Enlaces a recursos sobre el AÑO LITÚRGICO en educarconjesus

La Resurrección, experiencia de amor Jn 21,1-19 (PAC3-22)

1. El evangelio de este domingo, como todo Jn 21, es muy probablemente un añadido a la obra cuando ya estaba terminada. Pero procede de la misma comunidad joánica, pues contiene su mismo estilo, lenguaje y las mismas claves teológicas. El desplazamiento de Jerusalén al mar de Tiberíades nos sitúa en un clima anterior al que les obligó a volver a Jerusalén después de los acontecimientos de la resurrección. Quiere ser una forma de resarcir a Pedro, el primero de los apóstoles, de sus negaciones en el momento de la Pasión. Es muy importante que el “discípulo amado”, prototipo del seguidor de Jesús hasta el final en este evangelio, detecte la presencia de Jesús el Señor y se lo indique así a los demás. Es un detalle que no se debe escapar, porque como muchos especialistas leen e interpretan, no se trata de una figura histórica, ni del autor del evangelio, sino de esa figura prototipo de fe y confianza para aceptar todo lo que el Jesús de San Juan dice en este escrito maravilloso.

2. Pedro, al contrario que en la Pasión, se tira al agua, “a su encuentro”, para arrepentirse por lo que había oscurecido con sus negaciones. Parece como si todo Jn 21 hubiera sido escrito para reivindicar a Pedro; es el gran protagonista, hasta el punto de que él sólo tira de la red llena de lo que habían pescado para dar a entender cómo está dispuesto ahora a seguir hasta el final al Señor. Pero no debemos olvidar que es el “discípulo amado” (v. 7) el que delata o revela situación. Si antes se ha hablado de los Zebedeos, no quiere decir que en el texto “el discípulo amado” sea uno de ellos. Es el discípulo que casi siempre acierta con una palabra de fe y de confianza. Es el que señala el camino, el que descubre que “es el Señor”. Y entonces Pedro… se arroja.

3. El relato nos muestra un cierto itinerario de la resurrección, como Lucas 24,13-35 con los discípulos de Emaús. Ahora las experiencias de la resurrección van calando poco a poco en ellos; por eso no se les ocurrió preguntar quién era Jesús: reconocieron enseguida que era el Señor que quería reconducir sus vidas. De nuevo tendrían que abandonar, como al principio, las redes y las barcas, para anunciar a este Señor a todos los hombres. También hay una “comida”, como en el caso de Lc 24,13ss, que tiene una simbología muy determinada: la cena, la eucaristía, aunque aquí parezca que es una comida de “verificación” de que verdaderamente era el Señor resucitado. Probablemente el relato de Lc 24 es más conseguido a nivel literario y teológico. En todo caso los discípulos descubrieron al Señor como el resucitado por ciertos signos que habían compartido con El.

4. Todo lo anterior, pues, prepara el momento en que el Señor le pide a Pedro el testimonio de su amor y su fidelidad, porque a él le debe encomendar la responsabilidad de la primera comunidad de discípulos. Pedro, pues, se nos presenta como el primero, pero entendido su “primado” desde la experiencia del amor, que es la experiencia base de la teología del evangelio de Juan. Las preguntas sobre el amor, con el juego encadenado entre los verbos griegos fileô y agapaô (amar, en ambos casos) han dado mucho que hablar. Pero por encima de todo, estas tres interpelaciones a Pedro sobre su amor recuerdan necesariamente las tres negaciones de la Pasión (Jn 18,17ss). Con esto reivindica la tradición joánica al pescador de Galilea. Sus negaciones, sus miserias, su debilidad, no impiden que pueda ser el guía de la comunidad de los discípulos. No es el discípulo perfecto (eso para el evangelio joánico es el “discípulos amado”), pero su amor al Señor ha curado su pasado, sus negaciones. En realidad, en el evangelio de Juan todo se cura con el amor. Y esta, pues, es una experiencia fundamental de la resurrección, porque en Tiberíades, quien se hacen presente con sus signos y pidiendo amor y dando amor, es el Señor resucitado.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Fuente: https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/1-5-2022/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/

Las 40 parábolas de Jesús


Las parábolas de Jesús forman parte de la literatura universal. En estos relatos, a menudo provocadores, llegamos a conocer más de cerca el entorno de Jesús. Es un mundo variopinto, lleno de penas y alegrías, con cotidianidad y fiestas, aventuras, crímenes y profunda humanidad.

