“Andad, comed buenas tajadas y bebed vino dulce”. Sacadas de su contexto, esas palabras parecen una exhortación al disfrute de una fiesta abundante en manjares. Y así es. Sin embargo, estas palabras no son el pregón de una fiesta egoísta, sino abierta a los demás y a Dios: “Enviad porciones a quien no tiene, pues es un día consagrado a nuestro Dios”.
Así hablan Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote y letrado y los levitas que enseñan al pueblo y sirven al Señor. El pueblo ha regresado del exilio padecido en Babilonia. Se celebra con júbilo la fiesta de los Tabernáculos. Con esa ceremonia se puede decir que nace el Judaísmo (Neh 8, 2-10).
Proclamado en la liturgia cristiana de hoy, este relato subraya la importancia de proclamar y escuchar en la asamblea la palabra de Dios. En ella encuentra la comunidad la luz del Señor y la fuerza para recorrer el camino de la vida. Con razón añade el texto: “No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza.
EL UNGIDO Y ENVIADO
También el evangelio nos introduce en una escena semejante, aunque mucho más humilde. Jesús ha empezado a enseñar en las sinagogas de la comarca de Galilea, acompañado por la buena acogida y la alabanza de las gentes.
Un día regresa a Nazaret, la aldea donde se había criado. Como era su costumbre, también allí acudió el sábado a la sinagoga y se puso en pie para hacer la lectura. El texto del evangelio de Lucas reconstruye minuciosamente la escena (Lc 4, 16-21). Jesús lee un pasaje contenido en el libro de Isaías en el que se contienen tres puntos de una misma profecía:
• El Espíritu de Dios reposa sobre el Mesías y lo unge para la misión. No se olvide que “Mesías” y “Cristo” se pueden traducir precisamente por el “Ungido”.
• La unción del Espíritu lo prepara para una triple misión: liberar a los cautivos, sanar a los enfermos y anunciar una buena noticia a los pobres.
• El Mesías es enviado a proclamar ante su pueblo la celebración del jubileo, es decir, el año de gracia del Señor y de condonación de las deudas.
LA PALABRA Y LA VIDA
El texto evangélico todavía nos hace imaginar a los fieles que han acudido a la sinagoga. Conocen a Jesús desde que era un niño. Lo reconocen como el hijo del carpintero. Permanecen atentos esperando el comentario que habrá de hacer uno como él que no ha tenido especiales estudios de los textos sagrados.
Para asombro de todos, Jesús se limitó a decir: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. El evangelio anotará a continuación las reacciones de la asamblea a esta declaración. Pero, por ahora, la liturgia de este día nos invita a detenernos ahí.
• “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Estas palabras contienen una revelación. Efectivamente, en Jesús se cumplían las antiguas profecías. Él era y es el Mesías enviado por Dios. Su misión es liberadora y sanadora.
• “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Estas palabras se cumplen también en la realidad presente de la Iglesia. Enviada por Dios, ha de hacerse cargo de los marginados anunciar a los pobres el mensaje de su dignidad y propiciar la reconciliación universal.
• “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Estas palabras nos recuerdan que la Escritura Santa no es una reliquia del pasado. Es una voz que nos invita a la escucha. Es un mensaje que resuena vivo y activo para cada uno de nosotros.
2 comentarios:
Gracias por tu labor, ahora tengo menos tiempo para pasar pero es porque tengo que compaginar aún mas mi horas para llegar a servir en este medio colaborando con un servicio que la Iglesia me ha pedido.
Pero no me olvido de vosotros en mis oraciones.
Un saludo amigo.
Gracias también por todo lo que trabajas. Cuando hay que repartir el tiempo y, además, en favor de nuestra Iglesia, bienvenido sea. En la oración y en la vida, juntos seguimos caminando. Un saludo
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