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Bartimeo : Mc 10,46-52 (TOB30-24)
BARTIMEO
“¡El Señor ha salvado a su pueblo, ha salvado al resto de Israel! Los traeré del país del norte, los reuniré de los confines de la tierra. Entre ellos habrá ciegos y cojos, lo mismo preñadas que paridas”. Jeremías anuncia que Dios rescatará a su pueblo del exilio (Jer 31,7-9).
Nadie queda excluido de la esperanza. Los ciegos y los cojos evocan un pasado de pobreza y sufrimiento. Las embarazadas y las jóvenes madres anuncian el futuro de la nueva vida. Dios es el verdadero Señor de la vida y promete: “Seré un padre para Israel”.
El salmo responsorial evoca la alegría de los deportados a Babilonia que ahora pueden regresar a su patria: “Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares” (Sal 125,5).
Según la carta a los Hebreos, todo sumo sacerdote “puede comprender a los ignorantes y extraviados, porque también él está sujeto a debilidad” (Heb 5,2). Si esta afirmación valía para el antiguo culto, con más razón puede aplicarse a Jesucristo.
VER PARA SEGUIR
Tras revisar las apetencias humanas del placer, el tener y el poder, el evangelio de Marcos nos ofrece el hermoso texto de la curación de Bartimeo (Mc 10,46-52).
• A la orilla del camino que sale de Jericó hacia Jerusalén está sentado un mendigo, llamadoBartimeo, es decir, “el hijo de Timeo”. Los creyentes en Jesús nunca deberán olvidar que el pobre tiene nombre y dignidad.
• Bartimeo está ciego, pero oye los comentarios de los caminantes y se entera de que junto a él pasa Jesús. Aunque algunos traten de acallarlo, él lo invoca con un título mesiánico: “Hijo de David, ten compasión de mí”. La fe llega por el oído y se expresa en oración.
• Antes del encuentro con Jesús, el ciego era un mendigo sentado al borde del camino para pedir limosna a los peregrinos que subían a Jerusalén. Pero recobrada la vista, sigue a Jesús por el camino hacia la Ciudad Santa. He ahí un buen resumen del itinerario de la fe.
TRES PALABRAS DE JESÚS
Frente a las súplicas del ciego, el relato evangélico recoge también tres frases de Jesús que resumen tres actos del Maestro: llamar, preguntar y enviar.
• “Llamadlo”. Jesús vino a buscar a los pobres, y a los enfermos, a los marginados y a los ciegos. Además quiso buscar algunos colaboradores para esa misión de sanación y de salvación. También hoy, nosotros somos exhortados a pasar esa llamada a los que buscan al Señor.
• “¿Qué quieres que haga por ti?” Esta es la misma pregunta que Jesús dirigió a Santiago y Juan, hijos del Zebedeo. Ellos pretendían que Jesús les concediera poder y privilegios. Pero Bartimeo solo quiere la luz que puede conceder el que es la luz del mundo.
• “Anda, tu fe te ha curado”. La sanación viene siempre del Señor. Es absolutamente gratuita. Pero el Señor valora la fe de los que se acercan a él con humildad y confianza. Quien lo confiesa como hijo de Dios puede llegar a descubrirlo como guía del camino.
El seguimiento y la fe de un ciego Mc 10,46-52 (TOB30-24)
1. En el evangelio de hoy, Marcos nos relata la última escena de Jesús en su camino hacia Jerusalén. Se sitúa en Jericó, la ciudad desde la que se subía a la ciudad santa en el peregrinar de los que venían desde Galilea. Jesús se encuentra al borde del camino a un ciego. Por razones que se explican, incluso ecológicamente, los ciegos abundaban en aquella zona. Está al borde del camino, marginado de la sociedad, como correspondía a todos los que padecían alguna tara física. Pero su ceguera representa, a la vez, una ceguera más profunda que afectaba a muchos de los que estaban e iban tras Jesús porque realizaba cosas extraordinarias. El camino de Jesús hasta Jerusalén es muy importante en todos los evangelios (más en Lucas). En ese camino encontrará mucho gente. Los ciegos no tienen camino, sino que están fuera de él. Jesús, pues, le ofrecerá esa alternativa: un camino, una salida, un cambio de situación social y espiritual.
2. El gesto del ciego que abandona su manto y su bastón, donde se apoyaba hasta entonces su vida, contrasta con la fuerza que le impulsa a “ir a Jesús” que le llama. ¿Por qué le “llamó” Jesús y no se acerca él hasta el ciego? La misma gente vuelve a repetirle: él te llama. Las palabras y los gestos simbólicos de la narración hay que valorarlos en su justa medida. Diríamos que hoy en el texto son más importantes de lo que parece a primera vista. Jesús “le llama”. La llamada de Jesús, al que el ciego interpela como “hijo de David” tiene mucho trasfondo. Jesús ha llamado a seguirle a varias personas; ahora “llama” a un ciego para que se acerque. No le llama aparentemente para seguirle, sino para curarle, pero la curación verdadera será el “seguirle” camino de Jerusalén, en una actitud distinta de los mismos discípulos que habían discutido por el camino “quién es el mayor”. El ciego no estará preocupado por ello. De ahí que la escena del ciego Bartimeo en este momento, antes de subir a Jerusalén, donde se juega su vida, es muy significativa.
3. La insistencia del ciego en llamar a Jesús muestra que lo necesita de verdad y lo quiere seguir desde una profundidad que no es normal entre la multitud. Jesús le pide que se acerque, le toca, lo trata con benevolencia; entonces su ceguera se enciende a un mundo de fe y de esperanza. Después no se queda al margen, ni se marcha a Jericó, ni se encierra en su alegría de haber recuperado la vista, sino que se decide a seguir a Jesús; esto es lo decisivo del relato. En el evangelio de Marcos el camino que le lleva a Jerusalén le conducirá necesariamente hasta la muerte. La vista recuperada le hace ver un Dios nuevo, capaz de iluminar su corazón y seguir a Jesús hasta donde sea necesario. Vemos, pues, que un relato de milagro no queda solamente en eso, sino que se convierte en una narración que nos introduce en el momento más importante de la vida de Jesús: su pasión y muerte en Jerusalén.
Del poder al servicio Mc 10,35-45 (TOB29-24)
“El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento…Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos”. Esa era la misión del Siervo del Señor, que se recuerda en la primera lectura de la misa de hoy (Is 53,10-11). Ese misterioso personaje no está revestido de poder. Al contrario, precisamente por sus sufrimientos se convierte en salvador de muchos.
Con el salmo responsorial, nosotros confesamos que nuestra redención no es fruto de nuestro poder, sino de la bondad que esperamos de Dios: “Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti” (Sal 32,22).
Esa compasión divina es evocada por la carta a los Hebreos, que nos recuerda que “no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades” (Heb 4,14-15).
LA APETENCIA DEL PODER
En los domingos anteriores, el evangelio de Marcos nos ha recordado la enseñanza de Jesús sobre el placer y el tener. Hoy se nos revela que la apetencia humana del poder ha de ser entendida como la disponibilidad para servir a los demás (Mc 10,35-45).
• Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, se dirigen a Jesús con una petición que contradice el ejemplo y la enseñanza que han recibido de él: “Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir”. Ese Maestro les habia enseñado a orar al Padre diciendo: “Hágase tu voluntad”. Así que no podemos tratar de manejar a Dios para que se someta a nuestros deseos
• Santiago y Juan piden puestos de honor en la gloria del Mesías. Pero Jesús les anuncia que le espera un horizonte de pasión y de muerte. Y ese es el camino que aguarda a los discípulos que lo siguen y reconocen como su Maestro. También ellos compartirán el cáliz de amargura que él ha de beber y el baño de dolor y de sangre con que él será bautizado.
• Santiago y Juan suscitan el enojo de sus compañeros. Pero todos aspiramos al poder de los que dominan a las gentes e imponen su voluntad sobre los más débiles e indefensos. Pero el Maestro enseña a sus discípulos que quien quiera ser el primero entre ellos ha de aprender a ser el humilde servidor de todos sus hermanos.
SOBRESALIR O SERVIR
Es grande quien acepta ser el servidor de los demás. No es fácil aprender esa lección. Servir no es una postura para triunfar en la vida. El servicio no es una estrategia para consiguir nuevos adeptos para la Iglesia. El servicio es el único modo de parecernos al Maestro.
• “El hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan”. En Jesús se realiza la vocación y la misión del Siervo del Señor, al que se refiere el libro de Isaías. En el contexto de la última cena, Jesús lavó los pies a sus discípulos y los exhortó a realizar con sus hermanos ese gesto que parecía propio de los esclavos. Así traducía el Maestro su lección sobre el amor.