Con la ayuda de este colorido material, Jesús esboza su mensaje del Reino de Dios: es decir, la buena noticia de un nuevo mundo que Dios está creando ahora, en medio de las viejas y anquilosadas relaciones de la historia humana.

En este libro, el especialista en Nuevo Testamento Gerhard Lohfink se ha atrevido a interpretar todas las parábolas de forma comprensible para el público general y teniendo siempre en cuenta el estado actual de la investigación. Un libro realmente extraordinario.



Autor: Gerhard Lohfink
Editorial VERBO DIVINO
ISBN 978-84-9073-664-7
272 páginas
Preció 25 euros

ÍNDICE

I. CÓMO FUNCIONAN LAS PARÁBOLAS
1. El león, el oso y la serpiente (Am 4,18-20)
2. La zarza se convierte en reina (Jue 9,8-15)
3. La oveja del pobre (2 Sam 12,1-4)
4. El canto de la vina (Is 5,1-7)
5. La esposa infiel (Ez 16,1-63)
6. La vid y los sarmientos (Jn 15,1-8)
7. El olmo y la vid (Hermas Sim II, 1-10)
8. El rey que adquirió para sí un pueblo (MekhY Ex 20,2)
9. El hombre en el pozo (Friedrich Rückert)
10. El perfecto nadador (Martin Buber)

II. LAS CUARENTA PARÁBOLAS DE JESÚS
1. El robo exitoso (Lc 12,39)
2. El «hombre fuerte» dominado por el más fuerte (Mc 3,27)
3. El tesoro escondido en el campo y la perla fina (Mt 13,44-46)
4. La higuera en brote (Mc 13,28-29)
5. El grano de mostaza (Mc 4,30-32)
6. La levadura (Lc 13,20-21)
7. La semilla que crece por sí sola (Mc 4,26-29)
8. La cosecha abundante (Mc 4,3-9)
9. Los dos deudores (Lc 7,41-42)
10. La oveja perdida (Mt 18,12-14)
11. La dracma perdida (Lc 15,8-10)
12. El hijo pródigo (Lc 15,11-32)
13. Los obreros de la vina (Mt 20,1-16)
14. El juez y la viuda (Lc 18,1-8)
15. El amigo insistente (Lc 11,5-8)
16. El banquete (Lc 14,16-24)
17. La red de pesca (Mt 13,47-50)
18. La cizana en el trigo (Mt 13,24-30)
19. El fariseo y el publicano (Lc 18,10-14)
20. El samaritano misericordioso (Lc 10,30-35)
21. Los hijos desiguales (Mt 21,28-31)
22. El rico y el pobre (Lc 16,19-31)
23. Las diez jóvenes del cortejo (Mt 25,1-13)
24. La higuera estéril (Lc 13,6-9)
25. Los ninos que discuten en la plaza (Mt 11,16-19)
26. De camino hacia el juzgado (Mt 5,25-26)
27. El rico insensato (Lc 12,16-20)
28. El invitado sin traje de fiesta (Mt 22,11-13)
29. El siervo despiadado (Mt 18,23-34)
30. Los esclavos vigilantes (Lc 12,35-38)
31. El esclavo fiel a cargo del personal (Mt 24,45-51)
32. La recompensa del esclavo (Lc 17,7-10)
33. El dinero encomendado (Mt 25,14-30)
34. El administrador fraudulento (Lc 16,1-13)
35. El homicida (EvThom 98)
36. La construcción de la torre y la preparación para la guerra (Lc 14,28-32)
37. La construcción de la casa sobre roca o sobre arena (Mt 7,24-27)
38. La lámpara sobre el candelero (Mt 5,15)
39. La muerte del grano de trigo (Jn 12,24)
40. Los campesinos homicidas (Mc 12,1-12)

III. LO ESPECIAL DE LAS PARÁBOLAS DE JESÚS
1. El material
2. La forma
3. La tradición
4. El tema
5. El tema dentro del tema

Agradecimiento
Bibliografía
Índice de los pasajes bíblicos
Tabla de las parábolas en las lecturas del año litúrgico

Misericordia divina Jn 20,19-31 (PAC2-22)

“Los apóstoles hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo” (Hch 5,12). Después de su Ascensión a los cielos, los discípulos del Señor manifiestan su misericordia. La compasión de Dios se hace visible en la curación de los enfermos. La gente desea que al menos la sombra de Pedro cubra por un momento a los pacientes que le acercan.

