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La paz y el papa Francisco

Presentamos este párrafo del mensaje del papa Francisco en la jornada por la Paz para que pueda servir de reflexión y trabajo:

"Somos conscientes de que no es suficiente sentir en nuestro corazón el sufrimiento de los demás. Habrá que trabajar mucho antes de que nuestros hermanos y hermanas puedan empezar de nuevo a vivir en paz, en un hogar seguro. Acoger al otro exige un compromiso concreto, una cadena de ayuda y de generosidad, una atención vigilante y comprensiva, la gestión responsable de nuevas y complejas situaciones que, en ocasiones, se añaden a los numerosos problemas ya existentes, así como a unos recursos que siempre son limitados. El ejercicio de la virtud de la prudencia es necesaria para que los gobernantes sepan acoger, promover, proteger e integrar, estableciendo medidas prácticas que, «respetando el recto orden de los valores, ofrezcan al ciudadano la prosperidad material y al mismo tiempo los bienes del espíritu». Tienen una responsabilidad concreta con respecto a sus comunidades, a las que deben garantizar los derechos que les corresponden en justicia y un desarrollo armónico, para no ser como el constructor necio que hizo mal sus cálculos y no consiguió terminar la torre que había comenzado a construir."

Palomas de la paz para colorear





Santa Ángela de Merici (27 de enero)



El profeta anunciado Mc 1,21-28 (TOB4-18)

“Suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca, y les dirá lo que yo le mande. A quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre, yo le pediré cuentas”.  Este texto del Deuteronomio, que se proclama en este domingo del tiempo ordinario (Dt 18,15-20), recoge una promesa que Moisés dice haber recibido del mismo Dios.
El pueblo de Israel ha de saber que le será enviado un profeta semejante a Moisés. Él transmitirá las palabras de Dios. Gozará de la autoridad que el Señor le concede. Y el pueblo será responsable de escuchar su mensaje. 
En consonancia con esa promesa, el salmo responsorial nos lanza una advertencia siempre necesaria: “Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: No endurezcáis vuestro corazón”.
En la segunda lectura, evocamos de nuevo las observaciones que san Pablo envía a los Corintios con relación al matrimonio (1Cor 7,32-35).

LA CONFESIÓN
El evangelio sitúa a Jesús y a sus discípulos en la ciudad de Cafarnaún (Mc 1,21-28). Es un día de sábado. Y Jesús es invitado a enseñar en la sinagoga. Los asistentes “se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad”.
Pero hay un gesto que acompaña a las palabras. En la sinagoga hay un hombre enfermo. En aquel tiempo se pensaba que tenía un espíritu malo. De alguna forma era un marginado en la sociedad.  De pronto se dirigió a Jesús gritando:
- «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios». Una vez mas una confesión de fe se pone en boca de la persona más inesperada. En un hombre que se supone dominado por un mal espíritu.
- «Cállate y sal de él». Esta es la tajante respuesta de Jesús. Como se puede observar, aquel que es la palabra viviente de Dios es capaz de imponer el silencio a los espíritus del mal, que se manifiestan precisamente en un lugar santo y en un tiempo sagrado.

LA ATENCIÓN
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió de aquel hombre. El hecho era sorprendente. Así que todos los asistentes hicieron algunos comentarios que revelaban su admiración:
• “¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo”. La admiración es el principio de la sabiduría y de la fe. Reconocer la novedad del Evangelio es un buen punto de partida para aceptar la fe y para tratar de comunicarla. Jesús es el profeta anunciado por Dios a Moisés.
• “Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen”. El Señor es más fuerte que el mal. Los espíritus inmundos no pueden hacer daño a quien se confía con fe y con esperanza al amor de Dios que se ha manifestado en Jesucristo.