• “El Hijo del hombre ha venido para servir y dar su vida en rescate por todos”. Al igual que el Siervo del Señor, anunciado por el profeta, también Jesús justifica y rescata a muchos. Con su humillación, él ha denunciado nuestro orgullo. Él nos ha liberado de la necedad del pecado, de la tristeza, del sinsentido y del vacío.
La propuesta de la gloria “sin poder” Mc 10,35-45 (TOB29-24)
1. El evangelio nos ofrece una escena llena de paradojas, en las que se ponen de manifiesto los intereses de sus discípulos y la verdadera meta de Jesús en su caminar hacia Jerusalén. Ha precedido a todo esto el tercer anuncio de la pasión (Mc 10,33). La intervención de los hijos del Zebedeo no estaría en sintonía con ese anuncio de la pasión. Es, pues, muy intencionado el redactor de Marcos al mostrar que el diálogo con los hijos del Zebedeo necesitaba poner un tercer anuncio. El texto tiene dos partes: la petición de los hijos del Zebedeo (vv.35-40) y la enseñanza a los Doce (vv. 42-45). Es un conjunto que ha podido componerse en torno al seguimiento y al poder. De la misma manera que antes se había reflexionado sobre el seguimiento y las riquezas (10,17ss), en el marco del “camino hacia Jerusalén”.
2. Pensaban los discípulos que iban a conseguir la grandeza y el poder, como le piden los hijos del Zebedeo: estar a su derecha y a su izquierda, ser ministros o algo así. Incluso están dispuestos, decían, a dar la vida por ello; la copa y el martirio es uno de los símbolos de aceptar la suerte y el sufrimiento y lo que haga falta. Es verdad que en el AT la “copa” también puede ser una participación en la alegría (cf Jr 25,15; 49,12; Sal 75,9; Is 51,17). Podemos imaginar que los hijos del Zebedeo estaban pensando en una copa o bautismo de gloria, más que de sufrimiento. Sin embargo la gloria de Jesús era la cruz, y es allí donde no estarán los discípulos en Jerusalén. Lo dejarán abandonado, y será crucificado en medio de dos bandidos (fueron éstos lo que tendrían el privilegio de estar a la derecha y la izquierda), como ignominia que confunde su causa con los intereses de este mundo. Esta es una lección inolvidable que pone de manifiesto que seguir a Jesús es una tarea incomensurable.
3. Es verdad que los discípulos podrán rehacer su vida, cambiar de mentalidad para anunciar el evangelio, pero hasta ese momento, Jesús camina hacia Jerusalén con las ideas lúcidas del profeta que sabe que su causa pude ser confundida por los que le rodean y por los que se han convertido en contrarios a su mensaje del Reino. Los grandes tienen una patología clara: dominan, esclavizan, no dejan que madure nadie en la esencia ética y humana. Por el contrario, el Dios del Reino, trata a cada uno con amor y según lo que necesita. Ahí está la clave de lo que quiere llevar adelante Jesús como causa, aunque sea pasando por la cruz. Un Dios que sirve a los hombres no es apreciado ni tenido como tal por lo poderosos, pero para el mensaje del evangelio, ese Dios que sirve como si fuera el último de todos, merece ser tenido por el Dios de verdad. Es eso lo que encarna Jesús, el profeta de Nazaret.
4. Llama la atención el v. 45, “el dicho” sobre el rescate (lytron) por todos. Este dicho puede estar inspirado en Is 53,12. No se trata propiamente de sacrificio ni de expiación, porque Dios no necesita que alguien pague por los otros. No es propiamente hablando una idea de sustitución, aunque algunos insisten demasiado en ello. Es, en definitiva, una idea de solidaridad con la humanidad que no sabe encontrar a Dios. Y para ello Él debe pasar por la muerte. No porque Dios lo quiera, sino porque los poderosos de este mundo no le han permitido hacer las cosas según la voluntad de Dios. Pensar que Jesús venía a sufrir o quería sufrir sería una concepción del cristianismo fuera del ámbito y las claves de la misericordia divina. El Hijo del Hombre debe creer en el ser humano y vivir en solidaridad con él. El Cur Deus homo? (por qué Dios se hizo hombre) de Anselmo de Canterbury, debería haberse inspirado mejor en esta idea de la solidaridad divina con la humanidad que en la visión “jurídica” de una deuda y un pago, que sería imposible. Dios no cobra rescates con la vida de su Hijo, sino que lo ofrece como don gratuito de su amor.