Ha comenzado el tiempo y el camino de la Iglesia. Pues bien, ahora como en los primeros tiempos se espera de la Iglesia que proyecte la sombra y la gracia del Señor sobre todos los que sufren en el cuerpo o en el espíritu. Sin embargo, la Iglesia no puede ignorar que dar testimonio de la misericordia divina le costará denuncias y persecuciones.  

Con el salmo responsorial, hoy agradecemos la cercanía y la bondad inagotable de Dios  “Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia” (Sal 117). 

El Hijo de Hombre es el Viviente que vive por los siglos de los siglos. Él nos revela el sentido de la historia y de nuestra vida concreta (Ap 1,9-19).

DEL MIEDO A LA MISIÓN

El evangelio según san Juan evoca dos momentos de la revelación del Resucitado a sus discípulos (Jn 20,19-31). El texto nos ofrece al menos tres contraposiciones que se repiten una y otra vez a lo largo de los siglos y se hacen presentes en nuestra experiencia personal.  

- En primer lugar se contraponen y se mezclan el miedo y la alegría. Tras la muerte de Jesús, los discípulos han quedado atemorizados. Pero al descubrir que Jesús se hace presente en medio de ellos, su corazón rebosa de paz y de alegría.

- En segundo lugar se puede observar que el miedo los lleva a cerrar las puertas del lugar en que se encuentran. Han quedado aislados del mundo. Pero el aliento de Jesús los motiva para salir a la calle. Los encerrados son ahora los enviados a una misión.

- En tercer lugar, podemos sospechar que los discípulos no han superado el sentido de culpa por haber abandonado a su Maestro. Pero Jesús no viene a reprenderles su falta. Al contrario, los convierte en testigos de su misericordia y los envía por el mundo como pregoneros y ministros de su perdón.

EL SIGNO DE LAS LLAGAS

  Con demasiada frecuencia se califica a Tomás como “el incrédulo”. Pero se olvida que precisamente él había exhortado a los otros discípulos a seguir al Maestro: “Vayamos también nosotros a morir con él” (Jn 11,16). Tomás tiene fe para aceptar la muerte de Jesús y también para aceptar su vida. Pero no comprende la incoherencia de sus condiscípulos. Así lo revelan tanto su reacción a la noticia de que Jesús vive como la respuesta de Jesús a sus condiciones.

• “Si no veo la señal de los clavos…, no creo”. Seguramente, esa frase no expresa la pretendida incredulidad de Tomás. Es más bien una protesta personal a los que se apresuran a disfrutar de la luz sin haber aceptado antes la oscuridad de la cruz. 

• “Trae tu dedo… No seas incrédulo, sino creyente”. Estas palabras de Jesús no solo se  dirigen a Tomás. Son una advertencia para todos nosotros. No podemos ser incrédulos, ni crédulos. En este tiempo se nos pide la seriedad de los creyentes.

• “Señor mío y Dios mío”. De camino a Cesarea de Filipo Pedro había reconocido a Jesús como el Mesías (Mc 8,29). Ahora Tomás confiesa su fe en la divinidad de Jesús. Antes estaba dispuesto a seguirlo hasta la cruz y ahora lo reconoce como Resucitado.

• “Dichosos los que crean sin haber visto”. Tan solo en eso podría parecer que superamos la coherencia de Tomás. Él creyó al ver las llagas del Señor. Nosotros nos apoyamos en la fe del apóstol que creyó en el Señor.

¡Señor mío! La resurrección se cree, no se prueba Jn 20,19-31 (PAC2-22)

1. El texto es muy sencillo, tiene dos partes (vv. 19-23 y vv. 26-27) unidas por la explicación de los vv. 24-25 sobre la ausencia de Tomás. Las dos partes inician con la misma indicación sobre los discípulos reunidos y en ambas Jesús se presenta con el saludo de la paz (vv. 19.26). Las apariciones, pues, son un encuentro nuevo de Jesús resucitado que no podemos entender como una vuelta a esta vida. Los signos de las puertas cerradas por miedo a los judíos y cómo Jesús las atraviesa, “dan que pensar”, como dice Ricoeur, en todo un mundo de oposición entre Jesús y los suyos, entre la religión judía y la nueva religión de la vida por parte de Dios. La “verdad” del texto que se nos propone, no es una verdad objetivable, empírica o física, como muchas veces se propone en una hermenéutica apologética de la realidad de la resurrección. Vivimos en un mundo cultural distinto, y aunque la fe es la misma, la interpretación debe proponerse con más creatividad.

2. El “soplo” sobre los discípulos recuerda acciones bíblicas que nos hablan de la nueva creación, de la vida nueva, por medio del Espíritu. Se ha pensado en Gn 2,7 o en Ez 37. El espíritu del Señor Resucitado inicia un mundo nuevo, y con el envío de los discípulos a la misión se inaugura un nuevo Israel que cree en Cristo y testimonia la verdad de la resurrección. El Israel viejo, al que temen los discípulos, está fuera de donde se reúnen los discípulos (si bien éstos tienen las puertas cerradas). Será el Espíritu del resucitado el que rompa esas barreras y abra esas puertas para la misión. En Juan, “Pentecostés” es una consecuencia inmediata de la resurrección del Señor. Esto, teológicamente, es muy coherente y determinante.

3. La figura de Tomás es solamente una actitud de “anti-resurrección”; nos quiere presentar las dificultades a que nuestra fe está expuesta; es como quien quiere probar la realidad de la resurrección como si se tratara de una vuelta a esta vida. Algunos todavía la quieren entender así, pero de esa manera nunca se logrará que la fe tenga sentido. Porque la fe es un misterio, pero también es relevante que debe tener una cierta racionalidad (fides quaerens intellectum), y en una vuelta a la vida no hay verdadera y real resurrección. Tomás, uno de los Doce, debe enfrentarse con el misterio de la resurrección de Jesús desde sus seguridades humanas y desde su soledad, porque no estaba con los discípulos en aquel momento en que Jesús, después de la resurrección, se les hizo presente, para mostrarse como el Viviente. Este es un dato que no es nada secundario a la hora de poder comprender el sentido de lo que se nos quiere poner de manifiesto en esta escena: la fe, vivida desde el personalismo, está expuesta a mayores dificultades. Desde ahí no hay camino alguno para ver que Dios resucita y salva.

4. Tomás no se fía de la palabra de sus hermanos; quiere creer desde él mismo, desde sus posibilidades, desde su misma debilidad. En definitiva, se está exponiendo a un camino arduo. Pero Dios no va a fallar ahora tampoco. Jesucristo, el resucitado, va a «mostrarse» (es una forma de hablar que encierra mucha simbología; concretamente podemos hablar de la simbología del “encuentro”) como Tomás quiere, como muchos queremos que Dios se nos muestre. Pero así no se “encontrará” con el Señor. Esa no es forma de “ver” nada, ni entender nada, ni creer nada.

5. Tomás, pues, debe comenzar de nuevo: no podrá tocar con sus manos las heridas de las manos del Resucitado, de sus pies y de su costado, porque éste, no es una “imagen”, sino la realidad pura de quien tiene la vida verdadera. Y es ante esa experiencia de una vida distinta, pero verdadera, cuando Tomás se siente llamado a creer como sus hermanos, como todos los hombres. Diciendo «Señor mío y Dios mío», es aceptar que la fe deja de ser puro personalismo para ser comunión que se enraíce en la confianza comunitaria, y experimentar que el Dios de Jesús es un Dios de vida y no de muerte.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Fuente: https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/24-4-2022/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/

Hacer un Cirio Pascual y ¿Qué es la Pascua?

 

Educar con Julio Verne

 


Educar con Verne? ¿Siguen siendo sus novelas un gran juego de aventuras en el que merece la pena entrar? El más célebre literato francés de la historia continúa haciéndonos recorrer los límites exteriores del mundo mientras nos descubre el íntimo interior de lo que significa ser humano. Y todo sin dejar de hacernos jugar en sus míticas aventuras.

¿Educar con Verne? Julio Verne sigue fascinándonos por el entusiasmo que impulsa cada corriente de sus relatos, debido al poder estético de sus visiones y por el misterio al que siguen abriéndose cada una de sus creaciones. Si se sigue leyendo a Verne, es porque siguen produciéndonos placer no solo las visiones extraordinarias en las que es capaz de hacernos participar, sino porque aborda misterios de la condición humana que son imperecederos.


