión verdadera es aquella que da vida, como hace el Dios-samaritano. Algunos Santos Padres hicieron una interpretación simbólica muy acertada: vieron en el “samaritano” al mismo Dios. Por tanto cuando Jesús cuenta esta historia o esta parábola, quiere hablar de Dios, de su Dios. Y si eso es así, entonces son verdaderamente extraordinarias las consecuencias a las que podemos llegar. Nuestro Dios es como el “hereje” samaritano que no le importa ser alguien que rompa las leyes de pureza o de culto religiosas con tal de mostrar amor a alguien que lo necesita. La parábola no solamente hablaba de una solidaridad humana, sino de la praxis del amor de Dios. Fue creada, sin duda, para hablar a los "escribas" de Israel del comportamiento heterodoxo de Dios, el cual no se pregunta a quién tiene que amar (como hace el escriba, nómikos del relato), sino que quiere salvar a todos y ofrecerles un futuro.
Al encuentro de la vida
La incertidumbre actual nos remite a otras formas de vida más saludables. Muchas dudas se vierten sobre el futuro. Aumentan los reclamos para crear una situación más sostenible. «Tenemos que aprender a vivir de otra manera», es lo que difunden todos los medios. Urge ir a lo esencial. ¿Estaremos ante la gran oportunidad de aprender el arte de lo verdadero? Todo indica que otra vida está a nuestro alcance; más valiosa y saludable. La pandemia habla de que el mundo debe ser distinto. Que las cifras no pueden sustituir los nombres y los rostros. Que hay que cuidar el amor en casa con pequeñas cosas. Que siempre hay voluntarios detrás de las desgracias. Que las historias heroicas se construyen cada día y que la gratuidad es lo que más une a las personas.
Hoy, la sorpresa de la vida reclama salir a nuestro encuentro. También nosotros podemos acariciarla y encontrarla. Es muy saludable hacerla fecunda. Lo importante es participar activamente.
Autor Antonino Rguez Fínez
Editorial: PPC
Páginas: 280 paginas
9788428837378
Precio: 20 euros
Mensajeros de la alegría Lc 10, 1-12.17-20 (TOC14-25)
“Festejad a Jerusalén, gozad con ella, todos los que la amáis, alegraos de su alegría, los que por ella llevasteis luto” (Is 66,10). Es impresionante esta invitación a la alegría que se encuentra en el último capítulo del libro de Isaías. Después del exilio en Babilonia, Dios va a facilitar el nacimiento de la nueva Jerusalén.
El texto emplea una imagen altamente expresiva en aquel tiempo y en aquel lugar. Dios va a hacer que la paz corra hacia Jerusalén con la abundancia de un río caudaloso. Esta presencia misericordiosa de Dios será la verdadera causa de la alegría para su pueblo.
La alegría reaparece también en el salmo responsorial: ”Alegrémonos con Dios, que con su poder gobierna eternamente” (Sal 65,6).
Con todo, la felicidad y la gloria no tienen su causa en los logros humanos. San Pablo escribe a los gálatas que él solamente puede gloriarse en la cruz de Jesucristo (Gál 6,14-18).
LA PRESENCIA DEL REINO
Según el evangelio de Lucas, al iniciar su subida hacia Jerusalén, Jesús envía a sus discípulos por delante de él, para que le preparen el camino (Lc 10,1-12.17-20).
• Jesús los envía de dos en dos, porque en su tierra, el testimonio de una persona solamente era creíble cuando era apoyado por otra persona. Además, los discípuos habían de caminar unidos, puesto que eran enviados a anunciar la paz.
• Jesús los envía ligeros de equipaje. El mensaje que anuncian no se apoya en la fuerza, en las riquezas o en los medios de los mensajeros.
• Además, los mensajeros han de curar a los enfermos que se encuentren. Han de ser recibidos como portadores de la misericordia y de la compasión de su Maestro.
• Y este es el mensaje que han de proclamar en todo lugar: “Está cerca de vosotros el Reino de Dios”. No se trata de amedrentar a las gentes. Al contrario: les anunciarán la presencia de Dios entre los hombres. En realidad, Jesús mismo era ya el Reino de Dios.
LA VERDADERA ALEGRÍA
Según el texto evangélico, los discípulos retornan de su misión y comunican a Jesús los efectos de su predicación, de las curaciones y de los exorcismos que han realizado. Y su experiencia es el contenido de su diálogo con el Maestro:
• “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre”. El nombre significa y representa la dignidad de Jesús. Los discípulos han podido comprobar el poder que ejerce el nombre del Maestro sobre el espíritu del mal.
