“Te
concedo un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni surgirá
otro igual después de ti” (1Re 3,12). Así responde el Señor a la oración de
Salomón. El joven rey, sucesor de David, solo le había pedido un
corazón dócil para gobernar a su pueblo, para discernir el mal y el
bien. Eso le bastaba.
Y
al Señor le había agradado que Salomón no pidiera una larga vida para sí mismo
ni una corta vida para sus enemigos. El rey había pedido sabiduría y
discernimiento para poder reconocer el sentido profundo de la vida: la suya y
la de su pueblo. Un corazón sabio equivale a una conciencia recta. Ese es un
gran ideal humano y un gran don divino.
Haciendo
nuestro el talante de Salomón, proclamamos con el salmista: “¡Cuánto amo tu
voluntad, Señor!” (Sal 118). San Pablo nos dice que “a los que aman a Dios todo
les sirve para el bien” (Rom 8,28). Y esa es también nuestra
experiencia.
LA MEJOR OPCIÓN
Se
podría decir que el lema de este domingo 17º del Tiempo Ordinario es que “la
mejor opción es obrar según el plan de Dios”. La felicidad está en acertar en
la opción fundamental de nuestra vida. Pues bien, esa gran verdad Jesús la
expone en tres parábolas (Mt 13, 44-52).
•
La primera nos presenta a un jornalero o tal vez un caminante. En un campo
encuentra un tesoro oculto. Lo esconde de nuevo, y lleno de alegría vende todo
lo que tiene y con el dinero conseguido compra el campo aquel. Su
desprendimiento es una ganancia.
•
La segunda imagina a un comerciante de perlas finas. Un día encuentra una de
gran valor. También él vende todo lo que tiene para poder comprar aquella
perla. No desprecia lo que tiene, sino que aprecia de verdad lo que siempre ha
ido buscando.
•
La tercera parábola evoca la red que los pescadores arrojan al mar. Es cierto
que recoge toda clase de peces. Pero en un segundo momento, los pescadores los
seleccionan cuidadosamente. Reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.
Las
tres imágenes representan el reino de Dios. Las tres subrayan su valor. Y
sugieren la necesidad de establecer una recta jerarquía de valores. Hay que
valorar lo que realmente vale.
LA ESCUCHA Y LA ACCIÓN
Todo
el discurso de las parábolas se cierra con una pregunta que Jesús dirige a sus
discípulos: “¿Habéis entendido todo esto?” (Mt 13,51). Como en
tantas otras ocasiones, esta pregunta de Jesús nos interpela también a
nosotros.
•
“¿Habéis entendido todo esto?” Es preciso oír y escuchar atentamente la
palabra del Señor. En ella encontramos no tanto la erudición como la sabiduría.
•
“¿Habéis entendido todo esto?” No basta con escuchar. Es necesario entender y
aceptar el mensaje de salvación que la palabra evangélica contiene para cada
uno de nosotros.
•
“¿Habéis entendido todo esto?” Y finalmente, es obligado reflexionar sobre el
mensaje de Jesucristo para poder anunciarlo con verdad y dar testimonio de él
con nuestra vida.
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