Autor: Fernando Vidal
Editorial PPC
ISBN 9788428838252
480 páginas
Precio 25,20 euros

AMOR = SACRIFICIO = ETERNIDAD



"Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor. En medio del aislamiento (confinamiento) donde estamos sufriendo la falta de los afectos y de los encuentros, experimentando la carencia de tantas cosas, escuchemos una vez más el anuncio que nos salva: ha resucitado y vive a nuestro lado. El Señor nos interpela desde la Cruz a reencontrar la vida que nos espera, a mirar a aquellos que nos reclaman, a potenciar, a reconocer e incentivar la gracia que nos habita. No apaguemos la llama humeante (cfr. Is  42, 3), que nunca enferma, y dejemos que reavive la esperanza”

Papa Francisco
 

Vida que perdura Jn 18,1-40.19,1-42 - VIERNES SANTO

 

Cada día de la Semana Santa


 

Jesús entra Lc 22,14-71.23,1-56 - DOMINGO DE RAMOS

 

Los Ramos y el Paraíso Lc 22,14-71.23,1-56 (Domingo de Ramos)

La liturgia de este Domingo de Ramos comienza con una procesión en la que que se lee el  evangelio que recuerda la entrada de Jesús en Jerusalén. En el evangelio según  San Lucas. Los discípulos que siguen a Jesús alaban a Dios por los prodigios que habían visto. No solo eso, sino que proclaman bendito al rey que viene en nombre del Señor (Lc 19,37-38).

 Ante ese entusiasmo los fariseos piden a Jesús que reprenda a sus discípulos. Pero Jesús se limita a responder: “Os digo que si  ellos callan, gritarán las piedras” (Lc 19,40).

También en este tiempo, muchos pretenden silenciar a los discípulos de Jesús. No pueden soportar el mensaje del Maestro ni la voz de los mensajeros. Pero no podemos guardar en silencio la palabra del Señor. Con razón se ha dicho que la desgracia de este mundo no se debe tanto a la maldad de los malos como al silencio de los buenos.

Ni el temor ni la cobardía han de hacernos callar el mensaje de Jesús para este tiempo y para este escenario de la historia. Si enmudecemos, otros pregoneros vocearán esa Palabra que salva y libera al ser humano. 

LOS ULTRAJES Y LA GLORIA

“El Señor Dios me ayudaba, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado”. La primera lectura de este Domingo de Ramos recoge esos versos del tercer canto del Siervo del Señor que se incluye en la segunda parte del libro de Isaías (Is 50,4-7). La tradición cristiana aplica esas palabras a Jesús (Mt 26,67; 27,30). Él padeció ultrajes espantosos, pero siempre confió en su Padre celestial.

El salmo responsorial recoge la súplica de Jesús en la cruz. “Dios mío, Dios mío por qué me has abandonado”. Esas palabras iniciales del salmo 21 parecen reflejar el desaliento del orante. Pero al final. él mismo proclama abiertamente su confianza en el Señor: “Él me hará vivir para él” (Sal 21,31).

En la segunda lectura se recoge el cántico que san Pablo incluye en la carta a los Filipenses. Cristo Jesús se humilló hasta la muerte y una muerte de Cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le dió un nombre sobre todo nombre para que toda lengua proclame que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre (Flp  2,6-11).

LOS LADRONES Y EL REINO

El relato de la pasión de Jesús según san Lucas es el único que contiene las reacciones de los dos malhechores crucificados junto a Jesús.

• El mal ladrón le dirige una petición que a primera vista parece razonable: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros” (Lc 23,39). Pero su ruego es una blasfemia por exigir al Mesías que presente una prueba de su identidad. También el tentador pedía a Jesús que demostrase ser hijo de Dios. Además, este ladrón pretende apartar a Jesús de su misión. 

• El buen ladrón se limita a invocar la misericordia de Aquel al que confiesa como Rey: “Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”.  Pero con Jesús ha aparecido ya el reino de Dios. En él culminan las antiguas esperanzas. Con él ha llegado el “hoy” de la salvación. En ese presente de gracia, el buen ladrón se encontrará en el paraíso con el Señor.

Algunos rasgos de la teología de la Pasión de Lucas (Lc 22-23)

   El relato de la pasión de San Lucas tiene como fuente el texto más primitivo de Marcos, o quizás también un “primer relato” que ya circulaba desde los primeros años del cristianismo para ser leído y meditado en las celebraciones cristianas. A eso se añaden otras escenas y palabras de Jesús que completan una “pasión” profunda y coherente, en la que si bien los datos históricos están más cuidados que en Marcos y en Mateo, no faltan los puntos teológicos claves.

            Se pretende explicar, no solamente por qué mataron a Jesús, sino el sentido que el mismo Jesús dio a su propia muerte, como sucede en el relato de la última cena con sus discípulos. Lucas nos ofrece la tradición litúrgica de las palabras eucarísticas en esa cena, que son muy semejantes a las de Pablo en 1 Corintios 11, pero además presenta las palabras de Jesús sobre el servicio en las que considera que su muerte “es necesaria” para que el Reino de Dios sea una realidad más real y efectiva.

            El evangelista se ha cuidado de poner en relación muy estrecha al Señor con sus discípulos y con el pueblo, mientras que deja bien claro que son los dirigentes, los jefes, los que han decidido su muerte. Ni siquiera nos relata la huida de los discípulos, quizás porque quiere preparar el momento de las apariciones del resucitado que tienen lugar en Jerusalén.

            Por lo mismo, en este relato de Lucas sobre la pasión del Señor, debemos leer algunas escenas especiales con interés, como corresponde al cuidado que ha puesto el evangelista y al sentido catequético que tienen ciertos episodios de la narración. La cena de Jesús es más personal, más testimonial: se pide el servicio, la entrega, como Jesús va a hacer con los suyos.


Una pequeña estructura de Lc 22-23, podía ser esta:

I.- Introducción y preparación (22, 1-13)

II.- La última cena y despedida de Jesús (22, 14 -38)

III.-  Getsemaní: oración y prendimiento (22, 39-53)

IV.- Las negaciones de Pedro (22,54-62)

V.- El juicio religioso (22,63-71)

VI.- El juicio político ( 23,1-25)

VII.- Crucifixión, muerte y sepultura de Jesús (23,33-48)


            En la cena de Jesús con sus discípulos, Lucas sigue una línea bastante libre con respecto a los otros dos evangelios sinópticos: vemos las diferencias en unos versículos que introducen la bendición del pan y de la copa (22,14-18); además pospone el texto de la traición de Judas hasta después de las palabras de bendición (22,21-23)  y lo ensambla con el testimonio del servicio (22,24-27), la promesa del banquete en el Reino (22,28-30), el anuncio de la traición de Pedro (22,31-34), y el anuncio de su fin (22,35-38). En esto podemos notar que Lucas narra la traición de Pedro durante la cena, mientras que Mateo y Marcos después de la cena (Mt 26, 30-35; Mc 14,26-31). Pero lo más específico: Lucas menciona una copa más que los otros dos sinópticos antes de las palabras de bendición (22,17), además agrega las palabras “por vosotros” (22,19b.20c) que Marcos no apunta, mientras Mateo dice “por muchos” (Mt 26,28), y cambia por “Nueva Alianza”(22,20) en lugar de simplemente “alianza” (Mc 14,24; Mt 26,28). Por otra parte, tenemos las semejanzas con el texto de Juan: la actitud de los apóstoles ante el anuncio de la traición de Judas (Lc 22,23; Jn 13,22), un discurso de despedida muy breve (Lc 22,24-38; Jn 14-17), y la costumbre que tenía Jesús de orar en un huerto (Lc  22,39; Jn 18,2).

            El episodio de Jesús en el huerto de Getsemaní nos ofrece el consuelo que supone para Jesús la presencia misma de Dios, simbolizada por el ángel, con objeto de poner de manifiesto que Dios no lo entrega a la pasión ignominiosa, que son los hombres los que quieren deshacerse de él, a causa de la provocación de su mensaje sobre la misericordia y la gracia de Dios. Jesús lucha en su agonía como un atleta que debe cruzar la meta y saldrá victorioso. Debemos resaltar, como sucede en la Transfiguración, la oración de Jesús. Había pedido a los suyos que oraran también, pero… Así, desde la oración entra en “agonía”; todo es bien distinto de la escena de la Transfiguración. Es como si desde la oración viviera todo su sufrimiento. Pero en realidad, este momento en Lucas  no es “gore” (sangre coagulada) como ahora está de moda  decir, después de esa película reciente que ha leído la Pasión sin elementos críticos y sin llegar al “alma” y a la teología. En realidad es una escena fuerte, pero armoniosa. Cuando Jesús acaba este momento, siempre en oración, sale fortalecido y dueño de todas las situaciones que han de venir. El “trance” de la pasión lo ha vivido en esta escena extraordinaria.