La misión Mc 1,14-20 (TOB3-18)

“Ponte en marcha y ve a la gran ciudad de Nínive; allí les anunciarás el mensaje que yo te comunicaré” (Jon 3,1). Ese es el mensaje que Dios dirige a Jonás para que invite a la conversión a los ninivitas.
El profeta piensa que esa es una misión totalmente imposible. Nínive es el símbolo de la prepotencia y de la crueldad. Él no se siente con fuerza para adentrarse en la ciudad que había sembrado el terror en los pueblos vecinos.
Este breve libro es un cuento delicioso que pone de relieve la incredulidad del creyente frente a la fe de los paganos, que prestan atención al mensaje y se convierten. Sirviéndose de rasgos inverosímiles, se subraya la misericordia de Dios con todos los pueblos.  
Efectivamente, “el Señor enseña el camino a los pecadores”, como proclama el salmo responsorial (Sal 24). Es necesario prestarle atención.
El mensaje que Pablo dirige a los Corintios es válido para todos los tiempos. Si pasa la representación de este mundo, es preciso vivir de otra manera (1 Cor 7,29-31).  

 DON Y TAREA
 En el texto del evangelio de san Marcos que hoy se proclama (Mc 1,14-20) se menciona como de paso la muerte de Juan el Bautista. “Después” de este asesinato, Jesús vuelve a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.
El texto ofrece un significativo resumen de su mensaje: “Se ha cumplido el tiempo  y está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio”. El don de Dios exige la responsabilidad de la tarea.
 • “Se ha cumplido el tiempo y está cerca el Reino de Dios”. Esta es la propuesta de Dios. En sus manos están el tiempo y los acontecimientos. Él ha decidido manifestarse como el Señor. Es la hora de aceptarlo como Rey.   
• “Convertíos y creed en el Evangelio”. Esta es la exhortación que se dirige a los hombres. Esta es la tarea que de ellos se espera. No hay conversión sin el ejercicio de la fe. Pero, al mismo tiempo, no vive en la verdad quien pretende creer sin cambiar de vida. 

EL ENCUENTRO
El texto evangélico contiene una segunda parte igualmente interesante. Jesús es el mensajero del Reino de Dios. En realidad se identifica con el mismo Reino. Por eso busca discípulos que han de ser colaboradores de su misión. Son Simón y su hermano Andrés, Santiago y su hermano Juan. Tres verbos resumen el encuentro:
• Jesús los llamó. En tiempos de Jesús, los discípulos buscaban un maestro de la Ley. En este caso Jesús es el Maestro que elige y llama a sus discípulos.
• Ellos dejaron los aperos de pesca y hasta su familia. Los pescadores del Lago de Galilea dejan su profesión y su familia. El futuro prometido vale más que el pasado.
• Y se marcharon, siguiendo a Jesús. Nadie deja todo por nada. El seguimiento de Jesús constituye el centro y el sentido de este nuevo discipulado. 

La llamada Jn 1,35-42 (TOB2-18)

“Vino el Señor, se detuvo y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! Y él respondió: Habla Señor, que tu siervo escucha”. En este precioso relato por tres veces llama el Señor al niño Samuel en el santuario, donde se encontraba el Arca de Dios (1Sam 3,3-10.19).
La palabra de Dios irrumpe en medio de las tinieblas. Dios elige a un niño y lo llama durante la noche. El niño cree que es el sacerdote Elí y acude a  él. Cuando al fin se convence de que es Dios quien lo llama, se muestra dispuesto a escuchar su voz. Y Dios lo hace portador de una palabra que ha de dirigir al sacerdote.
Con toda propiedad el salmo pone en nuestros labios una oración que evoca la disponibilidad de aquel niño-profeta: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad” (Sal 39).
De la reflexión  de san Pablo a los Corintios sobre la dignidad del cuerpo humano (1Cor 6,13-20) podemos subrayar hoy una conclusión que responde a nuestra verdad más profunda: No nos pertenecemos, puesto que hemos sido comprados a un alto precio.  

 LA BÚSQUEDA
 En el texto del evangelio de san Juan que hoy se proclama (Jn 1,35-42) aparece una vez más la figura de Juan Bautista. Mirando a Jesús que pasa, se dirige a dos de sus discípulos y les dice: “Este es el Cordero de Dios”. Basta esa indicación para que ellos se decidan a seguir a Jesús.  El evangelio recoge tres frases de un diálogo definitivo:
 • “¿Qué buscáis?”  Esas son las primeras palabras de Jesús que aparecen en el evangelio de Juan. Jesús comienza su misión preguntando. Esa pregunta la repetirá en el huerto de Getsemaní a los que llegan a prenderlo. Y la dirigirá también a María Magdalena el primer día de la semana.
• “Maestro, ¿dónde vives?” En los salmos aparece la pregunta: “¿Dónde está Dios?” Mientras las gentes de Israel buscaban a Dios en el Templo. Dios se hace presente en Jesús. Donde quiera que él viva allí resonará la voz de Dios.
• “Venid y lo veréis”. Las gentes de Israel temían acercarse a la montaña de Dios. Serían invitadas con frecuencia a “escuchar” la voz de Dios. Esa actitud será siempre válida. Pero ahora la palabra de Dios se ha hecho carne. Ha llegado el momento de “ver”.  

EL ENCUENTRO
El texto nos deja en suspenso ante el secreto de las palabras que pudieron cruzarse entre Jesús y los dos discípulos de Juan. Solo contamos con una frase que no puede dejarnos indiferentes: “Fueron, vieron donde vivía y se quedaron con él ese día”.
• “Fueron”. También hoy es preciso salir de nuestra comodidad para ponernos en camino y acércanos al que es la verdad y la vida.
• “Vieron donde vivía”. También hoy es necesario abrir los ojos para percibir la presencia del Señor en nuestro mundo.
• “Se quedaron con él ese día”. También hoy se nos ofrece la oportunidad de permanecer junto a nuestro Maestro para hacer nuestro su mensaje.

Mi Hijo amado Mc 1,7-11 (NAV17-bautismo)

El misterio del agua Mc 1,7-11 (NAV-bautismo)

“¡Todos los sedientos, id por agua, y los que no tenéis plata, venid, comprad y comed, sin plata y sin pagar, vino y leche!” Con esta invitación tan sugestiva se abre la primera lectura que se proclama en este domingo,  en que celebramos la fiesta del Bautismo de Jesús (Is 55,1-11). 
Después de haber meditado durante los días de Navidad el misterio de la Palabra que se ha hecho carne, se nos invita hoy a alimentarnos de ella. Solo la palabra de Dios puede calmar nuestra sed. Y saciar nuestra hambre. Con palabras del libro de Isaías, repetimos en el salmo responsorial: “Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación” 
El agua aparece también en la segunda lectura, tomada de la primera carta de Juan (1 Jn 5,1-9). Pero Jesucristo  ha venido a nosotros “no solamente con el agua, sino con el agua y con la sangre”. El Espíritu, el agua y la sangre dan testimonio de él.

 EL SEÑOR Y EL ESCLAVO
 En el texto del evangelio de san Marcos que hoy se proclama (Mc 1,7-11), volvemos a escuchar la palabra de Juan el Bautista. Él anuncia al que ha de venir y confiesa su propia incapacidad de ofrecer la salvación que esperan obtener los que llegan a escucharle.
 • “Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias”. Es evidente que el que viene ha de ser grande y poderoso. Llegará con la autoridad que Dios le ha conferido. Juan ni siquiera se considera a sí mismo  digno de ofrecerle el servicio de un esclavo.
• “Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo”. Juan contrapone dos fuerzas de la naturaleza: el agua y el viento. Las dos son benéficas, pero pueden llegar a ser tremendas. Juan bautiza con agua e invita a las gentes a la conversión. No es poco. Pero el que viene detrás de él moverá a las gentes con el vendaval de Dios.