• “No estéis alegres porque se os someten los espíritus”. Ante la alegria de sus discípulos, Jesús les advierte que no caigan en la ingenuidad de creer que yan han logrado someter a los espíritus que manejan este mundo.
• “Estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo”. Los discípulos aludían al nombre de Jesús, pero él alude ahora al nombre de los suyos. Han de alegrarse porque el Padre los tiene ya presentes en su reino.
La alegría de anunciar el evangelio Lc 10, 1-12.17-20 (TOC14-25)
1. El evangelio (Lucas 10,1ss) es todo un programa simbólico de aquello que les espera a los seguidores de Jesús: ir por pueblos, aldeas y ciudades para anunciar el evangelio. Lucas ha querido adelantar aquí lo que será la misión de la Iglesia. El “viaje” a Jerusalén es el marco adecuado para iniciar a algunos seguidores en esta tarea que Él no podrá llevar a cabo cuando llegue a Jerusalén. El evangelista lo ha interpretado muy bien, recogiendo varias tradiciones sobre la misión que en los otros evangelistas están dispersas. El número de enviados (70 ó 72) es toda una magnitud incontable, un número que expresa plenitud, porque todos los cristianos están llamados a evangelizar. Se recurre a Num 11,24-30, los setenta ancianos de Israel que ayudan a Moisés con el don del Espíritu; o también a la lista de Gn 10 sobre los pueblos de la tierra. No se debe olvidar que Jesús está atravesando el territorio de los samaritanos, un pueblo que, tan religioso como el judío, no podía ver con buenos ojos a los seguidores de un judío galileo, como era Jesús.
2. El conjunto de Lc 19,2-12 es de la fuente Q; sus expresiones, además, lo delatan. Eso significa que las palabras de Jesús sobre los discípulos que han de ir a anunciar el evangelio fueron vividas con radicalidad por profetas itinerantes judeocristianos, antes que Lucas lo enseñase y aplicase a su comunidad helenista. Las dificultades, en todo caso, son las mismas para unos que para otros. El evangelio, buena noticia, no es percibido de la misma manera por todos los hombres, porque es una provocación para los intereses de este mundo. El sentido de estas palabras, con su radicalidad pertinente, se muestra a los mensajeros con el saludo de la paz (Shalom). Y además debe ser desinteresado. No se puede pagar un precio por el anuncio del Reino: ¡sería un escándalo!, aunque los mensajeros deban vivir y subsistir. Y, además, se obligan a arrostrar el rechazo… sin por ello sembrar discordias u odio.
3. Advirtamos que no se trata de la misión de los Doce, sino de otros muchos (72). Lo que se describe en Lc 10,1 es propio de su redacción; la intencionalidad es poner de manifiesto que toda la comunidad, todos los cristianos deben ser evangelizadores. No puede ser de otra manera, debemos insistir mucho en ese aspecto del texto de hoy. El evangelio nos libera, nos salva personalmente; por eso nos obligamos a anunciarlo a nuestros hermanos, como clave de solidaridad. Resaltemos un matiz, sobre cualquier otro, en este envío de discípulos desconocidos: volvieron llenos de alegría (v. 20), “porque se le sometían los demonios”. Esta expresión quiere decir sencillamente que el mal del mundo se vence con la bondad radical del evangelio. Es uno de los temas claves del evangelio de Lucas, y nos lo hace ver con precisión en momentos bien determinados de su obra. Los discípulos de Jesús no solamente están llamados a seguirle a Él, sino a ser anunciadores del mensaje a otros. Cuando se anuncia el evangelio liberador del Señor siempre se percibe un cierto éxito, porque son muchos los hombres y mujeres que quieren ser liberados de sus angustias y de sus soledades. ¡Debemos confiar en la fuerza del evangelio!
Las columnas de la Iglesia Mt 16,13-19
San Pedro y san Pablo son los pilares de la Iglesia. Pero su categoría humana los convierte en modelos de coherencia y de rectitud.
El libro de los Hechos de los Apóstoles (Hech 12,1-11) nos lleva a recordar un famoso fresco de las “logias” vaticanas, en el que Rafael dejó plasmada la liberación de Pedro. Herodes lo había metido en la cárcel durante la semana de Pascua. Pero “mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él”.
Con Simón Pedro nosotros repetimos confiadamente la palabras del salmo: “El Señor me libró de todas mis ansias” (Sal 33).
