“A
los extranjeros que se han dado al Señor para servirlo, para amar el nombre del
Señor y ser sus servidores, que guardan el sábado sin profanarlo y perseveran
en mi alianza: los traeré a mi Monte Santo, los alegraré en mi casa de
oración”. Esa es la gran promesa de Dios que se encuentra en la tercera parte
del libro de Isaías que hoy se proclama (Is 56,1.6-7).
Israel
abre sus fronteras a un universalismo mesiánico que venía proponiéndose de
antemano (cf. Is 45,14). También los paganos podrán participar de las bendiciones
que Dios ha derramado sobre Israel, con tal de que acepten a su Dios y lo
sirvan y practican las normas y los ritos de su pueblo.
Con
el salmo responsorial hacemos nuestro ese deseo al cantar: “Oh Dios, que te
alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben” (Sal 66). También san
Pablo reconoce que los paganos han obtenido la misericordia de Dios (Rom
11,29-32).
LA BÚSQUEDA Y EL GRITO
Sin
embargo, en el evangelio de Mateo que hoy se proclama nos parece encontrar una
negación de esa esperanza (Mt 15,21-28). Es verdad que Jesús ha dejado la
tierra de Israel para retirarse a la región de Tiro y Sidón, habitada por
paganos. Una mujer sale de aquellos lugares y se dirige a él gritando:
•
“Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David”. Resulta muy sorprendente que una
mujer extranjera y pagana implore la misericordia de Jesús, llamándolo con un
título mesiánico.
•
“Mi hija tiene un demonio muy malo”. Nos conmueve descubrir en esta mujer tanto
la preocupación maternal por su hija enferma como la fe que la lleva a
acercarse con su invocación hasta Jesús.
El
silencio inicial de Jesús y la imagen tradicional de los “perros”, que él
suaviza con el diminutivo, no hacen más que excitar aún más la fe de esta
mujer. Como ha dicho el papa Francisco,
“la petición de la mujer cananea es el grito de toda persona que busca amor,
acogida y amistad con Cristo” (17.8.2014).
EL LAMENTO Y LA FE
Esa
petición de la mujer extranjera fue atendida por Jesús. Con ella se hacía
realidad la profecía de la universalidad de la salvación. Es como si aquel
ruego hubiera anticipado la hora de la extensión del mensaje y la obra de Jesús
a todos los pueblos.
•
“Mujer, qué grande es tu fe”. Ante un centurión romano y pagano y ante una
mujer cananea y pagana, Jesús reconoce que la fe no es patrimonio exclusivo de
las gentes de Israel. Dios ha sido generoso al extender por la tierra el don de
la fe.
•
“Que se cumpla lo que deseas”. A veces creemos que hacen falta milagros para
que brote la fe. Jesús nos hace ver que es la fe que hace botar los milagros en
cualquier lugar que se presente. Dios extiende su compasión a quienes creen en
él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario