“De
pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero
de la alianza que vosotros deseáis: Miradlo entrar, dice el Señor”. Son
hermosas estas palabras del profeta Malaquías que se proclaman en la liturgia
de hoy (Mal, 3,1-4). Responden sin duda a las esperanzas de los judíos de su
tiempo.
Pero
responden también a los deseos de los creyentes de hoy. Con frecuencia nos
sentimos perdidos y huérfanos. Necesitamos contar con la presencia del Señor.
Casi todos creemos bastarnos a nosotros mismos. Pero nuestra confianza es
frágil y nuestras fuerzas son débiles. Necesitamos contar con la fuerza de
Dios.
Claro que la
presencia de Dios no es un calmante barato. El profeta lo anuncia como un fuego
de fundidor y como la lejía de un lavandero. Hay mucho que purificar y lavar en
nuestra sociedad y en nosotros mismos. Necesitamos esa profunda limpieza que
sólo Dios puede aportar a nuestra vida.
SIMEÓN Y ANA
Según el
evangelio de Lucas que hoy se proclama, Jesús es presentado en el Templo, según
lo prescrito por la Ley de Moisés (Ex 13, 2.11). Todo es “evangelio”. Jesús es
consagrado a Dios desde su nacimiento. Su presentación en el Templo es ya la
revelación y el anticipo de su consagración a Dios (Lc 2, 22-40).
Pero su
presencia no pasó inadvertida. A su llegada al Templo, el nuevo y definitivo
profeta de la Nueva Alianza es reconocido por dos ancianos profetas que
representan la primera alianza de Dios con su pueblo. El texto repite hasta
tres veces que en ese momento se culmina el tiempo de la Ley y llega el tiempo
del Espíritu.
Simeón tiene
la suerte de acoger a un Dios cercano. Y descubre la luz del día definitivo. Es
capaz de leer la salvación en sus signos más pequeños. Ana se ha preparado a
este momento con ayunos y oraciones. Ahora alaba a Dios y habla a todos de este
Niño que llega. Escucha a Dios y reconoce a su Enviado.
ACEPTACIÓN O
RECHAZO
Las palabras
que Simeón dirige a María ilustran el misterio que se desarrolla en la historia
de la humanidad. Son la profecía sobre la identidad y la misión del Mesías.
• “Éste está
puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten”. Aceptar o rechazar a
Jesús como Salvador es lo que determina la suerte de Israel y la nuestra.
• “Será como
una bandera discutida”. Jesús será
siempre una bandera, sobre todo cuando sea levantado en la cruz. Ante él se
divide la humanidad.
• “Así quedará
clara la actitud de muchos corazones”. En nuestra aceptación o rechazo a
Jesucristo se revelan nuestras opciones más íntimas.
• “Y a ti una
espada te traspasará el alma”. La que le dio a luz en Belén, lo verá entregar
su vida en el Calvario por los mismos que lo condenan.
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