LA ORACIÓN DE LA IGLESIAS
Orar por Pedro era un deber de gratitud y de amor para la primera comunidad de Jerusalén. Pedro habrá de ser bien consciente de que esa oración de su gente le ha “liberado de las manos de Herodes y de la expectación de los judíos” (Hech 12,11).
De Pedro nos dice el evangelio (Mt 16,13-19) que reconoció a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios vivo. A cambio, Jesús le cambió su nombre de Simón por el de Pedro, para hacer de él la piedra sobre la que edificaría su Iglesia.
También Pablo era consciente de que el Señor lo había liberado de la boca del león, para que fuera a anunciar la salvación a todas las gentes que antes consideraba como extrañas. Así resume a su discípulo Timoteo su propia tarea de apóstol y misionero: “El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles” (2 Tim 4,17-18).
A decir verdad, la diferencia de talante y de opiniones de estos dos hombres no los separó en vida de la gran misión que les fue confiada por su Señor ni los aleja ahora en nuestra veneración.
DOS APÓSTOLES
Los dos apóstoles y pilares de nuestra fe han sido liberados por Dios para convertirse en agentes de la liberación y en mensajeros de la verdad.
• Pedro es el modelo de una fe que reconoce a Jesús como el ungido de Dios. Esa era la condición mínima para ser un auténtico discípulo de Jesús de Nazaret. Los que pretendían seguirlo por otros motivos pronto abandonaron el camino.
• Y Pablo nos recuerda la necesidad de aceptar que uno ha corrido por la pista equivocada. Es evidente que en el mundo de hoy es muy difícil reconocer los propios errores. La obsesión por imponer a los demás las propias ideas o la propia ideología puede hacernos duros y cínicos hasta negar la evidencia.
• Estos dos apóstoles son testigos de la fe. Pero son también modelos de humanidad. Ambos estuvieron al servicio de los otros. En un mundo secular, muchos ponen la salvación en la técnica o en la política, en el arte o en la guerra. Nosotros creemos que el camino de la salvación parte de la humildad.
La "confesión" de Pedro es la "piedra" Mt 16,13-19
El texto de la confesión mesiánica de Pedro nos ofrece una de las lecturas más discutidas de la exégesis de Mateo. En su probable fuente, Mc 8,27ss, la confesión es de otro tono y, además, no están presentes las palabras sobre el "primado". Es evidente que la tradición "católica" ha hecho un tipo de lectura que viene marcada por la sucesión apostólica de Pedro. Es, desde luego, de valor histórico que Simón, uno de los Doce, recibió el sobrenombre o apodo de Kefa (en arameo; kephas, en griego) y que sería traducido como Petros en griego, que significa "roca". El que haya sido en este momento o en otro todo lo que se explica del sobrenombre en Mateo, no es relevante históricamente (pudo ser en otro momento cf Jn 1,42; Mt 4,18; 10,2), pero sí es significativo. Pedro pudo recibir este sobrenombre del mismo Jesús y haber sido llamado de esa manera durante su ministerio.
Pero el texto en cuestión de Mt 16,13-20 es campo de batalla entre católicos y protestantes. No lo debemos ocultar. Y las interpretaciones corresponden a las "tradiciones" cristianas de unos y de otros. Los católicos siempre interpretarán que "piedra" (petra) se refiere a Pedro (petros); los protestantes afirmarán que petra, por ser femenino, no se refiere a Pedro, sino a la confesión anterior: "tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo". ¿Qué nos está permitido interpretar exegéticamente? La verdad es que las dos cosas son posibles. Pero hay muchos problemas por medio: ¿es una tradición unitaria? ¿son dos tradiciones unidas por el redactor de Mateo? Todas estas cosas quedan para un análisis crítico-literario-exegético de envergadura. En principio, nos parece más razonable interpretar que "sobre esta roca" ha de referirse a la confesión que Pedro acaba de pronunciar. Vendría a ser como decir que Simón recibe un nombre nuevo Petros, porque ha hecho una confesión decisiva y fundamental sobre la que ha de construirse (petra) la Iglesia.
Cada evangelista ha redactado la confesión de Pedro según sus preocupaciones teológicas y eclesiales. Las de Mateo están bien claras por el conjunto del texto de hoy. El problema, pues, sería si las palabras laudatorias de Jesús, después de la confesión de Pedro, son del mismo Jesús o de la Iglesia primitiva. Esto, desde luego, tiene divididos a los especialistas, aunque es más coherente pensar que la Iglesia posterior necesitó reivindicar la figura de Pedro como testigo cualificado y como "primero" entre los Doce. No deberíamos exagerar, como se hace frecuentemente, que los arameismos de las palabras laudatorias de Jesús nos llevan directamente a las mismas palabras de Jesús. De hecho, otros autores dan a entender que la construcción griega de estas palabras es más armónica de lo que parece; que no hay tanto arameismo en las mismas y que estamos ante la teología de un autor (en este caso Mateo) más que ante una "profecía" del Jesús histórico.
Estas palabras, pues, significan que Pedro ha de ser el defensor de la Iglesia contra todas las asechanzas a las que está y estará sometida. La pregunta es ¿dónde está fundamentada la Iglesia, en Pedro o en Cristo? En Cristo, claro está (cf I Cor 3,11; Ef 2,20), y es eso lo que confiesa Pedro en el evangelio de Mateo. Por lo mismo, no se puede echar sobre las espaldas del pescador de Galilea todo el peso de la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios que ha ganado Cristo con su vida, con su entrega y su resurrección. Y otro tanto habría que decir de los sucesores de Pedro. De la misma manera, pues, la metáfora de "atar y desatar" se ha de interpretar en este tenor de defensa de la comunidad, del nuevo pueblo, de la Iglesia. Porque no debemos olvidar que esa misma metáfora la usará después Mt 18,15-20 para aplicarla a los responsables de la comunidad ante el pecado de los que son recalcitrantes y rompen la comunión.
En definitiva, el texto de Mateo, la fuerza del "tu es petrus" no debe hacernos olvidar que Pedro fue elegido por Jesús no para ser Papa, que es una institución posterior, reafirmada con la "infalibilidad" doctrinal, sino al servicio de la salvación de los hombres; aunque será inevitable tenerlo en cuenta en la historia de la interpretación del papado. Pero no podemos echar encima del texto de Mateo más de lo que dice y de lo que afirma; sin olvidar, además, la Iglesia o comunidad en la que aparece, una comunidad judeocristiana que necesitó de transformaciones muy radicales en confrontación con el judaísmo tradicional. Desde luego, los seguidores de Jesús que aceptamos el evangelio tenemos como "roca" de salvación la confesión de fe que hace Pedro. Pero no es la confesión de un hombre solitario y cargado de responsabilidad personal para "atar y desatar", porque tiene las "llaves" del Reino de los cielos. Es la confesión de una Iglesia a la que él representa. Porque la salvación de cada uno de los cristianos o de cualquier hombre o mujer no dependen de Pedro tampoco, sino de la gracia y la misericordia de Dios, revelada en Jesucristo, y a quien Pedro confiesa.
Pan partido y compartido Lc 9,11-17 (Corpus Christi)
En la fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo recordamos el pan y el vino del sacrificio de Melquisedec, el rey-sacerdote cananeo que bendijo a Abraham (Gén 14,18-20).
LA OFRENDA Y LA TRADICIÓN
San Pablo recuerda a los corintios una tradición que él ha recibido (1 Cor 11,23-26). Al celebrar la eucaristía, también nosotros hacemos memoria de las palabras de Jesús:
- “Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros”. Con el signo del pan, Jesús expresaba su entrega a sus hermanos. Los que participaban en aquella cena y los que habríamos de seguir sus pasos a lo largo de los tiempos.
- “Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre”. El vino compartido hacía visible el sacrificio de Jesús y sellaba la alianza nueva de Dios con los hombres. La sangre significaba una alianza de amor. Era su vida y la nuestra.
- “Haced esto en memoria mía”. La muerte del Justo injustamente ajusticiado nos interpela. En la eucaristía proclamamos que su memoria pervive todavía en nosotros. La presencia de Cristo está siempre viva en medio de su comunidad.
- “Cada vez que coméis de este pan y bebéis de la copa, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva”. La fe cristiana nos lleva a evocar aquella memoria del pasado y a vivir anclados en una esperanza activa del futuro.
NUESTRA ENTREGA
El evangelio nos propone hoy el conocido relato de la multiplicación o distribución de los panes y los peces (Lc 9,11-17). Ante la necesidad de las gentes, Jesús nos invita a compartir con los demás lo que somos y tenemos.
• “Dadles vosotros de comer”. Estas palabras no son una simple llamada a la generosidad personal. Tampoco son solamente una indicación para cambiar un sistema económico-social. Son todo eso y mucho más.
• “Dadles vosotros de comer”. Así suena el mandato de Jesús para los discípulos que le seguían. Pero esas palabras se extienden a todos los cristianos de todos los tiempos. Denuncian nuestro egoísmo y nos llaman a la responsabilidad.
• “Dadles vosotros de comer”. La eucaristía que celebramos nos exige hacer nuestra la entrega personal de Jesús. Sus palabras nos impulsan a vivir un amor sincero a los demás y a promover una caridad generosa y una justicia eficaz.
La Eucaristía, experiencia del Reino de Dios Lc 9, 11-17 (Corpus Christi)
1. Lucas ha presentado la multiplicación de los panes como una Eucaristía. En este sentido podemos hablar que este gesto milagroso de Jesús ya no se explica, ni se entiende, desde ciertos parámetros de lo mágico o de lo extraordinario. Los cinco verbos del v. 16: “tomar, alzar los ojos, bendecir, partir y dar”, denotan el tipo de lectura que ha ofrecido a su comunidad el redactor del evangelio de Lucas. Quiere decir algo así: no se queden solamente con que Jesús hizo un milagro, algo extraordinario que rompía las leyes de la naturaleza (solamente tenían cinco panes y dos peces y eran cinco mil personas). Por tanto, ya tenemos una primera aproximación. Por otra parte, es muy elocuente cómo se introduce nuestro relato: los acogía, les hablaba del Reino de Dios y los curaba de sus males (v.11). E inmediatamente se desencadena nuestra narración. Por tanto la “eucaristía” debe tener esta dimensión: acogida, experiencia del Reino de Dios y curación de nuestra vida.
2. Sabemos que el relato de la multiplicación de los panes tiene variantes muy señaladas en la tradición evangélica: (dos veces en Mateo: 14,13-21;15,32-39); (dos en Marcos: 6,30-44; 8,1-10); (una en Juan, 6,1-13) y nuestro relato. Se ha escogido, sin duda, para la fiesta del Corpus en este ciclo por ese carácter eucarístico que Lucas nos ofrece. Incluso se apunta a que todo ocurre cuando el día declinaba, como en el caso de los discípulos de Emaús (24,29) que terminó con aquella cena prodigiosa en la que Jesús resucitado realiza los gestos de la última Cena y desaparece. Pero apuntemos otras cosas. Jesús exige a los discípulos que “ellos les den de comer”; son palabras para provocar, sin duda, y para enseñar también. El relato, pues, tiene de pedagógico tanto como de maravilloso.
3. La Eucaristía: acogida, experiencia del Reino y curación de nuestra vida. Deberíamos centrar la explicación de nuestro texto en ese sumario introductorio (v. 11), que Lucas se ha permitido anteponer a la descripción de la tradición que ha recibido sobre una multiplicación de los panes. Si la Eucaristía de la comunidad cristiana no es un misterio de “acogida”, entonces no haremos lo que hacía Jesús. Muchas personas necesitan la “eucaristía” como misterio de acogida de sus búsquedas, de sus frustraciones, de sus anhelos espirituales. No debe ser, pues, la “eucaristía” la experiencia de una élite de perfectos o de santos. Si fuera así muchas se quedarían fuera para siempre. También debe ser “experiencia del Reino”; el Reino anunciado por Jesús es el Reino del Padre de la misericordia y, por tanto, debe ser experiencia de su Padre y nuestro Padre, de su Dios y nuestro Dios. Y, finalmente, “curación” de nuestra vida, es decir, experiencia de gracia, de encuentro de fraternidad y de armonía. Muchos vienen a la eucaristía buscando su “curación” y la Iglesia debe ofrecérsela, según el mandato mismo de Jesús a los suyos, en el relato: “dadles vosotros de comer”.
4. Son posible, desde luego, otras lecturas de nuestro texto de hoy. No olvidemos que en el sustrato del mismo se han visto vínculos con la experiencia del desierto y el maná (Ex 16) o del profeta Eliseo y sus discípulos (2Re 4,42-44). Y además se ha visto como un signo de los tiempos mesiánicos en que Dios ha de dar a su pueblo la saciedad de los dones verdaderos (cf Ex 16,12; Sal 22,27; 78,29; 132, 15; Jr 31,14). De ahí que nos sea permitido no esclavizarse únicamente a un tipo de lectura exclusivamente cultual envejecida. El Oficio de la liturgia del Corpus que, en gran parte, es obra de Sto. Tomás de Aquino, nos ofrece la posibilidad de tener presente estos aspectos y otros más relevantes si cabe. La Eucaristía, sacramento de Cuerpo y la Sangre de Señor, debe ser experiencia donde lo viejo es superado. Por eso, la Iglesia debe renovarse verdaderamente en el misterio de la Eucaristía, donde la primitiva comunidad cristiana encontró fuerzas para ir rompiendo con el judaísmo y encontrar su identidad futura.