EL HIJO AMADO
El que había de venir es Jesús, que llega desde Nazaret para ser bautizado por Juan en el Jordán. No hay en su boca palabra alguna. Pero ve que los cielos se rasgan, mientras el Espíritu baja sobre él como la paloma que descubrió la tierra después del diluvio. Es la hora de la revelación. De pronto se oye una voz celestial:
“Tú eres mi hijo amado, mi predilecto”. Ese oráculo divino identifica a Jesús con el misterioso Siervo de Dios, al que se refieren los famosos cantos que se hallan en el libro de Isaías (Is 42,1). Jesús es el elegido. Es el enviado por Dios. Es el que ha de redimir a su pueblo con su entrega.
• “Tú eres mi hijo amado, mi predilecto”. Esas palabras se dirigían ya al pueblo de Israel, en tiempos del exilio que lo llevó a Babilonia. Pero se dirigen hoy al nuevo pueblo de Dios, excluido y perseguido en muchos lugares de la tierra. También él está llamado a vivir confiando en la misericordia de Dios.

Nacido para todos Mt 2,1-12 (NAV-Epifanía)

En el libro de Isaías se incluye una vibrante profecía, en la que se exhorta a Jerusalén a levantarse y vestirse de luz. El mundo está sumergido en la oscuridad, pero la gloria del Señor amanece sobre la ciudad. A ella se encamina la peregrinación de los pueblos de la tierra. Un día llegarán desde lejos hasta su templo, “trayendo incienso y oro, y proclamando las alabanzas del Señor” (Is 60, 1-6).
Entonces se postrarán ante el Señor todos los reyes de la tierra y todos los pueblos le servirán, según se proclama en el salmo responsorial (Sal 71). Se anuncia, por tanto, una fiesta universal que encontrará su motivo final en la salvación esperada por toda la humanidad.
Con razón se dice en la carta a los Efesios que también los no judíos son coherederos de esa gracia. Todos los habitantes de la tierra son miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa que se ha realizado en Jesucristo, por el Evangelio (Ef 3,2-3a.5-6).

EL CAMINO DE LA ESTRELLA
Así pues, el texto evangélico nos invita a pensar en la universalidad de la salvación,a agradecerla y a convertirla en motivo de nuestro compromiso (Mt 2,1-12). Los pastores que adoraron a Jesús representaban al pueblo de Israel. Los Magos que llegan de oriente, siguiendo la luz de una estrella, evocan la vocación de los demás pueblos.
En los gestos de los Magos descubrimos las actitudes que van llevando al hombre a descubrir la luz y a caminar a su resplandor. La atención a la naturaleza, el ponerse en camino y postrarse en adoración son la parábola del seguimiento cristiano. 
• Nacido en Belén de Judá, Jesús se muestra al mundo por medio de una estrella. Tampoco ahora faltan los signos de la presencia de Dios en la historia humana. Pero hace falta salir de nuestros propios intereses para prestar atención a esas señales de salvación.
• Los Magos buscan la manifestación de Dios y la encuentran en Jesús. Es decir, en la fuerza de Dios que se manifiesta en la pequeñez, en la sencillez y en la debilidad de la vida. Eso les llena de una inmensa alegría.
• Los Magos siguen un camino difícil que tiene por meta al Mesías Jesús. La búsqueda sincera del Señor no quedará defraudada. Pero necesitamos superar el temor y la comodidad, las críticas y las frustraciones que encontraremos a lo largo del camino.

LOS PASOS DEL CAMINO
Recordando a los Magos, comenta San Juan de Ávila: “Los hombres que por miedo, por vergüenza, dejan de servir a Dios y se vuelven atrás de lo comenzado no son buenos para el cielo”. Así que también nosotros nos preguntamos qué pasos del camino nos llevarán hasta Jesús.
• Para llegar hasta el Señor, como los Magos, hay que estar dispuestos a abandonar la comodidad y la rutina de cada día para ponerse en camino.
• Hay que escudriñar las señales de los tiempos y consultar las Escrituras, hay que decidirse a  adorar solo al Señor y ofrecerle lo mejor de nosotros mismos.
• Y hay que decidir volver a nuestros quehaceres y compromisos por un itinerario diferente y con un espíritu renovado por el encuentro con el Señor.
Como dijo el papa Benedicto XVI, “los Magos que vienen de Oriente son solo los primeros de una larga lista de hombres y mujeres que en su vida han buscado constantemente con los ojos la estrella de Dios, que han buscado al Dios que está cerca de nosotros, seres humanos, y que nos indica el camino”.

Los magos de Oriente (recortables)

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