            El juicio de Jesús se nos presenta en dos momentos, ante Pilato y ante su señor galileo, Herodes Antipas. En realidad, el Prefecto romano no debería haber enviado a Herodes a Jesús; jurídicamente no tiene sentido. ¿Qué busca Lucas con esta escena? Él nos ha descrito la presencia de Jesús ante Herodes Antipas, el Tetrarca de Galilea, con el simbolismo del vestido blanco para burlarse del nazareno. El silencio de Jesús se hace palabra, quizás evocando el texto de Is 53,7 del Siervo de Yahvé y del Sal 39,10: es un silencio de radicalidad ante la maldad de los poderosos. Jesús dueño de su silencio ante los que está acostumbrados a arrancar las palabras y las entrañas de la gente. Por eso se hacen amigos los que se odian (23,12). Los injustos se “juntan” en la injusticia; el justo vive su injusticia en la dignidad de su silencio.

            Los poderosos se burlan de él, pero los sencillos, como las mujeres, le acompañan hasta el lugar donde se revelará el misterio de nuestra salvación y redención. El camino de la cruz está contemplado no desde la soledad de Jesús, sino que acuden las mujeres de Jerusalén, las madres, para compadecerse de aquél  que, como en el caso de sus hijos, es injustamente tratado por los poderes religiosos y políticos. Así se cumplen aquellas palabras suyas en las que da gracias a Dios porque ha revelado su proyecto salvador a las gentes sencillas. No podía pasar por alto Lucas esta actitud de las mujeres que han tenido tan gran relevancia en su obra. Y, por otra parte, porque así hubo de suceder en Jerusalén aquél día de la condena a muerte: las mujeres, las madres, tuvieron que llorar por la dureza y la vesania de los poderosos.

            La escena de la crucifixión y muerte, en Lucas, es, con respecto a Marcos y Mateo, mucho más humana. De ahí que las palabras de Jesús sean: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu” (23,46), tomadas del Salmo 31; quizás para que no se interprete que Dios pueda abandonar a nadie que sufre, ya que Marcos había usado las palabras del Sal 22: “Dios mío ¿por qué me has abandonado?”, que, no obstante, son de plena confianza. Pero Lucas considera que otras palabras de más confianza cuadraban mejor con su oración primera en la cruz: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (23,34), que es un texto que faltan en buenos manuscritos, pero que encaja perfectamente con la teología de Lucas, como una síntesis de su verdadera teología: ¡no debe desaparecer de nuestras traducciones!

            En la escena de la crucifixión sobresale muy especialmente el diálogo de Jesús con el buen ladrón. Esta narración de los dos malhechores con Jesús es un desarrollo del versículo de Marcos y Mateo: “también le injuriaban los que con él estaban crucificados” (Mt 27,44; Mc 15,32). Es uno de los momentos culminantes de la pasión en nuestro evangelista que refleja muy bien su teología: Jesús está siempre abierto a comunicar la misericordia divina. Por eso ha sido considerado como el evangelista de la misericordia. Y además, con la propuesta del “hoy” de la salvación que es también muy determinante en Lucas: “hoy estarás conmigo en el paraíso”. Tiene ese sentido escatológico inmediato para mostrar que la salvación de Dios no está a la espera del fin del mundo. Desde la misma muerte estaremos en las manos salvadoras de Dios.

            Pero no habría que olvidar las palabras de perdón a los ejecutores, la confianza que Jesús muestra en Dios en ese momento de la muerte. El evangelista va buscando poner de manifiesto que aquello fue un “espectáculo” (23,48) para el pueblo, porque es allí donde han visto, con sus ojos, que el Dios salvador se revela no desde el poder, sino en la debilidad. El malhechor que supo percatarse de ello le pidió la vida, la vida para siempre, y Jesús, desde su patíbulo de condenación se la ofreció para aquél mismo momento. Es por ello que el pueblo bajo del Calvario arrepentido.

            Como decíamos, pues, se ha logrado con este relato explicar, en una catequesis muy apropiada a su comunidad, que la Pasión del Señor no es una tragedia, sino el acontecimiento que imprime a la historia la fuerza necesaria del proyecto salvador para todos los hombres. A la vez, nos explica que Jesús dio a su muerte un sentido de entrega y de fidelidad a Dios, pero para que Dios fuera siempre el Dios de los hombres.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Fuente: https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/10-4-2022/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/